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Antonio Méndez: "La esencia de las cosas requiere tiempo y la música nos ayuda a entenderlo"

Días antes de que Antonio Méndez vuelva a ponerse al frente de la Orquesta Nacional de España (será su cuarta vez en apenas unos años), charlamos con el joven director de orquesta sobre su recorrido - no le gusta como suena lo de "carrera" - y el sentido del tiempo en la música, la sociedad y la vida. Apenas sobrepasa los 30, pero parece tener muy claro los conceptos básicos y necesarios para erigir la mejor música. Quizá por ello ya se haya situado al frente de formaciones como la Staatskapelle de Dresde, la Orquesta Sinfónica de la Radio de Stuttgart, la Mahler Chamber Orchestra o la Tonhalle de Zúrich, entre otras muchas.

Esta temporada parece que su nombre se asienta ya entre nuestras temporadas, con conciertos con la Sinfónica de Castilla y León, la Sinfónica de Tenerife, una gira con la Staatskapelle de Weimar y las más próximas, al frente de la Nacional y con una estrella de la clásica como solista: el pianista Daniil Trifonov. Hablamos de tiempo, y el de Méndez ya ha llegado.

Viene a la Orquesta Nacional con Mahler y, según tengo entendido, fue un compositor clave a la hora de que usted se decidiese por la dirección.

(Se sonríe). Sí, la verdad es que sí. Es una de esas cosas que cuentas una vez y te persiguen durante toda la vida, me temo. Estaba terminando el bachiller en Palma de Mallorca, mientras estudiaba violín y piano, cuando vi una Segunda de Mahler por televisión que me marcó. Dirigía Simon Rattle.

Tiempo después se presentó al Concurso de dirección de Malko, cuyo jurado ese año presidía Lorin Maazel. ¿Tienen sentido hoy en día los concursos?

Sí, claro que sí. A mí me ayudó a situarme, a hacerme un nombre. Al menos un poco más y me tendió oportunidades que no habría tenido quizá de otra forma. Con todo, siento que mi carrera, aunque no me gusta la palabra “carrera”, ha ido progresando de forma natural, se ha desarrollado paso a paso y puedo sentirme orgulloso de haberme situado al frente de formaciones como la Tonhalle-Orchester de Zürich, la Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks, la Mahler Chamber Orchestra o la Rotterdam Philharmonic. 

De todas formas, tenemos que alejarnos de los clichés. Aquello de: director joven, director joven, gana concurso, director joven… y de pronto, Filarmónica de Berlín. Como si uno no tuviese un recorrido entre tanto.

Lo cierto es que parecer haber una nueva generación de jóvenes directores españoles que se han hecho un nombre en el panorama internacional.

Sí, podría decirse que sí. Sin duda resultado de mucho tiempo de hacer las cosas bien. No hay que olvidarse que todo eso en realidad lleva mucho tiempo y que el mérito también es de Frühbeck de Burgos, López Cobos, Juanjo Mena o Josep Pons. Gente que hace de puente entre las generaciones más veteranas y las más actuales. Quizá anteriormente ha habido generaciones de instrumentistas, de violinistas o pianistas, y ahora directores, pero más importante que un gremio u otro, lo significativo es remarcar la presencia de artistas españoles en el extranjero. Prácticamente están en cualquier orquesta importante de Europa.

Quizá es momento de terminar de quitarnos lo prejuicios.

Absolutamente. Y lo digo con conocimiento de causa. Los prejuicios siempre han hecho demasiado daño en España. Tenemos esa forma de pensar absurda de que lo nuestro siempre es peor. Así fui a Berlín, pensando que al venir de España no sabría si podría hacer frente a lo que me encontrase… y fui el primero de mi promoción. Hice mis estudios igual que los demás y estoy pudiendo hacer mi recorrido igual que otros tantos. En España no somos peores que en otros sitios. No hay menos talento que en otros sitios. La trayectoria de la propia Orquesta Nacional lo avala.

Con la Nacional dirigirá la Primera sinfonía de Mahler. ¿Quién es Mahler?

