kozena uchida Wiener Staatsoper Michael Pöhn 

Barbacoa en el paraíso

Barcelona. 17/01/2019. Palau de la Música. Obras de Schumann, Dvorak, Wolf y Schönberg. Magdalena Kozená, mezzosoprano. Mitsuko Uchida, piano.

Noche de Champions en el Palau de la Música catalana. Que Magdalena Kozená no es una cantante cualquiera es algo que ya se sabía y en todo caso quedó claro para los despistados.  Aún más obvio es que ver a una concertista del prestigio de Mitsuko Uchida en labores normalmente reservadas a los especialistas en el acompañamiento tiene algo de excepcional. El repertorio incluía piezas deSchumann, Dvorak, Wolf y Schönberg, pero lo más destacable del programa era la longitud del mismo, estimada (modestamente) en casi hora y media.

No se le puede negar a la señora Kozená que entrara en caliente.  En el “Abschied von Frankreich” de Robert Schumann exhibió variedad de fraseo y reguladores en perfecta comandita con Uchida. Sin embargo esta última se mostró durante esta primera fase del concierto mucho más tímida mostrando, eso sí, un extraordinario control del sonido y respeto a su compañera a pesar de tocar con la tapa completamente abierta.

Era la primera del ciclo de canciones basadas en poemas ingleses (pero musicados en alemán) atribuídos a la reina María Estuardo, “Gedichte der Königin Maria Stuart, op.135”. Kozená y Uchida merecían el aplauso que estalló tras la primera canción y hubiera sido hasta loable la reacción popular, a pesar de ir contra el protocolo, si no fuera porque fue la primera de una serie de lamentables intervenciones.

Ello no impidió a la mezzosoprano mantener su escalada de dramatismo en “Nach der Geburt ihres Sonnes” mientras Uchida persistía en su elegancia (hasta demasiado sobria) en los “lieder” subsiguientes, todo ello dentro de un nivel general extraordinario. Pero como suele suceder algunos habían venido a echar unas toses, y aunque su boicot no pudo impedir que el ciclo terminara en punta, es molesto no sólo por el ruido que genera si no también porque ofende pensar que tiene más que ver con el aburrimiento y la falta de concentración que con la epidemia de gripe.

Dado que Kozená y Uchida se mostraban imperturbables hubo algún espectador que se sintió retado y decidió esperar a aquel silencio característico que precede el inicio del nuevo ciclo (de Hugo Wolf, en este caso) para exhibir el tono encantador de su teléfono móvil. No consiguió sacar de sus casillas a las artistas y el primer tema de los “Mörike-Lieder”  (“Begegnung”) marcó una pauta caracterizada por la hiperexpresividad de la cantante, por otra parte de un buen gusto indestructible.

Tanto como la pertinacia de las nuevas tecnologías, que volviedron a ser protagonistas del intersticio entre “Begegnung” y “Neue Liebe”, segundo Wolf de la noche. Kozená siguió exhibiendo no sólo técnica y estilo si no también una gran voz por volumen y belleza. Ante lo cual solo el estruendoso sonarse los mocos de algún espectador pareció un antídoto adecuado. Y así se sucedía un concierto que era un acontecimiento pero que algunos vivían como si se tratara de una barbacoa.

Para el que, a pesar de todo, pudiera mantener la concentración el mencionado ciclo de Wolf fue de una belleza extraordinaria incluso cuando Kozená amortizó expresivamente algún que otro agudo difícil. Y nos ofreció, sobretodo en las dos últimas canciones, un refinadísimo acompañamiento de Uchida (“Nixe Binserfuss”) y la demostración (en “Abschied” y sus resonancias de opereta) de que la pianista sabía tocar forte igual que antes había mostrado su capacidad de contención.

La segunda parte se abrió con cambio de idioma y Kozená pudo cantar en su idioma natal las “Písne milostné, op.83” de Antonin Dvorak, con algunos momentos finísimos de Mitsuko Uchida (“V tak mnohém” y “Kol domu se ted’ potácím”, particularmente).

El cierre quedaba reservado a Arnold Schönberg en su versión cabaretera (“Brettl-Lieder”) y con ello se estableció un interesante paralelismo con la teatralidad de las canciones de Wolf de la primera parte, de manera que no sólo pudimos disfrutar de dos grandes artistas y buena música, si no también de un programa bien diseñado. La figura de Uchida siguió creciendo y tomando protagonismo mientras Kozena mostraba algún signo de cansancio leve y muy comprensible teneindo en cuenta las dimensiones y la dificultad del programa.

Nuestras heroínas lograron superar el boicot popular y completar un concierto memorable que recibió el aplauso cálido del público premiado con dos bises de Janácek y Schumann (“Nussbaum”). Que la sala no estuviera llena hasta la bandera es otro dato que entristece, pero ni la oferta era la más comercial ni se puede echar en cara al público que gestione sus recursos económicos (a veces escasos) como buenamente le parezca.