Nabucco Dresde2019 Domingo Saioa DanielKoch

El talento no tiene patria

Dresde. 09/06/2019. Semperoper. Verdi: Nabucco. Plácido Domingo, Saioa Hernández, Vitalij Kowaljow, Massimo Giordano, Christina Boch y otros. Dir. de escena: David Bösch. Dir. musical: Jordi Bernácer.

Hasta tres artistas españoles -Saioa Hernández, Plácido Domingo y Jordi Bernàcer- encabezaban el cartel de esta esperada representación de Nabucco en la Semperoper de Dresde. Estas funciones han supuesto un nuevo triunfo en Europa para la soprano española Saioa Hernández, quien precisamente durante estas funciones en Alemania tuvo ocasión de protagonizar su debut en el Covent Garden de Londres, reemplazando a Sondra Radvanovsky como Maddalena en Andrea Chénier, junto a Roberto Alagna. Poca broma, pues, con la proyección que está tomando la trayectoria de la soprano madrileña.

Saioa Hernández -a la que Riccardo Chailly viene eligiendo como su soprano de cabecera en la Scala- está en un momento extraordinario: voz imponente, manejada con un arrojo casi insolente, sin arredrase ni un instante, con una presencia escénica de sobresaliente poderío. Su instrumento tiene un metal y una presencia que impactan, como bien testimonió el público local al terminar la función, ovacionando a Saioa de manera extraordinaria. Su Abigaille es impetuosa pero vulnerable; su grandiosidad y su garra esconden una herida que la española sabe comunicar perfectamente con su interpretación. Inmejorable debut, pues, para ella en la Semperoper. Un triunfo indudable.

Ha llegado un punto en el que la carrera de Plácido Domingo rebasa ya cualquier realidad anteriormente conocida en la historia de la lírica. Ya no es un tenor, tampoco es un barítono propiamente dicho. Es simplemente Plácido Domingo, un artista de talla histórica, de un carisma sin igual, dueño aun hoy de un instrumento privilegiado y único. Asombra verle aparecer en escena, irradiando como pocos hoy en día ese magnetismo de los grandes. Pero asombra aun más comprobar que la voz corre por el teatro sin excesivo esfuerzo, con un centro que es gloria pura. Domingo se ha fabricado un instrumento muy particular, a estas alturas, con sus trucos si ustedes quieren, pero siempre al servicio del drama, buscando la verdad del teatro y con su total entrega en pos de la música. Su Nabucco, que suena hoy francamente mejor -inexplicable- que el que ofreció hace unos años en Londres, se sostiene con un fraseo apabullante.

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En línea con esto, permítanme la exageración, pero se diría que una palabra de Plácido Domingo vale hoy -a sus 78 años- más que la carrera completa de algunos solistas. No cabe sino quitarse el sombrero ante su entrega y su compromiso, asumiendo su papel en esta nueva producción como si fuese el más joven del elenco y desafiando al paso del tiempo con su voz y su carismática presencia. Domingo, por cierto, estaba entusiasmado con Saioa Hernández, preguntándose cómo es que no la había conocido antes. Es curioso, en relación con esto, que los teatros españoles -salvo contadas excepciones, como Sabadell o Coruña- se estén dando cuenta tan tarde del talento de la soprano española, que aun espera su debut en una plaza como el Teatro Real, donde precisamente cantará su Abigaille en las funciones de Nabucco previstas nada menos que en 2022, en la produccion de Andreas Homoki que ahora se estrena en Zúrich.

No dejan de leerse ahora comentarios reclamando la "marca España" para los éxitos de Saioa Hernández. Les diré una cosa, en la que pienso firmemente: el talento no tiene patria. Si Plácido Domingo lleva más de cincuenta años sobre los escenarios es únicamente por efecto de su talento y su trabajo. Nadie le ha regalado nada, y mucho menos su país, al que sin embargo adora como el que más. Y  nadie le ha puesto tampoco desde España un trampolín a Saioa Hernández para que triunfe en Europa: ese camino se lo ha labrado ella, como tantos otros -pienso ahora mismo en Ruth Iniesta, quien está cantando en Italia mucho más que en España-. Así que no seamos tan hipócritas y oportunistas: si España no se ha acordado de su talento cuando debía hacerlo, para ayudarles, que España no se apunte ahora el tanto de sus éxitos.

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Completando el reparto encontramos el imponente Zaccaria del bajo ucraniano Vitalij Kowaljow. Sonoro y firme, fraseó su parte con nobleza y autoridad, cosechando el apláuso unánime del respetable. Massimo Giordano firmó un Ismaele arrojado y un tanto desbocado, con unos medios amplios y genuinamente italianos, aunque de emisión desigual. Christina Bock fue una Fenena ideal, aprovechando cada una de sus breves intervenciones para mostrar su buen hacer.

La producción de David Bösch es ingeniosa aunque no será del gusto de todos. Medio en broma, medio en serio, lo cierto es que habría que aplaudirla simplemente por hacernos ver a Plácido Domingo aparecer en escena sobre un 4x4, con gafas de sol, recordando a una suerte de Fidel Castro. La caracterización del personaje de Nabucco como un revolucionario tiránico venido a menos deparó también el momento más jocoso de la noche. Bösch hace aparecer a Nabucco con ademanes infantiles, botando una pelota, como si hubiera perdido la noción del tiempo. Plácido Domingo perdió el control de la susodicha pelota, que acabó cayendo en el foso, sobre los músicos de la orquesta, para perplejidad y carcajada del público. El bueno de Domingo no dejó de disculparse con los músicos durante los saludos, aunque el incidente no pasó de ser nada más que eso, una anécdota. Sea como fuere, el trabajo de Bösch tiene la virtud de actualizar el carácter original de la pieza de Verdi, entroncando con ese aire marcial que anima su música, sugiriendo interesantes concomitancias con los tiránicos regímenes que aun hoy se imponen en determinadas regiones del Medio Oriente.

En recambio de Omer Meir Wellber, el actual principal director invitado de la Semperoper, acudió a última hora la batuta del valenciano Jordi Bernàcer. Su dirección al frente de la Staatskapelle fue todo un éxito. Vibrante y enérgico, firmó una versión electrizante de Nabucco. La orquesta respondió con un sonido extraordinario, con unos metales infalibles y una cuerda brillantísima. Mención especial también para el extraordinario coro titular de la Semperoper, capaz de sonar más fluido y articulado con esta paritura que muchos otros coros mediterráneos, a priori más familiarizados con esta parte. Bernácer es actualmente -desde 2015- el resident conductor de la San Francisco Opera, colaborando frecuentemente con Plácido Domingo en diversas galas líricas y otros proyectos.

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