Machaidze Manon19Viena

 

Doble debut  

Viena. 01/06/2019. Wiener Staatsoper. Massenet: Manon. Nino Machaidze, Juan Diego Flórez, Adrian Eröd, Dan Paul Dumitrescu, Michael Laurenz, Clemens Unterreiner, Ileana Tonca, Svetlina Stoyanova, Zoryan Kushpler. Dir. de escena: Andrei Serban. Dir. musical: Frédéric Chaslain.

La Staatsoper de Viena acogía estos días el doble debut de Nino Machaidze y Juan Diego Flórez con los roles principales de Manon y Des Grieux, en la ópera homónima de Massenet. Se reponía para la ocasión la producción firmada por Andrei Serban, verdaderamente olvidable, de una realización paupérrima -qué desastre de proyecciones...- y bastante poco afortunada en su dirección de actores. Afortundamente, con el sistema de reposiciones de la Ópera de Viena este tipo de funciones acaban quedando en manos de los artistas de turno, quienes por cierto en esta ocasión -precisamente por el citado sistema de repertorio, con función diaria- no tuvieron ocasión de cantar la ópera completa como tal, en escena, en un ensayo general al uso, sino el día mismo del estreno de estas funciones. Es decir, que no sería sino con el rodaje de las mismas cuando terminarían de ajustar dinámicas, volúmenes, distancias... toda esa serie de referencias que son tan importantes a la hora de cantar un rol en escena, más allá de ser o no capaz de resolver la partitura como tal. Sea como fuere, y corriendo un tupido velo sobre la citada producción de Serban, cabe aplaudir el trabajo de Nino Machaidze, de una pulcritud intachable, aun más tratándose de un debut. Quizá a su instrumento le falte algo de magnetismo, lo mismo que a su presencia en escena, convincente sin duda, si bien no termina de irradiar la fascinación que quizá uno espera en la joven Manon. Viendo el vaso medio lleno, en todo caso, cabe poner en valor la técnica segura en el agudo de Machaidze, quien además viene atesorando un centro más nutrido y firme que en sus inicios, con su lógica evolución desde un repertorio ligero hacia unas coordenadas más líricas. 

Una evolución semejante viene experimentando Juan Diego Flórez, quien en las últimas temporadas ha asumido cada vez más roles que escapan ya al territorio natural de un ligero. En los últimos años se ha atrevido con el Werther de Massenet, el Roméo de Gounod, el Arnold de Rossini en Guillaume Tell, el Edgardo de Donizetti en Lucia, el Hoffmann de Offenbach, el Orphée de Gluck, el Alfredo de Verdi en La traviata o el Raoul de Meyerbeer en Les Huguenots, por citar una amplia panoplia de referencias. Poca broma, pues, con toda una decena de roles nuevos en apenas un lustro. Y sin embargo confieso que no termino de observar tanta evolución vocal en Flórez como él mismo ha comentado en varias ocasiones -le entrevisté en Viena precisamente, en noviembre de 2014, y ya entonces me adelantó su idea de abordar todo este repertorio, más pronto o más tarde-.

Es evidente que su centro vocal ha ganado algo de presencia y consistencia, como parece natural al paso de los años; pero no es menos cierto que el sobreagudo también ha perdido el lustre de antaño. En cualquier caso, la voz no termina de ser -a mi humilde entender- la de un lírico comme il faut. Tampoco creo que Flórez pretenda pasar por tal cosa. Pero si piensa atreverse ya con el Rodolfo de La bohème, como hará el año próximo en Zúrich, entiendo que parece convencido con este viraje y ampliación de su repertorio. También entiendo que el tenor peruano se haya cansado de cantar la enésima función de La hija del regimiento, pero de algún modo su instrumento no deja de recordarnos cuál ha sido su trayectoria: el color de su voz sigue siendo prácticamente el mismo, y ese es quizá el punto en el que menos firme me parece su aventura con el repertorio romántico francés, donde además la orquestación -por lo general más pesada que en el belcanto- requiere una voz que pase la orquesta con más firmeza. 

No digo que a Flórez no se le escuchase en esta Manon; nada de eso, su proyección es buena y se le escuchaba con nitidez en una sala tan amplia como la Staatsoper de Viena. Pero una cosa es pasar la orquesta y otra cosa distinta es sonar amplio y fácil por encima de la orquesta. A esto segundo Flórez no llega de momento. Todo esto para decir, en resumen, que su Des Grieux fue cantado con gusto y elegancia, con un fraseo hermoso -bellísimo el "Sueño" de Des Grieux-, sin dar la impresión de sonar incómodo, pero no logrando despegar verdaderamente en el plano dramático, precisamente porque la voz como tal no le acompaña en ese despliegue expresivo -el mejor ejemplo fue su aria de St. Sulpice-. Seguramente Flórez no tenga otra salida para su futuro repertorio que este tipo de papeles, pero está por ver si su reinado será comparable aquí al que ostentó con Rossini en sus mejores días.

Completaba el cartel un desigual equipo de comprimarios, encabezado por el Lescaut de Adrian Eröd, no demasiado desenvuelto en su faena vocal. Quizá las más esmeradas en su hacer fueron las tres voces femeninas: Pousette (Ileana Tonca), Javotte (Svetlina Stoyanova) y Rosette (Zoryan Kushpler). El foso lo comandaba la batuta de Frédérich Chaslain, buen conocedor de este repertorio, que defendió con elegancia, bregando sin mucho éxito por aminorar el despliegue de decibelios de la Filarmónica de Viena en los atriles.

Florez Manon19Viena