emmanuel pahud 

Virtuosismo y equilibrios

Barcelona. 14/01/19. Auditori de Barcelona. Temporada de música de cámara. Obras de Mozart, Schubert, Schumann y Mendelssohn. Emmanuel Pahud, flauta. Eric Le Sage, piano.

Puede sorprender a más de uno, un programa donde un solista de flauta, de la categoría de Emmanuel Pahud, interprete de cuatro piezas, tres en arreglo propio para flauta de obras inicialmente pensadas para violín o clarinete. Y es que el virtuosista franco-suizo, que lleva grabando incansablemente el repertorio para flauta desde el año 1993, se podría decir que lo ha tocado ya todo. 

Si a esto se suma el hecho de que el repertorio de flauta solista es más limitado que el de otros instrumentos, y la inquietud de un músico que prácticamente lo ha grabado ya todo, puede asumirse que a falta de nuevas obras, se llegue a la sana opción de arreglar sonatas para violín o clarinete. 

Con la sonata de Mozart se pudo percibir cierta falta de equilibrios entre las voces de flauta y piano. El fraseo dulce de Pahud, su sonido redondo y terso se vio tapado en más de una ocasión por el sonido incisivo y sin reparos de Eric Le Sage, habitual acompañante de Pahúd desde hace más de veinticinco años. Chocó algo este desequilibrio entre otras cosas por la apertura casi total de la tapa del piano, si hubiera estado algo más baja hubiera mejorado el equilibrio, y fue una lástima, porque la compenetración entre ambos es obvia, la facilidad y extroversión del sonido de la flauta de Pahud una delicia, con un Allegro sostenutto que fue idílico y magistralmente mesurado. Pero si con el Allegro vivace inicial, los acordes de Le Sage sonaron demasiado presentes y algo bruscos, la agradecida acústica de la Sala 2 Oriol Martorell no perdona, con el movimiento final, Allegro, si bien el equilibrio no fue el idóneo, si fluyó un diálogo más orgánico y musical.

Después de los desequilibrios de volúmenes piano-flauta en Mozart, con Schubert y sus variaciones Pahud pareció más cómodo y su fraseo enriquecido por el carácter más romántico del compositor ganó en solidez y lirismo. El ritmo, clave siempre en las partituras del compositor del Winterreise, fluyó con riqueza de matices y la digitación extrovertida del piano de Le Sage para cerrar una primera parte de manera feliz. 

Pero lo más relevante del concierto estaba por llegar con la Fantasiestücke op. 73 en arreglo del propio Pahud. La obra, originalmente escrita para clarinete y piano, puede que pierda cierta presencia en los graves pues, de nuevo, el equilibrio piano-flauta, al doblarse en ciertos pasajes, haga que pierda presencia la voz menos densa de la flauta. Pero fue cosa de peccata minuta, pues la hondura de la linea melódica del Zart und mit Ausdruck, todo poética y expresión, la naturalidad y frescura del Lebhaft, leicht y el conclusivo Rasch und mit Feuer, con los cambios de tonalidad de la menor a la mayor, mostraron el mejor arte de Pahud. Ataques precisos, flexibilidad del sonido, virtuosismo en la respiración, desarrollo de un sonido orgánico y un diálogo con el piano que tuvo en la calidez de la lectura de Le Sage el perfume del mejor romanticismo schumaniano. Una maravilla que por si sola hubiera justificado el recital en si mismo.

Del Mozart inicial al Mendelssohn final, Pahud-Le Sage mostraron una lectura imaginativa y todos los colores que identifican la música del creador del Midsummer’s Night dream. La vena fantasiosa, la habilidad melódica, el virtuosismo aplicado a la generosidad creativa de la partitura, el dinamismo y extroversión de los movimientos, cerraron un recital de cámara con vítores de un público lleno de jóvenes entusiastas. 

De la euforia de los aplausos, Pahúd regaló dos arreglos propios sobre melodías de Mahler que fueron oro puro. La originalidad y colores de los lieder cerraron de manera seductora un concierto de cámara que llegó a saber a poco.