Otello Baluarte Kunde Odena IñakiZaldua 

Un Otello con tenor 

Pamplona. 31/01/2019. Auditorio Baluarte. Giuseppe Verdi: Otello. Gregory Kunde (Otello), Svetlana Aksenova (Desdemona), Ángel Ódena (Yago), Mireia Pintó (Emilia), Jeroboám Tejera (Ludovico), Pancho Corujo (Cassio), Manuel de Diego (Roderigo), Gerard Farreras (Montano/Un heraldo). Orquesta Sinfónica de Navarra. Coro Lírico de la AGAO (Dirección: Iñigo Casalí). Dir. Musical.: Ramón Tebar. Dir. Escena: Alfonso Romero.

Puede parecer de Perogrullo pero un servidor mira hacia atrás y observa que en las distintas funciones de Otello que ha podido disfrutar en los últimos años el común denominador es que el problema principal ha sido casi siempre la figura del tenor; ya es sabido que Giuseppe Verdi diseñó para este papel una tipología vocal que se alejaba de la clásica de la tradición verdiana de tenor lírico o lírico-spinto caminando de manera clara al de tenor dramático, ese que muchas ha sido calificado de “cuasiwagneriano”, simplificando en exceso su descripción. 

Cuando en un teatro pequeño o en una temporada modesta, dígase como se quiera, se programa Otello el primer problema para el aficiondo es saber quien encarnará al Moro de Venecia pues ello exige lanzar en frio su Esultate!, quien habrá de rivalizar con Yago, quien habrá de ser amoroso con Desdemona para tornar posteriormente en un ser cruel, irracional, irreflexivo. Y es que el personaje de Otello es mucho más que drama por celos; Otello es evolución personal, huida a los infiernos, es intriga e irreflexión. Y dejarlo todo plasmado corresponde a un tenor que además de afrontar un partitura áspera ha de ser capaz de crear y retratar personaje. Por ello, ser tenor digno de Otello es complicado. 

¿Tiene Gregory Kunde la voz de o para Otello? Pues seguramente no, pero ¿puede escucharse un Otello mejor hoy en día? Con los dedos de una mano, así que los que nos hemos acercado al Baluarte a vivir un función de una de esas temporadas “de segunda división” hemos tenido la fortuna de disfrutar de un tenor de primera. Un servidor ha podido escuchar al de Illinois bastantes veces y esta es la prestación más notable que le recuerdo. 

Porque Kunde ha sido un Otello poco histérico, de gesto dramático sutil y certero y, sobre todo, de voz potente, agudos solventes y con momentos muy especiales: así, y por poner solo un ejemplo, señalar que su Dio! Mi potevi scagliar fue hermoso, bien cantado. Toda un suerte poder disponer de este profesional entregado en el Baluarte. La rusa Svetlana Aksemova hizo una Desdemona de hermoso timbre central aunque en su larga escena del acto IV palideció algo por su falta de aliento para abordar el Ave María; sin embargo se la veía exultante en los saludos finales y, en términos generales, su labor fue solvente. 

Ángel Ódena es un barítono de voz grande y a quien, en ocasiones, se le reprocha su poca atención por el matiz; pues bien, su Yago, personaje al que podemos considerar auténtico protagonista de la obra, fue hecho desde el respeto por el detalle, con momentos en los que primaba lo teatral y delicado frente a la exuberancia vocal. Un Yago notable. 

En los restantes papeles Pancho Corujo dibujó un Cassio más solvente en el acto II que en el I; quizá sería deseable mayor consistencia vocal pero su labor merece un aplauso. Manuel de Diego comenzó dubitativo en la escena inicial para luego imponerse a las circunstancias, lo mismo que Mireia Pintó, mucho mejor en los acto III y IV al estar más presente su voz. Más que correctas las voces grabes de Jeroboám Tejera y Gerard Farreras 

Junto a Kunde el otro triunfador fue Ramón Tebar, de pulso firme ya en la tormenta inicial ya en el delicado dúo del acto I o en los arranques de furia del tenor, creando adecuados contrastes, acompañando con el volumen suficiente a los solistas vocales y mimando a coro y orquesta. Una suerte así mismo su participación. En sus manos la Orquesta Sinfónica de Navarra cumplió a muy buen nivel. Es de desear que la relación Tebar-Baluarte se mantenga en el futuro.

El Coro de la AGAO tuvo momentos de duda en esas entradas tímidas dentro de la muy exigente intervención del primer acto pero en las partes donde se pedía consistencia el sonido fue amplio y hermoso. Mejor ellos que ellas.

La puesta en escena de Alfonso Romero descansa sobre el esqueleto de un navío que sirve para el primer acto mientras en los tres restantes es bien la sala de encuentros o la habitación de Desdemona. Además se hace del arranque paulatino de las velas situadas al fondo del escenario una especie de “cuenta atrás” en la degeneración del protagonista. Una escena práctica aunque no especialmente bella.

Si hacemos un repaso de las óperas escenificadas en Pamplona en los últimos años creo que este Otello ha marcado el listón más alto que recuerdo. Es de desear que este proyecto de pequeñ temporada unificada siga dando frutos tan hermosos.