Elisir Sabadell19 A.Bofill

Triste noche de comedia

Sabadell. Donizetti: L´elisir d´amore. César Cortés, Núria Vilà, Manel Esteve, Juan Carlos Esteve, Laura Obradors. Dir. de escena: Carles Ortiz. Dir. musical: Santiago Serrate.

Paradojas de la vida, en uno de los días más tristes en la historia de la Associació d’Amics de l’Òpera de Sabadell se estrenaba en el escenario de La Farándula una de las comedias más populares de la historia de la ópera. La tristeza, generalizada entre toda la comunidad musical catalana, es debida a la muerte de Xavier Gondolbeu, marido de Mirna Lacambra, la gran impulsora de este dueño hecho realidad que es la temporada la Ópera de Sabadell. Un hombre bueno, generoso y cariñoso que apoyó no sólo a su esposo en todo momento, sino que, siempre en un segundo plano, nunca escatimaba una mirada y unas palabras amables a cualquiera de los que, en algún momento, pasamos por el escenario de La Farándula. A su memoria fue dedicada la función del estreno de L’elisir d’amore, de Gaetano Donizetti.

Tras los retos de la pasada temporada, con títulos tan ambiciosos como Don Carlo i la dupla Pagliacci/Cavalleria, o el Falstaff verdiano de este año, la Ópera de Sabadell se ha tomado un pequeño respiro y, en cierto modo ha vuelto a sus orígenes, proponiendo esta ópera ligera y encantadora de Donizetti con un equipo de jóvenes cantantes, algunos de ellos muy prometedores, y el entusiasmo contagioso de toda la compañía. El resultado artístico el día del estreno, día de nervios y cargado de emociones, fue irregular, con elementos más que interesantes y otros problemáticos que, hasta cierto punto, lastraron irremediablemente la función.

En el aspecto positivo hay que destacar el Nemorino de César Cortés, joven tenor colombiano de bella voz, que fluye con enorme naturalidad sin fisuras técnicas. Es el suyo un timbre cálido de lírico-ligero, homogéneo en toda la tesitura. Hay quien puede preferir a un tenor de mayor peso vocal para el papel, pero la actuación de Cortés fue sensible, el fraseo refinado y como actor, aún sin poseer una gran vis cómica, tiene una innegable empatía con el público. Si en la primera parte se mostró un poco especulativo, acusando los nervios en Quanto é bella y no aprovechando todas las frases que, aquí y allá, Donizetti regala al personaje, en la segunda se mostró mucho más seguro desde el inicio, tanto en el dúo con Belcore como en Una furtiva lagrima dicha con sensibilidad y cantada con absoluto dominio. Un tenor al que hay que seguir la pista.

A quien ya hace tiempo que le seguimos y observamos un crecimiento que se ha disparado en los últimos años es a Manel Esteve. El barítono está en un momento vocal superlativo. La voz se proyecta como un rayo láser por la sala, mostrando un timbre de barítono cálido y pulposo gracias a una técnica de cobertura impecable que en algunos momentos recuerda a la de Leo Nucci. El fraseo es, además, cuidadísimo y ni las agilidades, los sillabati o las frases de largo aliento le plantean el más mínimo problema. Coronó su aria con un Sol esplendoroso y fue el rey de la fiesta desde el momento en que entró a escena gracias a su carisma y dotes actorales. Lo único que se le puede reprochar a Esteve es una tendencia a la hiperactividad escénica que debería mesurar. Por lo demás, estamos ante un cantante que está en un momento de madurez ideal para asumir roles de mayor compromiso dramático.

Desde un punto de vista teatral, la única que le aguantó el tirón al torbellino Esteve fue la radiante Adina de Núria Vilà. Escénicamente se desenvolvió con el salero de las mejores intérpretes del personaje.  Vocalmente, Vilà tiene un timbre inusualmente oscuro y tendente al spinto para el papel, lo cual no le impidió resolver técnicamente todas las trampas de un papel que tiene su miga, especialmente en un segundo acto con aria y dúo complicados. La emisión, en algunos momentos, es un tanto dura para un papel que requiere de mayor ligereza, de ataques y sonidos más etéreos, pero este aspecto no empaña una solvente prestación vocal de la soprano.

Juan Carlos Esteve fue el eslabón débil del cast, en buena medida por problemas constantes de cuadratura con el foso. Y eso, en un papel como Dulcamara, de marcado carácter rítmico, es clave. Más aún cuando acaba repercutiendo también en el apartado escénico. La voz, sin ser la ideal para el papel, se oye con facilidad. Como también la de Laura Obradors como una correcta Giannetta.

Carles Ortiz firma una dirección escénica sencilla, situada en un pueblo marinero y con cierto aire de cartoon. Siempre partiendo de conceptos escénicos tradicionales, Ortiz ha evolucionado mucho y bien en los últimos años, afrontando títulos muy exigentes y sacándolos adelante. Quizás los ensayos de este Elisir se vieron un tanto lastrado por la situación trágica mencionada al principio y algunos detalles dieron la sensación de no estar acabados de pulir, aunque gracias a Esteve i Vilà, especialmente, algunas escenas tuvieron una chispa considerable.

La dirección de Santiago Serrate fue correcta en lo que respecta a la elección de tempi, tanto en arias y dúos como en un Finale Primo bien construido, pero la coordinación entre foso y escena fue dificultosa en la mayoría de escenas corales, por momentos rozando un naufragio que el director salvó en el último momento. Correcta la Orquestra Simfònica del Vallès, con los habituales problemas de los metales, a los que ayer se unieron las maderas y, como siempre, entusiasta el Cor dels Amics de l’Òpera de Sabadell.