MCO Heras Zaragoza19

La arruga es bella

Zaragoza. 11/04/2019. Auditorio de Zaragoza. Obras de Stravinsky y Falla. Mahler Chamber Orchestra. Carmen Romeu y Marina Heredia, solistas. Dir. musical: Pablo Heras-Casado. 

Tan solo tres ciudades -Barcelona, Zaragoza y Murcia- han podido disfrutar en España del último tramo de esta gira europea -con paradas en Ámsterdam y Heidelberg- de la Mahler Chamber Orchestra con el director Pablo Heras-Casado. Bajo el título de Magia, el maestro granadino ha encontrado su perfecta horma con un programa que incluía ración doble de Falla (El sombrero de tres picos y El amor brujo) y un espléndido aperitivo de Stravinsky (Suite de Pulcinella).

Al hilo de su paso por Barcelona, Heras-Casado reconocía en una entrevista para La Vanguardia que las grabaciones de Falla que llevase a cabo Josep Pons, a principios de los años noventa del pasado siglo, fueron un antes y un después para él, encontrando en ellas "una lectura abierta, que pone a Falla como compositor de la modernidad, revolucionario, que escribe de una manera de su tiempo, contemporánea, cercana al mundo de Bartók, de Stravinski y la vanguardia internacional". Y efectivamente, en esas coordenadas se enmarca su lectura de la obra de este universal compositor español. Lo cierto, en todo caso, es que Heras-Casado ha querido situarse en esa estela pero yendo aún más allá. 

El modisto Adolfo Domínguez acuñó ese celebrado eslogan según el cual ‘la arruga es bella’. Este Falla de la MCO y Heras-Casado entronca de alguna manera con ese adagio y sobre todo con su trasfondo: y es que no hace falta recrear la música de Falla con una pátina folclorista, superficial y vana. De hecho, lo más auténtico de su legado está en sus aristas, en sus desgarros, en sus heridas abiertas, por las que mana un color irisado y cuajado de ecos e imágenes pretéritas. Por supuesto que Falla se alimentó de la música popular de su tiempo; por descontado que el flamenco y la gitanería están presentes en estas dos obras de una manera inmediata y evidente. Pero no por hacerlo más evidente se le hace un mayor favor a la música de Falla.

Es curioso comprobar hasta qué punto el programa de esta velada, abriéndose con la Suite de Pulcinella, un ejercicio neoclasicista por parte de Stravinsky, parece ofrecer un reflejo a contraluz de la modernidad de Falla, de quien a priori pocos dirían que fue tan vanguardista en su hacer como precisamente parece asumido que sí lo fuera Stravinsky en lo suyo. Precisamente esta Pulcinella fue un encargo de Diáguilev a Falla que éste rechazó, recayendo más tarde el compromiso en manos de Stravinsky, quien un tanto a regañadientes asumió el empeño para su estreno en 1920, próxima pues también la celebración de su centenario. Y es que antes, este mismo año, El sombrero de tres picos, revisión de El corregidor y la molinera para los Ballets Rusos de Diáguilev, cumplirá cien años el próximo mes de julio, con su correspondiente celebración en el transcurso del Festival de Granada, a la sazón dirigido por Pablo Heras-Casado. 

Durante todo el concierto la MCO ofreció un sonido portentoso: brillante, compacto, flexible... virtuoso al fin y al cabo. Hubo momentos verdaderamente frenéticos e inspirados en su ejecución. Una decena de músicos españoles engrosaban sus atriles. Es de justicia poner en valor el extraordinario desempeño de algunos de los músicos de la formación, partiendo no obstante del excelente nivel de conjunto: desde la concertino Meesun Hong Coleman al ruso Andrey Godik en el oboe, pasando por José Vicente Castelló en la trompa o Júlia Gallego en la flauta. Por otro lado, Carmen Romeu sonó entonada y genuina en sus dos intervenciones en El sombrero de tres picos. Y en El amor brujo la soberbia intervención de Marina Heredia aporto el duende, la memoria, el eco de una tradición genuina que sigue estremeciendo.

Afortunadamente, estas extraordinarias versiones de la música Falla quedarán para el recuerdo, pues durante los ensayos en Barcelona, y aprovechando el concierto en L´Auditori, se ha llevado a cabo una grabación para el sello Harmonia Mundi, con el que Heras-Casado trabaja a menudo. Quedará así preservado en disco un Falla luminoso y universal, recreado con garbo y con duende, con todas las bellas arrugas que el propio compositor dispuso, minuciosamente atendidas por una orquesta en estado de gracia y en manos de una batuta tan convencida como convincente.