Mozkor Parregarria

La primera ópera en euskera visita la corte

En el pasado marzo de 2015 varias decenas de vecinos de Bergara (Gipuzkoa) decidieron poner en pie la ópera en euskera más antigua de la que se tiene noticia, Mozkor parregarria (El borracho burlado), de Xabier María de Munibe, VIII Conde de Peñaflorida. No estamos ante una ópera al uso porque, de hecho, Munibe no era un compositor; estamos ante el reflejo perfecto de lo que supuso la Ilustración en tierras vascas, como lo supuso también en el resto de las tierras europeas durante el siglo XVIII: el compromiso por el cultivo de la cultura y la extensión del conocimiento. 

En el caso del País Vasco esta Ilustración se concreta en la reconocida labor de la Sociedad Bascongada de Amigos del País, instrumento a través del cual la cultura vasca, siempre dentro de su modestia, conoce momentos de esplendor y difusión sin precedentes.

El Conde de Peñaflorida aborda la composición musical de esta ópera de forma diletante. Podemos imaginarnos a un grupo de amigos animando al noble a componer una obra semejante para luego ser esos mismos amigos quienes la pusieran en escena en torno a un grupo mayor de conocidos, muchos de ellos pertenecientes a la nobleza vasca. Es precisamente éste el espíritu que anima a varias decenas de vecinos de Bergara a abordar la puesta en escena de la obra aprovechándose de la redondez del aniversario del estreno de la misma. 

Efectivamente, en 2015 se cumplieron los 250 años del estreno, acontecido en la Casa Consistorial de la villa y los promotores de la idea tuvieron la feliz ocurrencia de reestrenar Mozkor Parregarria en el  mismo lugar. Tuve la fortuna de asistir a una de las primeras funciones (en dos días se ofrecieron cuatro a los vecinos del pueblo) y lo allá visto me causó tanta sana envidia como sincero aplauso. 

Posteriormente, y quizás de forma inesperada el grupo de amigos y dada la difusión lograda por este acontecimiento, ha terminado girando la obra por distintas localidades vascas, fundamentalmente guipuzcoanas, posibilitando así tanto la difusión de la obra como el poner al alcance de pueblos con infraestructuras culturales exiguas el mundo de la ópera, aun siquiera en pequeño formato. El último concierto ha tenido lugar el pasado 23 de abril en el Teatro Principal, de Vitoria donde pude disfrutar una vez más de la obra y, sobre todo, del desinteresado trabajo de unos aficionados que son capaces de superar las trabas musicales con mucha ilusión y aún más dignidad.

Aquel proyecto que parecía coyuntural y elaborado en torno a un aniversario ha ido fortaleciéndose hasta el punto de que en fechas inmediatas la compañía aparecerá en la “corte madrileña” pues ya está anunciado el concierto que el próximo 30 de abril y con entrada libre, ofrecerán en la Iglesia de San Ignacio de Loyola, la llamada “iglesia de los vascos” en la capital del reino.

Mozkor parregarria es la primera ópera vasca de la que se tiene noticia y es buen exponente de la situación lingüística del momento. La ópera es bilingüe pues mientras todos los personajes llanos hablan exclusivamente en euskera (idioma que en algunos diálogos ha sido modernizado para su más fácil comprensión) los nobles prefieren usar la lengua castellana, entendida ésta como símbolo de modernidad y culturización. Tal situación ha permanecido así estancada hasta prácticamente nuestros días pues hasta la denominada transición de 1977 el euskera no se normalizó en ámbitos tan fundamentales como la enseñanza obligatoria, la universidad y otros ámbitos culturales esenciales.

Su argumento es tan previsible como elemental: Txomin Garrote es un zapatero que tiene el serio problema del alcohol y sus frecuentes borracheras. Su esposa está ya desesperada y, casualmente cuenta a un noble su problema, prestándose éste a ayudarle. En el momento en que el zapatero vive su enésima noche de alcohol es trasladado a un palacio, disfrazado de noble y le hacen creer que es el Marqués de Trapisonda. Todo esto va a generar situaciones cómicas en las que la ignorancia del zapatero quedará en evidencia. Al final del entuerto, el pobre Txomin Garrote, incapaz de entender lo que está pasando, promete a su esposa no volver a beber.

La historia tiene ese aspecto pedagógico y paternalista propio del punto de vista de una nobleza que “asiste” al pueblo llano en sus problemas. No nos cuesta imaginar que el noble presente en la obra podría no ser sino una extensión del mismo Conde de Peñaflorida. En el aspecto musical Mozkor parregarria vive de la llamada música de salón, con la que se fusionan muchos aires vascos populares fácilmente reconocibles. La orquestación está realizada para un grupo sencillo, a saber, cuarteto de cuerda y clave. Los dos artífices de este proyecto han sido Iñigo Alberdi, ex gerente de la Orquesta Sinfónica de Euskadi y que ha asumido la coordinación musical del proyecto y Valen Monux (escenógrafo, por ejemplo, de la última Traviata programada por Opus Lírica en San Sebastián), responsable de la puesta en escena.

La obra apenas sobrepasa los ochenta minutos de duración y está estructurada en dos actos. El primero se sitúa en la zapatería, donde el borracho intenta pasar la resaca como buenamente puede mientras que el segundo ya ocurre en el palacio del Marqués de Trapisonda, donde el pobre hombre ha de sufrir los malentendidos y propios de una situación que no controla. El tono de ópera es, por lo tanto, humorístico y ejemplarizador. El humor se expresa a través de las cuitas y las palabras del borracho, incapaz de entender como ha terminado vestido de noble, dueño de un palacio y con muchos sirvientes en derredor; mientras, lo ejemplarizante, ya apuntado, se dibuja en el papel moralizante de la nobleza y en la reivindicación de las buenas formas y la necesidad de la cultura entre malas personas más llanas.

Si uno busca una función operística al uso, fracasará. Estas funciones no soportan ningún análisis canoro sin terminar en la más absoluta desesperación. Lo que si soportan estas funciones es el análisis del valor que tiene el poner en pie un proyecto musical tan importante, con medios tan modestos y con resultados que no hacen sino provocar en el eventual espectador una sonrisa franca y sincera.

El próximo sábado, 30 de abril, a partir de las 20:00 horas y en la Iglesia de San Ignacio de Loyola sita en la calle del príncipe, y con la ayuda de sobretítulos para la compresión de lo dicho y cantado en euskera se tiene la oportunidad  de descubrir un perfecto ejemplo de lo que es un proyecto popular, digno y merecedor de nuestro aplauso.