Mahler es una personalidad muy compleja, alguien que pretendía incluir en la música todo aquello que hallamos en la vida. Se ve muy claramente en cualquiera de sus sinfonías, donde se reúnen todo tipo de músicas.

Lo que tenía el hombre era una angustia de vivir…

Una angustia humana realmente grande. No hay que olvidar que el compositor no puede ser un hecho aislado de la sociedad en la que vive y se desarrolla… ¡y él vivió en la Viena del cambio de siglo! Con todo lo que conlleva artística y socialmente. Además fue una figura increíble como director de orquesta, insustituible, que se llevaba a matar prácticamente con todo el mundo por perseguir la excelencia artística. Le daban igual los gerentes, los músicos, los cantantes, los sindicatos… él quería que la música se situase por encima de todo y como prioridad ante todo.

¿Cómo es esta Primera sinfonía?

Es un caso bastante especial porque le costó mucho componerla. La comenzó en Leipzig, mientras era allí kapellmeister de la ópera. La estrenó en Budapest. En 1893 la revisó en Hamburgo y parece ser que la última vez que la revisó fue en 1909, antes, durante y después de unos ensayos en Nueva York. Literalmente, cada vez que la dirigía, cambiaba algo. Lo que fuese, pero cambiaba algo. Testimonios suyos recogen que afirmaba, había sido un “parto doloroso”.

Yo creo que al propio Mahler le sorprendió su Primera sinfonía. No entendía como no era bien comprendida por el público. Él pensaba vivir cómodamente de los beneficios que le iba a reportar… y para nada fue así.

Empezarla siempre es todo un reto. Se debe crear una atmósfera antes siquiera de haber levantado la batuta. Todo viene del silencio y este ejemplo es clarividente. Para ello el trabajo de los ensayos, que es un trabajo diferente al del concierto en sí, es bien importante. Lo primordial en cualquier caso y poniéndonos pragmáticos, es que el concierto salga bien. Mucho que hacer en los ensayos, en la planificación, que hay que mantener y sostener durante el concierto donde es tiempo de disfrutar, no solo entre el público sino también sobre el escenario, para que todo salga como uno, en principio, espera.

¿Se llega a comprender del todo a Mahler?

Lo de comprender es un concepto complicado. Hay quien puede creer comprender a un compositor y no ser así. Por ejemplo yo creo comprender mejor a unos compositores que otros. Digamos que no necesito diccionario para entender la escuela germana, su música. Desde Mozart, Haydn, especialmente Beethoven, a Bruckner, Mahler, Wagner… aunque Wagner siempre tiene otro sentido en una sala de conciertos quizá, es más complicado.

¿Ha dirigido ópera? ¿Se siente atraído por ella?

Sí, he dirigido justo después del concurso Malko, cuando el maestro Lorin Maazel me invitó a su festival de Castleton, en Estados Unidos. Hice Le voix humaine y fui su asistente para el Otello de Verdi. En cuanto a si me siento atraído por ella, por supuesto, pero no fuerzo el momento. Cuando tenga que venir, vendrá. Me apetece mucho y llegará de forma natural. Es vital dirigir tanto sinfónico como ópera para cualquier director, para comprender mejor el todo.

¿Cuándo se le cae a uno la etiqueta de “joven”? Máxime siendo director de orquesta…

Con esa etiqueta todavía me queda un tiempo… no lo sé. ¿A los 50 quizá? Un director joven hoy en día ya no es quien tiene 30 años, sino 20. Por otra parte todo lleva tiempo. En ocasiones mucho tiempo y la carrera de un director, si la salud acompaña, son 60 años. El director, conectado a la sociedad, también es víctima o beneficiario de ello. Hoy en día la sociedad se mueve a un ritmo vertiginoso. No hablo ya de redes sociales, de medios de comunicación… hablo de que hoy en día un mismo director puede ser perfectamente titular de tres orquestas en tres continentes distintos. Una orquesta puede hacer dos ensayos y el concierto, cuando hace 50 años estas cosas eran simplemente impensables.

¿Todo esto es positivo?

