Jansen Jarvi Berliner19 Frederike van der Straeten

 

Acariciar el alma

Berlín. 12/10/2019. Philharmonie. Obras de Sibelius, Tchaikovsky y Schumann. Berliner Philharmoniker. Janine Jansen, violín. Paavo Järvi, dirección musical.

El maestro estonio Paavo Järvi (Tallin, 1962) viene intensificando su relación con la Filarmónica de Berlín durante los últimos años, estando presente hasta dos veces en su agenda de conciertos a lo largo de 2019. Para este último fin de semana habían escogido un extraño programa que emparejaba piezas de Sibelius (Tapiola), Tchaikovsky (Concierto para violín y orquesta) y Schumann (Sinfonía no. 3). No termino de ver el hilo conductor, sobre todo en lo relativo al compositor alemán; es más evidente en cambio la liaison entre el autor finlandés y el compositor ruso, hasta tal punto que una sinfonía de Sibelius hubiera sido un mejor colofón al concieto, en la segunda mitad, en lugar de la sinfonía de Schumann. Sea como fuere, lo mejor del concierto vino de manos de la violinista holandesa Janine Jansen (Soest, 1978). 

Veinte años lleva ya Jansen paseando su visión de esta partitura por los escenarios de medio mundo. Y no es para menos. Su arte se encuentra en un momento de madurez extraordinaria. Lo de Janine Jansen no fue solamente virtuosismo técnico, que se da por descontado ya a estas alturas, en su caso, aunque volvió a confirmarlo con creces. Por encima de todo su Tchaikovsky fue un dechado de expresividad, de alma, que es al fin y al cabo lo que uno espera cada vez que escucha una partitura de Tchaikovsky en vivo. Sensible y expresiva, deleitándose con la pieza y buscando la mayor complicidad posible con la orquesta, Jansen abordó el Concierto para violín y orquesta del compositor ruso como una entrega impagable, con poesía a raudales, matizando cada sonido. Nada parecía improvisado, pero todo sonaba natural, de una belleza que despertaba las lágrimas, como acariciando el alma. Arte con mayúsculas, un romanticismo sincero y franco, puro Tchaikovsky.

Paavo Järvi fue un perfecto cómplice para esta lectura, aportando la tensión y el ímpetu que hacían de contrapunto a la poesía arrebatada de Jansen. La conexión entre ambos fue obvia, sobre todo en el finale, lanzado a velocidad de vértigo y con un excitante sentido del ritmo. Qué maravilla escuchar a esta orquesta desatada. El concierto había comenzado con la intensa Tapiola de Jan Sibelius, un poema sinfónico que pone música a Tapio, el espíritu del bosque animado mencionado en el Kalevala. Con un idiomático discurso, Paavo Järvi supo ponderar aquí lo sombrío y lo misterioso, dejando entrever ese mundo mágico de las hadas y los dioses, con una extraodinaria paleta de colores, que parecía ser infinita en manos de la Filarmónica de Berlín. 

En la segunda mitad del programa, Paavo Järvi lideró una vibrante interpretación de la Sinfonía no. 3 de Schumann, más conocida como la "Renana". Digo vibrante, y digo bien, porque ese fue el principal pulso que sostuvo su lectura, quizá impetuosa en demasía, poco ductil, sobre todo pensando en la variedad de inflexiones que cabía recabar de esos atriles. Como era lógico y esperable, los Berliner Philharmoniker volvieron a ofrecer una clase magistral, no solo en términos de pura ejecución técnica, también por el alma y el color que aportaron a la partitura. Esta sinfonía en cinco movimientos, estructura inusual para su tiempo, fue compuesta por Schumann a finales de 1850 y estrenada un par de meses después en Düsseldorf. La pieza trae consigo un evidente vitalismo, una impresión optimista y entusiasta. Con ese espíritu entroncó sin duda Järvi, quien sin embargo dejó atrás cualquier atisbo de melancolía, ese contraste en claroscuro que hubiera ayudado a disipar la impresión de inercia que terminó teniendo su lectura, ciertamente dinámica pero demasiado enfática. Járvi grabó hace unos años ya la integral de las sinfonías de Schumann, con la Deutsche Kammerphilharmonie, con un enfoque menos vigoroso, con más contrastes e inflexiones de las que se escucharon en esta lectura con los Berliner, que en cualquier caso fue apabullante, en términos de control y contundencia.