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¡Spectateurs!

08/11/19. Madrid. Auditorio Nacional. Obras de Stravinsky y Poulenc. Nikolai Schukoff (Edipo). Stéphanie d'Oustrac (Iocasta). José Antonio López (Creonte / Mensajero). Alexander Vinogradov (Tiresias). Francisco Vas (Pastor). Carlos Hipólito, narrador. Orquesta y Coro Nacionales de España. Josep Pons, director musical.

¡Spectateurs! (¡Espectadores!) Reclama atención el narrador entre las butacas al comienzo de Oedipus Rex, de Stravinsky. Y no podía emplear mejor palabra, puesto que somos "asistentes a un espectáculo público", tal y como recoge nuestra Academia de la lengua. La Orquesta y Coro Nacionales de España son uno de los mejores ejemplos de servicio público (algo que se ha propuesto potenciar su nuevo director técnico Félix Palomero, tal y como me confirmaba en una conversación reciente) y no cabe duda que, viviendo un gran momento desde hace unas temporadas, con el comienzo de esta última estamos asistiendo a un espectáculo continuado, semana a semana, en el que resulta incluso difícil coger aire para sobreponerse. De lunes a jueves, los abonados de la OCNE, deben sentir como si peregrinaran por el desierto: Segunda de Mahler, Tristan und Isolde, Simone Young con repertorio ruso y, ahora, esta suerte de maravilloso drama estático-musical, con tintes de thriller sofoclianos y efervescencia neoclasicista.

No es sólo eso, es que además ha sido servido de forma prácticamente sublime. Primero y por encima de todo, por el estupendo momento que vive el Coro Nacional de España, que hay que poner, de nuevo, en su justo reconocimiento. Ya desde la primera parte de la noche, donde interpretaron a capella dos piezas de stravinsky: Pater Noster y Ave Maria, de medido recogimiento. Tras ellas, ya sólo el coro femenino (puesto que no participa en Oedipus), regaló una sentida versión de las Letanías a la Virgen negra, de Poulenc, donde Josep Pons ya comenzó haciendo de las suyas, al frente de la formación. Un acompañamiento cristalino y expositivo en la parte orquesta, donde el compositor recalca el drama interior, en pro de la palabra dada, que fue todo contemplación.

Ya en el drama stravinskiana, una música que emociona al pensarla, al meditarla, desmenuzarla, la magia fue absoluta. Este Stravinsky le va como un guante al director catalán. Sensacionales, sin paliativos, los coros de la plaga y el Gloria. Se contó, además, con un reparto de voces solistas de primerísimo nivel. El barítono José Antonio López fue de menos a más, mejor en su Mensajero, mientras que Francisco Vas destacó en su breve intervención como Pastor. Alexander Vinogradov, un habitual de escenarios como el Metropolitan de Nueva York y quien ha destacado últimamente en España en sus apariciones en Lucia di Lammermoor (Les Arts) y Turandot (Liceu), fue aquí un Tiresias de auténtico lujo. Nikolai Schukoff sacó adelante, sin problemas, la ingrata parte de Edipo, con esa tesitura con la que Stravinsky parecía reírse del drama, buscando una caracterización despejada de dramas por parte del compositor (en su idea original, de hecho, los personajes tan sólo podían mover cabeza y brazos). Por su parte, Stéphanie d'Oustrac dibujó una Iocasta de cálido timbre y muy disfrutable expresividad, salvando además las notas graves más comprometidas. Redondeó el reparto la narración de Carlos Hipólito, animal teatral donde los haya (¡Suerte que Cocteau llegó a convencer a Stravinsky para sus intervenciones!).

¡Espectadores, regocijémonos! ¡Nos han arrancado los ojos, nos han regalado los oídos!

Foto: Rafa Martín.