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¡Hasta pronto, Cadaqués!

Zaragoza, 10/12/2019. Sala Mozart del Auditorio. Obras de Mozart y Beethoven. Martin Fröst (clarinete), Ricarda Merbeth (soprano), Olesya Petrova (mezzo), José Bros (tenor) Steven Humes (bajo). Coro Estatal de Letonia. Orquesta de Cadaqués. Gianandrea Noseda, director.

Hace unos días, una de las orquestas históricas de España anunciaba que, con la gira que el día 10 emprendía en Zaragoza (y que incluye también visitas a Barcelona y Madrid) comenzaba “un periodo de descanso y reflexión”. Desgraciadamente sabemos qué consecuencias tienen muchas veces esos “parones” y esperemos que efectivamente pronto se puedan volver a ver en los escenarios, a unos músicos de una calidad muy alta y contrastada.

Para su despedida, y dirigidos por Gianandrea Noseda, que siempre ha estado muy vinculado y ha sido su director principal desde que ganara en 1994 el concurso de dirección de la villa catalana hasta la actualidad, se ha elegido un programa que aúna la belleza y la extrema exigencia. El Concierto para clarinete en La KV. 622, encargo de Anton Stadler, es una de esas piezas memorables que nos legó el genio de Mozart. Escrito justo después de La flauta mágica (KV 620), tiene hondas relaciones musicales e inspiración común con la última ópera del genio salzburgués, que moriría ese mismo 1791, pero también con el llamado “Quinteto Stadler” de dos años antes, que tiene también como protagonista al clarinete y que se alimenta (como lo haría La flauta) del espíritu masónico, del espíritu de la fraternidad. La interpretación del gran clarinetista Martin Fröst de este concierto fue espectacular. Si su gesto resulta demasiado “barroco”, su sonido fue perfectamente clasicista. Ese concepto tan manido de belleza mozartiana tuvo en sus dedos un completo sentido porque supo adaptarse en todo momento, pero a la vez darle un toque muy personal a la partitura. Remarcó lo que tiene el concierto de lucha de la Verdad y la Razón contra lo Oscuro. Una maravillosa demostración de virtuosismo que tuvo su epílogo en una improvisación final mezcla de demostración de dominio del instrumento y humor. Noseda adaptó el precioso sonido de la Orquesta al solista y esa unión produjo momentos completamente mágicos como en el conocido Adagio. Realmente una interpretación que el público no olvidará fácilmente.

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La Missa Solemnis Op. 123 es uno de los proyectos más ambiciosos del ya por si ambicioso Ludwig van Beethoven. Dedicada al archiduque Rodolfo de Austria, que iba a ser nombrado Príncipe Arzobispo de Olomouc. Rodolfo fue uno de los protectores de Beethoven y éste quiso agasajarlo con una obra compleja, de grandes dimensiones y que sorprendiera a todo aquel que la oyera. Efectivamente, la fuerza y el brío que impone Beethoven a las distintas partes de esta obra llega a ser totalmente apabullante y su dificultad de ejecución tanto para voces como instrumentistas (especialmente el coro), realmente notable. Los contrastes son constantes y pasamos de la máxima expresividad a momentos de recogimiento espiritual en segundos. Aunque entraremos en un momento a comentar alguna de las seis secciones de la Misa, la valoración general es positiva, pero con matices. Noseda arriesga mucho en esa versión porque lanza a sus huestes a una batalla tremenda y no siempre los resultados son satisfactorios. El gran triunfador de la noche fue sin duda el impresionante Coro Estatal de Letonia, un conjunto que rozó la perfección en todas sus intervenciones pese a la presión y al volumen que le impuso el director. El engranaje de las diversas voces es admirable y ante (reitero) la extrema dificultad de alguno de sus intervenciones, siempre salieron airosos.

La orquesta, desgraciadamente, se oyó poco porque el maestro italiano prefirió realzar más el lado vocal que el orquestal y muchas veces se hubiera necesitado un conjunto con más instrumentistas para hacerse oír a la par de un coro de semejante volumen. Sólo en el Agnus Dei pudimos disfrutar de su calidad, especialmente de un excepcional primer violín. En esta misa, Beethoven concibe los cuatro solistas principales más como un cuarteto que como cuatro cantantes independientes y con números propios. El resultado es más igualitario pero aún así destacó la poderosa y maravillosa voz de la mezzo Olesya Petrova y el bello timbre de José Bros. El bajo Steven Humes sólo pudo lucirse en el comienzo del Agnus y la reconocida Ricarda Merbeth no estuvo a la altura de sus compañeros con un agudo muy desgastado. Noseda, brioso, intenso, dirigió buscando los contrastes evidentes que encierra la partitura, pero se excedió en los fortes del coro, que taparon constantemente a la orquesta y no permitieron que surgiera la magia entre voz e instrumentos. Aún así el conjunto resultó apabullante. Sin duda, aparte del extenso y variado Gloria, fue el Agnus Dei el momento más logrado de la interpretación. 

Sin duda este concierto se recordará un Mozart bellísimo y un Beethoven poco frecuente y al que todos sus participantes se lanzaron con ardor y ganas de triunfo. Hasta pronto, Orquesta de Cadaqués. Zaragoza, que te ha oído tantas veces, espera tu pronto regreso.

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