Tristan Liceu Theorin Vinke A.Bofill

Trabajando con Wagner

Barcelona. 10/12/2017. Gran Teatre del Liceu. Tristan und Isolde. Wagner. Stefan Vinke (Tristán), Iréne Theorin (Isolda), Albert Dohmen (rey Marke), Sarah Connolly (Brangäne), Greer Gimsley (Kurwenal), Francisco Vas (Melot). Orquesta del Gran Teatre del Liceu. Dirección de escena: Àlex Ollé. Dirección musical: Josep Pons.

Barcelona siempre se ha considerado una plaza operísticamente wagneriana. Aquí hace unas temporadas recalaron los cuerpos estables de Bayreuth para representar varias óperas que se habían visto ese mismo verano en la Verde Colina, un hecho que no es frecuente en el exclusivo Festival. También está la famosa historia de la primera representación oficial mundial de Parsifal fuera de Bayreuth en 1913. Y es verdad que se ofrecen obras de Wagner con mucha más frecuencia que en otros teatros nacionales, aunque la calidad de estas representaciones ha ido creciendo desde que Josep Pons se hizo cargo del foso liceístico. Esta evolución ha sido palpable en el Anillo que concluyó con el Ocaso el año pasado. Destaca, en estas cuatro temporadas, la evolución a mejor de orquesta y batuta. Pons ha sabido crear ese clima tan particular que requieren las últimas obras wagnerianas, de complejidad extrema tanto para cantantes como para instrumentistas. Y ese duro trabajo se ha visto recompensado con este Tristán que aquí se comenta. Con unos tempi más proclives a la acción que a la languidez, ya desde el principio el director presenta sus cartas: una lectura ágil pero no superficial, rica en contrastes, quizá pasada en algún momento de volumen, pero llena de entrega y de pasión, muy trabajada. También la Orquesta del Liceu ha mejorado ostensiblemente, sobre todo la sección de metales que era la más floja del foso en estas lides. Ahora el  conjunto suena más empastado, con solistas de calidad y unas cuerdas que suenan con ese terciopelo tan wagneriano. Hay que seguir trabajando pero se está en el buen camino.

El éxito musical no sería tal sin un buen plantel de cantantes y esta vez se ha contado con unos protagonistas que han demostrado su entrega y su buen hacer. Irene Theorin es muy querida por el público barcelonés y nos brindó una Brunilde inolvidable en el Ocaso de la pasada temporada. Ella es la reina del primer acto donde destaca por encima de sus compañeros de reparto. Sale allí toda su garra, su ductilidad y su agilidad para adaptarse a ese acto en el que Isolda es un ser enfurecido y vengativo. No tuvo problemas en ninguna de las terribles pruebas vocales que Wagner pone en su camino. Con un agudo seguro, siempre audible, saltando sin problemas la orquesta, fue una entregada actriz que cautivó desde su primera intervención. Es curioso cómo se fue desarrollando la representación, como si te tratara de un partido de tenis a tres sets. En el primer acto Theorin arrolló a Stefan Vinke, Tristán. Vinke no tiene un timbre atractivo y en esa primera parte estuvo como ausente, correcto vocalmente pero sonando siempre sin brillo, sin emoción. Tampoco la dirección de actores le ayudó nada y sólo en la escena final, después de tomar el filtro, se le vio algo más de implicación. Ya en el segundo acto las cosas se pusieron a la par y ambos cantantes estuvieron a gran altura en un dúo de amor lleno de matices y apasionamiento. Pero en el tercer acto y pese a un estupendo liebestod de Theorin fue Stefan Vinke quien arrebató al público. Pocas veces he visto llegar a un Tristán en esas condiciones vocales pletóricas al terrible acto donde él es el auténtico protagonista. Frescura, intención, agudos impecables, tensión sin pizca de cansancio, implicación dramática, todo esto y más nos brindó Vinke. Era como un cantante completamente distinto al del primer acto.

Escuderos de lujo de estas dos grandes voces fueron Albert Dohmen como Marke y Sarah Connolly como Brangäne. El cantante alemán, pese a un evidente cansancio vocal que lastra alguno de sus graves creó un Marke de gran nobleza, canónico, recreándose en el dolor del personaje en su monólogo pero sin aspavientos, triste y elegante. Sarah Connolly fue un auténtico lujo como la sirvienta de Isolda. No sólo bordó los famosos “avisos” del segundo acto (uno de los momentos más bellos compuestos por Wagner) sino también sus intervenciones del primer acto. A un nivel más bajo que sus compañeros, con poderoso volumen pero pocas matizaciones, estuvo el Kurwenal de Greer Grimsley. Francisco Vas fue un adecuado Melot, así como Jorge Rodríguez como el pastor y el joven marinero. Cumplió Germán Olvera como timonel.

La producción la firma Àlex Ollé de La Fura dels Baus. Fue, sin duda lo más decepcionante de la noche. Escenográficamente basada en una gran esfera que en el primero acto simulaba una inmensa luna, en el segunda se abría en semiesfera para convertirse en el jardín del palacio de Marke y en el último volvía a cerrarse y quedaba detrás de la acción con un solo agujero que servía de puerta de entrada y salida, y a la vez ventana de la habitación de Tristán en Kareol. Unas cuantas proyecciones de video (las más vistosas en el segundo acto) completaban la puesta en escena. Saltándose lo que el libreto dice claramente y el espíritu de la obra reclama (el día separa a los amantes, la noche los une) toda la acción transcurre en horas oscuras, como si la idea del director fuera que la fatalidad de la historia oscurece y cubre toda la obra. La vedad es que, sin molestar, la sensación es de indiferencia y más si pensamos que muchas veces la dirección de actores parece que se deja en manos de los propios cantantes, más o menos expresivos según sus propias cualidades dramáticas.