Maltman Rigoletto StaatsoperBerlin BrinkhoffMögenburg 

Un gran reparto

Berlín. Staatsoper Unter den Linden. Verdi: Rigoletto: Christopher Maltman, Nadine Sierra, Michael Fabiano, Jan Martinik, Elena Maximova, Corinna Scheurle, Giorgi Mtchedlishvili, Adam Kutny, Andrés Moreno García, David Ostrek, Serena Sáenz. Dir. de escena: Bartlett Sher. Dir. musical: Andrés Orozco-Estrada.

De las nuevas producciones que ha estrenado la Staatsoper de Berlín durante la presente temporada quizá este Rigoletto sea la más lograda y redonda. Y no tanto por la producción de Bartlett Sher, que transcurre más bien sin pena ni gloria, sino por el compacto y sobresaliente elenco vocal reunido para la ocasión. Tres voces que desafían el tópico de la italianidad: el barítono inglés Christopher Maltman, la soprano estadounidense Nadine Sierra y el tenor Michael Fabiano, también nacido en Estados Unidos. Maltmann asombra con una creación verdaderamente increíble de este emblemático y complejo rol verdiano. En la línea de otro gran intérprete de este papel, el mítico Cornell MacNeil, el británico exhibe un instrumento amplio y suntuoso, proyectado con pasmosa facilidad. Voz pastosa y consistente, con un centro valiosísimo, Maltmann defiende la parte de Rigoletto con indudable presencia teatral y fabuloso vigor vocal. Su sensible recreación del padre y del bufón se sostiene en un fraseo noble, de líneas amplias y bien trazadas, con una media voz sutil y una exquisita articulación del texto. ¡Y qué manera de colorear la voz! Sus dúos con Gilda fueron una completa delicia. En suma, todo un hallazgo este Rigoletto de Maltman al que aplaudí con sumo gusto.

Rigoletto StaatsoperBerlin BrinkhoffMögenburg

 

El barítono inglés encontró una perfecta réplica en la Gilda de Nadine Sierra, absolutamente pluscuamperfecta en su interpretación. Sierra demuestra que es posible cantar Gilda yendo más allá de la mera exhibición de un instrumento brillante y preciso, como es el suyo de hecho. Es digna de aplaudir en Sierra, pues, su voluntad de ir más allá y no contentarse con una Gilda hecha de notas sin alma. Así, al margen de su exquisita actuación en escena, en línea de su reciente Manon en Burdeos, y al margen también de su precisa pirotecnia vocal, con una coloratura insultante, Nadine Sierra logró lo imposible, como convertir el "Caro nome", una pieza ciertamente tediosa, en un momento de enorme lirismo y poesía. Como ya he mencionado antes, sus dúos con el Rigoletto de Maltmann fueron lo más redondo de la velada.

La parte del Duca estaba encomenda al tenor Michael Fabiano, quien acaba de publicar su primer CD en solitario. De voz amplísima y bien timbrada, Fabiano canta con gusto, con un fraseo intenso y busca detalles e inflexiones que son sin duda apreciables. Su voz, sin embargo, plantea alguna que otra irregular transición hacia el agudo. Nada que pudiera empañar, no obstante, su retrato descarado e irónico del Duque, defendido con arrestos. Tanto él como la citada Nadine Sierra habían actuado en Baden-Baden la noche precedente a esta función que comento, en una gala lírica, lo que quizá explica esa puntual fatiga vocal de Fabiano con las notas más altas de su parte, todas ellas resueltas, pero a veces con un sonido menos limpio y más tenso de lo debido.
FabianoSerena RigolettoStaatsoperBerlin BrinkhoffMögenburg

Desigual en esta ocasón el plantel de comprimarios, sobre todo Jan Martinuk como Sparafucile y Elena Maximova como Maddalena, a franca distancia del terceto protagonista. La soprano española Serena Sáenz, parte del Opera Studio de la Staatsoper, sonó adecuada en sus dos pequeños papeles, como Condesa de Ceprano y como paje.

Muy acertada la labor en el foso del maestro colombiano Andrés Orozco-Estrada, nuevo titular de la Sinfónica de Viena a partir de 2021 y quien con estas funciones de Rigoletto firmaba su debut en el foso de la Staatsoper Unter den Linden. Con tiempos pausados y bien medidos, nunca caídos o aletargados, logró brindar una lectura intensa y honda, lejos de un sonido superficial que apenas fuera más allá del evidente tejido melódico. Orozco-Estrada supo subrayar la inspirada orquestación de Verdi y respiró siempre atento a los cantantes, mimando su fraseo, con un sonido a menudo bien amortiguado, de dinámicas e intensidades apropiadas.   

Dejo para el final la valoración de la nueva producción firmada por Bartlett Sher, inspirada en la obra pictórica de Georg Grosz, renombrado pintor berlinés, destacado exponente del expresionismo, vinculado al movimiento Dada en Berlín, en los días de la República de Weimar, antes de exiliarase a Estados Unidos en 1933, con el ascenso del nazismo. Sher toma las pinturas de Grosz como excusa para una estética que a decir verdad añade poco o nada a la dramaturgía como tal de la función. Tampoco resta, pero no suma. Hay una buena dirección de actores, pero el lenguaje plástico de Grosz, proyectado en gran formato, no conduce a ninguna revelación valiosa.

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