Es lo que es. No hay que verlo como algo positivo o negativo. No sé hasta dónde puede ayudarnos intentar etiquetarlo como bueno o malo. Somos un reflejo de la sociedad de nuestro tiempo. En cuestiones sociales vivimos tiempo de agitación, rapidez y muchos cambios. Hace 15 años no hubiésemos dicho que viviríamos lo que estamos viviendo.

Verá, el otro día leí una entrevista en la que alguien se planteaba acortar las óperas de Wagner para presentarlas al público. Si hiciéramos eso no estaríamos ya ante Wagner. Él sabía hacer muy bien su trabajo, ¿para qué estropearlo? Rendirnos o no ante la rapidez que parece requerir el presente es un reto para nosotros, los músicos, pero sobre todo es un reto para la sociedad. Ver cómo afrontamos el presente y qué hacer con las nuevas generaciones, cómo educarlas. No es un problema de cultura, es un problema de educación y será la cultura quien acarree con las consecuencias.

¿Por qué el segundo acto de Tristan requiere una hora y cuarto? Por qué el último tiempo de la Segunda de Mahler necesita veinticinco minutos? Si uno se pone a escuchar los últimos cinco minutos, no conecta con ello. Es imposible. Nos llega cuando antes que eso, Mahler se ha pasado parando y arrancando, parando de nuevo y preparándonos psicológicamente para el resultado final, que te agarra y te arrastra con él. Del mismo modo Wagner, esa es su psicología con el oyente. Todo requiere su tiempo, la esencia de las cosas requiere tiempo y la música nos ayuda a entenderlo.

Pero, ¿no debería ser la música el contrapeso a todo eso?

¡Por supuesto! La música y las artes en general deberían ser… (piensa mucho) no voy a decir bálsamo porque la música no sirve tan sólo para evadirse. La música sirve para muchas otras cosas. Pase lo que pase con la sociedad, es fundamental que nuestro punto de anclaje siga siendo siempre la cultura, las artes, porque al final todo ello es lo que nos diferencia, lo que nos hace humanos en el sentido del humanismo. Quizá todo esto sea difícil de explicar con palabras, pero hay algo verdaderamente especial en acudir a un concierto de música. Es la conexión, reconexión, con nosotros mismos. Tomar lo que los músicos sobre el escenario te están ofreciendo y llevarlo hacia a ti, conectarlo contigo, que te aporte. En ocasiones será un bálsamo y en ocasiones te destrozará, pero ese es el poder de la música.

Te conecta con los demás para poder conectarte contigo mismo.

¡Exactamente! Será un tópico, pero es importantísimo, en los tiempos que vivimos, que consigamos mantenerlo.

En el programa de la OCNE también encontramos una obra de Enrique Rueda: Sonata para orquesta.

Homenaje a Beethoven, entre paréntesis. Y es realmente así. Me hace especial ilusión dirigirla porque Enrique Rueda fue mi profesor de armonía en Madrid, y extraoficialmente mucho más que eso todavía. Ha sido como un padre musical para mí. He aprendido muchísimo de él. No es un estreno, la compuso hace casi 20 años y la ha re-orquestado, revisado ahora. Es muy original, pero con criterio, funciona muy bien con el resto del programa: Strauss- Mahler y tiene sentido. Actual, pero bebiendo de la tradición. No es tonal, pero tiene centros tonales, con homenajes a Beethoven como decía, sobre todo a su Cuarta y Séptima sinfonías.

Dirigirá también dentro de poco a Cristóbal Halffter con la OSCYL, está también Rueda, un poco más joven Erkoreka, o aún más Coll… ¿Ve la composición actual en un camino definido? No sólo la española incluso…

Es una pregunta difícil… (piensa). Creo que hace tiempo, bastante tiempo, que no se puede y se tiene que dejar de hablar de una vertiente compositiva definida. Con lo que debemos quedarnos, por encima de todo, y como muy positivo, es que llevamos 200, 300 años, diciendo que la música no puede evolucionar más… ¡y aquí estamos! No había nada después de la Primera Escuela de Viena… No había nada después de la Segunda Escuela de Viena… y llegaron Nono, Ligeti, Stockhausen… los grandes del siglo XX. Siempre hay una evolución y no tiene por qué ser en la misma dirección. Ahí tenemos al mismo Strauss, que después de Salomé o Elektra hizo Ariadne auf Naxos, el Concierto para oboe, las Cuatro últimas canciones... ¡También el Falstaff de Verdi! Pero hay muchos más casos.

