Three Tales SaraJanini 

Alteración de la ópera

Madrid. Naves Matadero. 07/03/2020. Three Tales,  de Steve Reich. Synergy Vocals. Miembros de la Orquesta del Teatro Real. Operador de sonido: Norbert Ommer. Operador de vídeo: Johannes Bernstein. Dirección musical: Nacho de Paz.

Inevitablemente un concepto se me aparece una vez tras otra a la hora de abordar esta reseña: tecnología. Habrá quien piense que es por el hecho de que Steve Reich aborde distintos procesos tecnológicos, claves en el devenir del ser humano a lo largo y ancho del siglo XX, y no le faltará razón. Pero también habrá quien considere que tal concepto es usado por el hecho de que la misma se coloque al servicio de un arte tan tradicional como la ópera hasta conseguir la alteración sustancial de la misma, y tampoco le faltará razón. Por una razón, por la otra o por ambas, la tecnología es el leit-motiv de estas líneas.

Three Tales (Tres cuentos) es definida como video-ópera digital documental, lo que supone añadir al concepto habitualmente aceptado tres más que nos sirven para presentar la obra: video-ópera porque en esta obra la imagen alcanza proverbial importancia; digital, porque tales imágenes, encardinadas con la música interpretada en directo, son alteradas, reiteradas y/o modificadas según deseo de su diseñadora, la estadounidense Beryl Korot, a quien podemos considerar coautora de la obra. Y documental porque el aspecto narrativo de la ópera (me estoy preguntando desde el inicio de este escrito si no sería conveniente entrecomillar constantemente el concepto ópera en la reseña de una obra como la que nos ocupa y lo cierto es que no tengo respuesta) tiene un cierto punto in/formativo así como un deseo de servir de testimonio de lo que el autor puede considerar trascendente cual es, a través de distintos hitos tecnológicos, el desarrollo de la ciencia y su repercusión en el ser humano.

Three Tales consta de tres partes, a saber Hindenburg, Bikini y Dolly, es decir, la industria aeronáutica, la armamentística atómica y la genética. La primera, Hindenburg, se centra en el desastre de New Jersey donde un zeppelín sufrió un grave accidente en el momento del aterrizaje provocando numerosas víctimas y que se ilustra a través de imágenes históricas que recogen lo crudo de la situación.

Bikini, el segundo movimiento, rememora las pruebas nucleares que se hicieron en el atolón del mismo nombre, situado en las Islas Marshall, en pleno Océano Pacífico y que fue lugar de numerosas pruebas atómicas de los Estados Unidos de América que terminaron obligando al desalojo de todos sus habitantes y convirtiendo el lugar en inhabitable por tiempo, hoy por hoy, imposible de delimitar. Finalmente, Dolly es un movimiento relacionado con el primer producto surgido por el proceso de clonación desde una célula, Dolly, oveja que vivió entre 1996 y 2003 y que terminó siendo el símbolo de una nueva ciencia.

El compositor parece querer trasladar al oyente más allá de una mera descripción de los avances científicos una cierta idea de negatividad en torno a tal desarrollo pues el zeppelín se destruyó en un frustrado aterrizaje, los experimentos de Bikini acarrearon el alejamiento de su tierra natal y su posterior contaminación por siglos de una tierra hoy yerma; y Dolly y su clonación nos crea suficientes contradicciones hasta el punto de pensar que el mismo ser humano puede ser víctima de tal proceso. Esta ópera se estrenó apenas un año antes de la muerte de Dolly, allá por 2002 y con el tiempo se ha convertido en uno de los títulos icónicos de ese estilo musical peculiar que denominamos minimalismo.

Steve Reich (Nueva York, 1936), su autor, es junto a Philip Glass (Baltimore, 1937) uno de los padres de esa escuela musical y por lo tanto, Three Tales nos ofrece en sus apenas sesenta y cinco minutos y como características principales el uso del pulso constante, de células rítmicas sometidas a pequeñas alteraciones que van construyendo el cambio, apreciable o no a primera audición, sobre el que se desarrolla el devenir de la música.

A diferencia de otras obras del mismo compositor en Three Tales la imagen ocupa un lugar trascendental al ser utilizada casi como elemento musical, abordando su aparición en pantalla de forma rítmica y acompasada al desarrollo de la partitura hasta convertirla –casi- en un instrumento más.

Esta ópera exige, al menos en la versión ofrecida por el Teatro Real en el recinto Naves Matadero, una plantilla de diez instrumentistas, a saber, un cuarteto de cuerda, cuatro percusionistas y dos pianos mas un quinteto vocal (dos sopranos y tres tenores) que en este caso era el Synergy Vocals, grupo especializado en música contemporánea y que nos ofreció una interpretación vocal ajustada aunque moviéndose en parámetros distintos a los habituales de la ópera convencional: voces de mucho menos peso, de timbre blanquecino, amplificadas y con una modesta proyección aunque, eso sí, al servicio de las necesidades de la partitura.

Los miembros de la Orquesta del Teatro Real cumplieron con su labor aunque cabe apuntar que el cuarteto de cuerda quedaba en ocasiones apagado por la intensidad del grupo de percusión y los dos pianistas. En el aspecto técnico este es quizás el único reproche a apuntar pues los instrumentistas de cuerda quedaron en segundo plano en la mayoría de las situaciones. En lo relativo al vídeo y cinta de sonido, nada que objetar.

Al término de la función, entre los –aproximadamente- trescientos asistentes aplausos sinceros y de agradecimiento por haber ofrecido el estreno de una obra imprescindible entre las óperas significativas del siglo XXI. Nacho de Paz, director, apuntó en dos ocasiones la partitura tratando de trasladar el reconocimiento del público al que hubiera de ser el verdadero destinatario de los aplausos, un Steve Reich que, por fin, ha visto su obra representada en Madrid. Es de agradecer que el Teatro Real, siquiera en un espacio alternativo y con un número de funciones sensiblemente inferior, nos haya dado la oportunidad de escuchar una obra clave del siglo XXI.

Foto: © Sara Janini