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Horacio Lavandera, pianista del futuro

El simple virtuosismo sigue haciendo ruido bajo las luces del paraguas mediático, pero pianistas como Horacio Lavandera (Buenos Aires, 1984) representan la esencia del solista del futuro en nuestro entorno cultural; inteligente, creativo, reflexivo. Que sea capaz de establecer y comunicar una relación creativa con el instrumento y no virtuosística. Que sea capaz de llegar con honestidad y rigor a Beethoven a través de Schiller y Goethe, como ha reconocido alguna vez. 

Vengo a llamar la atención sobre este pianista a raíz de su último disco –grabado en Oslo y editado y producido en Alemania por ECM– Imágenes, con obras para piano de Dino Saluzzi, músico inquieto y quizás más conocido por su faceta de intérprete. El piano es un instrumento que en ocasiones ha dado lugar a la búsqueda y la tentativa creativa en numerosos compositores, pero es decisivo que el intérprete esté a la altura para llevarlo a cabo. En este caso, Lavandera hace respirar las obras de Saluzzi de una manera espontánea: en “Montañas” –deudora del carácter scriabiniano de las últimas sonatas–  sobre un ostinato constituido por un intervalo de quinta se expande parte de la obra y Lavandera le proporciona una fluidez asombrosa, enriquecida con una personal expresividad. En “Claveles” –de color e inspiración debussysta– logra que cada nota respire con un individualidad casi sediciosa, y al mismo tiempo que el discurso fluya sin perder la unidad. En el lirismo de otras como “Vals para Verenna” el pianista muestra una asombrosa capacidad para generar sentido en los silencios. “Romance” tiene el sabor nostálgico de Piazzolla, pero sin renunciar a una construcción armónica más elaborada, llena de texturas y claroscuros por entre los cuales se filtran rendijas que dejan lugar a la elocuencia de Lavandera. 

No estamos ante un prestidigitador del sonido sino ante un pianista de un bagaje estético y conceptual profundo. Por otra parte, su versatilidad inusual lo convierten en un solista a tener muy en cuenta en los próximos años; en su discografía se aborda por igual la obra de Tomás Marco, Piazzolla, Ginastera o Chopin. Su armazón técnico, sólido, procede de la escuela de Scaramuzza –con quien comenzó, de alguna manera, el piano argentino contemporáneo– a través del magisterio de Antonio de Racco. El contacto con Argerich y con Barenboim también han influido en su carrera, particularmente en lo que respecta a su contacto con el repertorio contemporáneo. Y también en este sentido, su contacto con Stockhausen y con Boulez, y con Alberto Posadas en España. 

Lavandera es capaz de generar atmósferas complejas que trascienden lo sonoro, con una administración de las superficies sonoras de gran madurez y una sensibilidad poco frecuente. El pianista argentino sabe poner su brillantez técnica al servicio de algo más elevado, tocando lo esencial de la música: eso que unos han llamado idea y otros sustancia. Lo podemos comprobar en el disco In London (grabado en el Wigmore Hall con obras de Ginastera, Chopin, Ravel y Prokofiev) y más aún en este Imágenes con obras de Saluzzi, muy recomendable para cualquiera que esté interesado en reseguir los vericuetos del piano argentino actual que no ha cortado los hilos del arraigo, pero también para todo aquel que desee conocer el piano de Lavandera. Ampliamente reconocido en Argentina, ya ha cautivado a auditorios de todo el mundo: de España, donde reside actualmente, no deberíamos dejarlo escapar.