Desde luego se puede evolucionar sin revolucionar. El propio Rachmaninov, cuya Segunda sinfonía dirigirá usted en gira por España con la Staatskapelle de Weimar.

Por supuesto. La Segunda sinfonía de Rachmaninov es prácticamente contemporánea a la Primera de Mahler y, sin embargo, son totalmente distintas. Escrita en Dresde además, muy cerca de Leipzig.

Mire, hace dos semanas estuve haciendo la Cuarta sinfonía de Brahms con la Orquesta de Castilla y León. Dentro de dos semanas estaré de nuevo con ellos para dirigir Strauss: Muerte y transfiguración y Till Eulenspiegel. Cuando uno ve la cronología, se da cuenta de que cuando Brahms escribió la Cuarta, Wagner estaba ya muerto, Mahler escribía la Primera, Strauss estaba en Meiningen viendo a Brahms ensayar y él mismo componía Burleske y Muerte y transfiguración. Estamos hablando de apenas un puñado de años y obras tan dispares como las que comento. Muchas veces se nos olvida la temporalidad, y es muy, muy importante situarlo todo en su tiempo y en su espacio.

En este caso no es que nos olvidemos de aquella época en Alemania sino ¡de esa región de Alemania! ¡Strauss se fue de Múnich huyendo del provincianismo para irse a trabajar a Meiningen! Y Liszt estaba en Weimar… y allí se estrenaron Lohengrin o Don Juan! Todos ellos entonces pueblos, ciudades, pequeñas. De hecho Rachmaninov se fue a Dresde porque era una de las grandes ciudades de influencia musical. Estaba cerca de Berlín, de Weimar, podía ver a Suk estrenar las obras de Strauss…

Simplificando más de lo debido: ¿Rachmaninov es un sensiblero al lado de Mahler?

No, en absoluto. Rachmaninov no es sensiblero, nosotros lo hacemos sensiblero. Del mismo modo ocurre en muchas ocasiones con Tchaikovsky. Creo que fueron compositores bastante parecidos en algunas cosas. De hecho siempre digo que una Segunda de Rachmaninov es como una Quinta de Tchaikovsky, pero más a lo grande aún. De hecho las dos están en mi menor, con un esquema parecido y un desarrollo muy amplio. Y las dos tienen unas “instrucciones” bastante claras que en muchas ocasiones los directores nos saltamos a la torera para que la frase quede “bonita”. Nosotros somos los que hacemos que algo sea sentimentaloide. ¡Por supuesto hay mucho sentimiento! Rachmaninov la compuso en Dresde cuando tuvo que exiliarse después de la Revolución rusa. Habla mucho del anhelo no sólo de su patria como tal, sino también de lo que fue su sociedad, que ya no volvería a ser igual. Creo que con la Segunda de Rachmaninov todos podemos encontrar un paralelismo con la sociedad de hoy en día.

¿No es difícil para un director el resistir a la tentación de “hacer suya” una obra? ¿De imprimirle su carácter o visión?

Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. En cualquier caso, con Mahler eso debería ser imposible porque no solo era un gran compositor sino que además era un grandísimo director de orquesta. Cuando a uno el cuerpo le pide estirar, ya está él indicando en la partitura que no lo hagas, que lo retengas, que sostengas el tiempo.

Y sin embargo ahí están esos adagiettos de la Quinta que duran cuarto de hora… ¿Alargar el tiempo es algo que nos va pidiendo la vida, a medida que pasa?

Esa es una pregunta que aún no le puedo contestar, pero se lo diré dentro de un tiempo.

Foto: Igor Studio.