Pires Barenboim Berlin19

 

Primeras veces 

Berlín. Philarmonie. Obras de Beethoven, Schumann y Haydn. Berliner Philharmoniker. Maria Joao Pires, piano. Dir. musical: Daniel Barenboim.

Para todo hay una primera vez. Y lo crean o no, lo cierto es Maria Joao Pires y Daniel Barenboim nunca habían actuado juntos. Hasta ahora, cuando la cancelación de Radu Lupu para celebrar el 50 aniversario del debut de Daniel Barenboim al frente de los Berliner Philharmoniker, precipitó la ocasión. La pianista portuguesa fue requerida para ocupar su lugar, produciéndose así un encuentro que seguramente tendría que haberse producido mucho tiempo atrás. De poco sirve lamentarse, ciertamente. Su encuentro quizá no fue tan magnético como el que suele deparar el encuentro de Barenboim con otra gran pianista y amiga, Martha Argerich, pero sin duda la suma de ambos talentos, en conjunción con el sonido de los Berliner, deparó momentos brillantísimos. Al frente del Cuarto concierto para piano y orquesta de Beethoven, Barenboim supo adoptar una postura de máxima mesura y cuidado, atento a los tiempos y frases de Pires al piano. De alguna manera ella mandaba con su ejecución de la partitura, minuciosa y musical, con ese sonido a veces pequeño pero inmenso, de una delicadeza única. Su Beethoven fue delicado e intenso, casi frágil, humanísimo. Y Barenboim y los Berliner supieron responder de igual manera, con un aliento hondo y profundo, siempre interpretando la partitura a flor de piel, sin avasallamientos. Feliz encuentro, pues, el de esta primera vez para Barenboim y Pires, quien fue ovacionada con enorme y palpable cariño por parte del público berlinés.

Estos conciertos conmemoraban el 50 aniversario del debut de Daniel Barenboim como director al frente de la Filarmónica de Berlín. Y para la ocasión se había previsto el mismo programa que dirigiese en 1969, a saber: el citado Cuarto concierto para piano y orquesta de Beethoven, la Sinfonía no. 95 de Haydn y la Sinfonía no. 4 de Schumann. Barenboim optó aquí por un enfoque más bien vigoroso, para ambas sinfonías. Quizá incluso demasiado firme para Haydn, si bien el virtuosismo de los Berliner lo aguanta todo a sus espaldas. Nos venimos acostumbrando a un Haydn menos robusto y el de Barenboim aquí sonó un poco al de otro tiempo, un tanto pretérito. Distinta, en cambio, la impresion con la Cuarta de Schumann, sinfonía que Barenboim demostró dominar y conocer al dedillo. Aquí sí tuvo mayor coherencia ese sonido forjado por su batuta, entroncando claramente con toda una tradición, la que tiene en Furtwaengler o Karajan a algunos de sus más insignes representantes. Poderosa articulación la exhibida aquí por los filarmónicos, sección por sección. Escuchamos así un Schumann de aires brahmsianos, grandioso, aguerrido, fulgurante pero también noble y extraordinariamente terrenal. Expresivamente, sin duda, una lectura colosal de una partitura que extrañamente se incluye cada vez menos en los programas de concierto de las principales orquestas a nivel internacional.

Este concierto puede recuperarse en el Digital Concert Hall de la Filarmónica de Berlín.