nabucco irun

LA VOLUNTAD NO MUEVE MONTAÑAS

Irun. 13/10/19. Centro Cultural Amaia. Giuseppe Verdi: Nabucco. Andrea Zese (Nabucco). Ruben Amoretti (Zaccaria). Manuel de Diego (Ismaele). Fernanda Costa (Abigaille). Lola Casariego (Fenena). Iker Casares (Abdallo). Darío Maya (Sumo Sacerdote). Klara Mendizábal (Anna). Orquesta Sinfónica y Coro Luis Mariano. Eragiyok Abesbatza. Elena d’Angelo, dirección de escena. Aldo Salvagno, dirección musical.

En las últimas temporadas la Asociación Lírica Luis Mariano ha decidido asumir la interpretación de obras de gran exigencia artística, caso de Aida, Turandot o esta Nabucco, obras que superan en mucho las exiguas posibilidades técnicas que ofrece el Centro Cultural Amaia de la ciudad guipuzcoana. En estos títulos las orquestas son amplias, el coro juega un papel importante y por si esto fuero poco, en algunas de ellas algunas de las voces protagonistas son de gran exigencia, prácticamente creadas para especialistas. Eso sí, es indiscutible el éxito popular de las dos funciones pues la Asociación Lírica pudo colocar ese cartel sinónimo de felicidad que es el de “Entradas vendidas”.

Para la función que nos ocupa la Asociación decidió reforzar su usualmente exiguo coro con miembros de la agrupación Eragiyok Abesbatza que al menos dotaron de cierto fuste a los relevantes momentos corales. Por desgracia, lo que parece ser no reforzable es la plantilla orquestal, quizás por las limitaciones evidentes del minifoso o quizás por la imposibilidad económica de hacerse con más instrumentistas. En cualquier caso en estas óperas que estamos recordando la orquesta juega un papel determinante y con una cuerda tan exigua y tan pálida, es imposible hacer frente a una partitura como la de Nabucco. Hoy por hoy el foso es el gran problema al que debe hacer frente la Asociación que, por otro lado, sigue siendo un ejemplo de arrojo, pasión y fervor por la ópera proponiendo cada seis meses un título que ofrecen con las mejores prestaciones posibles.

Aldo Salvagno, que dirige prácticamente el cien por cien de los títulos operísticos, bastante tiene con marcar las pautas, coordinar a los dos coros y tratar de sacar de la orquesta un sonido reconocible. Porque, ¿dónde ha quedado la energía verdiana de esta ópera, esas cabaletas empujadas por una orquesta que, aunque no alcanza la riqueza tímbrica de óperas posteriores del mismo compositor, es característica singular de esta obra? Valga como ejemplo del pobre acompañamiento a las voces, muy por encima de la orquesta, el final del acto II, S’apressan gl’instante.

Ya queda apuntado que las voces fueron un valor interesante en esta función… con la excepción más que previsible de Abigaille. Y es que este papel es el símbolo perfecto de lo que podríamos llamar la soprano imposible. En cualquier caso cabe decir que las voces masculinas fueron sustancialmente más interesantes que las femeninas. Andrea Zese es quizás demasiado liviano para ser el rey pero hace un esfuerzo por dibujar un Nabucco lírico, contenido y preocupado por el matiz. Ruben Amoretti ha sido, a pesar de que su timbre no es precisamente bello, el mejor intérprete de la noche con diferencia. Su Zaccaría tiene la virtud de estar construido por una voz homogénea en su sonido tanto por la zona aguda como en los exigentes graves. Imponente en su escena inicial, Sperate, o figli, recogido en su plegaria y elocuente en el final, con un …il re!! que fue sencillamente espectacular.

Manuel de Diego asumió el poco brillante papel de Ismaele y es de aplaudir el mérito de hacerse notar con voz lírica, de agudo fácil y volumen suficiente. Un lujo para un papel de estas dimensiones. Muy bien Darío Maya como Sumo Sacerdote (además de estar presente en el coro durante los momentos que el papel le dejaba libre) con voz amplia y voluminosa y notable Iker Casares en el rol de Abdallo, doblando como el anterior en labor ímproba como coralista.

En el lado femenino la asturiana Lola Casariego, mezzo veterana que lleva casi tres décadas de carrera a sus espaldas, asumió el ingrato papel de Fenena que, sin embargo, tiene la suerte de disfrutar el papel del camino al martirio, en el acto IV. La voz está algo limitada en la zona aguda pero el centro suena potente. Klara Mendizábal se hizo escuchar en su Anna por la limpieza de sus agudos mientras que Fernanda Costa asumió ese que llamábamos al inicio, un papel imposible. La soprano quedó superada por el papel en las partes dramáticas de agilitá (recitativo y escena del acto II, por ejemplo) logrando una interpretación más plausible en las partes más líricas (escena de su muerte, por ejemplo).

Para muchos de los asistentes Nabucco es sinónimo de Va, pensiero, lo que no deja de ser una injusticia porque el coro canta esto y bastante más, con partes nada sencillas. Pues bien, el Va, pensiero quedó bien, pero falto de emoción. Al estar un grupo coral de refuerzo el sonido ganó en empaque y sonoridad aunque eran inevitables algunos desajustes. Eso sí, el público braveó con elocuencia la celebérrima página.

Ni que decir que la puesta en escena de Elena d’Angelo era, literalmente, de una pieza. Un marco que delimitaba el breve escenario donde las masas corales buscaban el hueco donde ponerse en posición adecuada. Incomprensible lo del grupo de danza.

¿Ha sido la de Nabucco una función redonda? Pues permítaseme decir que asumiendo los graves condicionantes que sufre cualquier función operística en el minúsculo lugar donde se representa, sí; y ello, por mérito de las voces. El próximo 21 de noviembre nos presentarán la nueva temporada, la correspondiente al año 2020 y uno ya hace un hueco en su agenda para volver, al menos, tres veces más al Centro Cultural Amaia. Y con placer.