turandot 2reparto liceu antoni bofill

 Una obsesión moderna

Barcelona. 11/10/2019. Gran Teatre del Liceu. Puccini: Turandot. Lise Lindstrom (Turandot), Gregory Kunde (Calaf), Anita Hartig (Liù), Ante Jerkunica (Timur), Toni Marsol (Ping), Francisco Vas (Pang), Mikeldi Atxalandabaso (Pong), Chris Merritt (Altoum) y otros. Orquesta y Coro del Gran Teatre del Liceu. Franc Aleu, dirección de escena y videocreación. Josep Pons, dirección musical.

Por muchas razones, Turandot es una ópera especialmente abierta a la hermenéutica dramática. Problemática y casi limítrofe que diría Eugenio Trías, también por su carga simbólica y por ende ambigua. Nada sencilla tampoco es su dramaturgia, en muchas ocasiones cifrada en una emancipación del sonido sobre la voz que aquí alcanza –como quizás sólo en pasajes de Tosca– cotas inéditas. El alcance y el significado del personaje de Liù por ejemplo, no lo explica tanto el texto como el foso, así como el lenguaje casi atonal revela la incertidumbre de los enigmas propuestos a Calaf. 

Franc Aleu no ha venido a hacer “su” Turandot ni a revelarnos la quintaesencia de su arquitectura dramática, y en eso se sustenta el éxito de una propuesta de despliegue tecnológico. El artista catalán ha navegado en profundidad por los recovecos de la obra y la presenta regada de numerosos guiños y referencias al mundo digital. Sobre una inmensa plataforma giratoria se desarrolla toda la plasticidad escénica, alimentada por la proyección audiovisual. El videoarte es su terreno y en ello están los momentos estéticamente más inspirados, administrados con inteligencia y belleza, en un primer acto de impacto visual favorecido por un excelente trabajo de iluminación. Aleu construye una Turandot de “promesa electrónica” como la define La vida intensa. Una obsesión moderna (2016) de Tristan Garcia: “Si empezamos a desear robots es simplemente porque la vida en nosotros, hastiada por la rutina de su propia intensidad, ya no puede fijar su curiosidad más que en la mecánica, en una apariencia de vida que realmente no vive”. Por eso esta lectura da un paso más allá de la deshumanización propia de la estética futurista, asumiendo la desrealización de la condición humana en el mundo virtual que habitamos, dotándola al mismo tiempo del fulgor religioso propio del fuga mundi. El gesto no es gratuito, si nos atenemos al propio texto de los tres ministros cuando avisan a Calaf en el primer acto que el rostro que ve “es una ilusión”, o la propia Turandot proclamando en el tercer acto que no es cosa humana sino “hija del cielo”. La solución para el final es afortunada y coherente con el desarrollo (o la ausencia de este) del personaje de Turandot, pese haber sido tan mal comprendida. Existe tal vez un trauma en esta ciudad con las obras de arte inacabadas, quizás agudizado tras el eterno empeño en finalizar la magna obra de Gaudí sin un sólo plano. 

El calado vocal y actoral de los principales roles en esta ópera no está al alcance de cualquiera, y los que se convocaron estuvieron a la altura. La atrocidad y violencia de la princesa Turandot fue bien defendida por Lise Lindstrom, con más abundancia en agudos que en graves y más belleza que agresividad, pero con una In questa reggia de espléndida proyección. El fraseo y la robustez de Gregory Kunde redondeó un Calaf de altura. Más que una intensidad en los agudos que en algún momento se echó en falta, la robustez y amplitud vocal junto a una sabia administración del vibrato fueron sus mejores armas. Calaf encarna lo heroico, pero no es un héroe burgués, sino nietzscheano: un afirmador amoral de la vida, y todo eso fue el tenor. Dotada de toda la calidez que exige el personaje, Anita Hartig como Liù fue la más aplaudida. Sin olvidar la gratitud del rol, el refinado canto de la rumana mereció los elogios, pero más aún si cabe la soberbia desenvoltura de su acertada caracterización, capaz de transmitir ese placer en el dolor de la renuncia. Con una voz de envergadura y nobleza, convenció el Timur de Ante Jerkunica. Cumplió Chris Meritt como Altoum e impecable trío fue el de Toni Marsol, Francisco Vas y Mikeldi Atxalandabaso. Buen trabajo del coro –habitantes y guardianes de ese mundo virtual–, que con frescura supo lograr un sonido homogéneo y adaptarse a la enorme pluralidad de atmósferas que dibuja una partitura en la que Puccini le concede la entidad dramática y narrativa de un personaje, al modo de la tragedia griega. También buena nota la concurrencia del Coro Vivaldi. 

Con recuerdos a su admirado Debussy, en una orquestación nutrida y minuciosa es en lo que el compositor deposita el peso de una historia que se le escapa de las manos, porque se mueve en el terreno resbaladizo del simbolismo dramático. Punzante, agresiva, dúctil, la orquesta encontró inspiración en la gran diversidad de materiales con los que Puccini trabaja, con una percusión acertada y sin excesos, metales de sonido imperial y cuerdas tan rugientes como revestidas por una admirable cantabilidad. Y en esto seré rotundo: Pons ofrece un Puccini, además de brillante, fluido y cautivador, muy interesante. Su trabajo denota inteligencia y madurez y no es más que la otra cara de lo que hizo con Elektra hace tres años. Si en aquella ocasión, más allá de subrayar su filiación con Wozzeck y el expresionismo abordó un Strauss que se beneficiaba de un refinamiento mozartiano desde el que trabajó la orquesta, esta vez aborda un Puccini que también recurre a la sutileza melódica y el delicado tratamiento de la voz que se encuentra en Mozart, pero al mismo tiempo lo nutre del colorido, la expresividad y la profundidad psicológica de Strauss. Y en esto último encuentra gran complicidad con el concepto dramático de Aleu. 

No existió sólo una modernidad musical. Sí, había muchas maneras de ser moderno y la de Puccini, quien consideró que esta partitura hacía palidecer todas las anteriores, era una, llevando al género lírico más allá de sí mismo. La propuesta, valiente y rigurosa en muchos aspectos, es capaz de presentar una Turandot vigorosa y elocuente en un presente que vive la enésima crisis de la modernidad. 

Foto: Antoni Bofill.