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Seong-Jin Cho: "Si piensas mucho en agradar, corres el riesgo de no ser tú mismo"

A propósito del lanzamiento de su nuevo álbum y su gira por la Península, nos reunimos con el pianista Seong-Jin Cho para charlar sobre éstas y otras cuestiones que surgen con el comienzo de una trayectoria como pianista en los tiempos que corren. Conocido por resultar ganador en el XVII Concurso Internacional de Piano Chopin hace un lustro, el surcoreano muestra una seguridad y elegancia al piano como si de un viejo maestro se tratase. Ha venido para quedarse y lo sabe. 

Llegamos a tiempo para presenciar parte del ensayo con la Orquesta Sinfónica de Galicia, con la que mostró el Segundo de Liszt. No todos los solistas acceden a que se les visite durante un primer encuentro con la orquesta, porque puede ser una situación comprometida, pero pronto entendemos por qué no hubo reparos… la partitura estaba más que trabajada y tras las discretas conversaciones entre solista y director, la respuesta en conjunto era inmediata. Así que, exhausto por el ajetreo de esos días de viaje, nos recibe amablemente con su insultante juventud. La sobriedad y el respeto que inspiran ese cuarto de siglo de vida es lo que resulta más desconcertante en el momento de aproximarse a sus pensamientos.

Confiesa que siente una atracción por el piano desde muy niño y que no necesitó esperar a la adolescencia para tomarse la interpretación como una profesión.

Me di cuenta, con unos diez años, que para tocar mejor tenía que practicar mucho. Ahí dejó de ser un juego y empecé a tomármelo muy en serio. Yo lo que quería era interpretar obras difíciles de Liszt, Rachmaninov… algo imposible para unas manos tan pequeñas. Con catorce años empecé a interesarme por el repertorio alemán: Beethoven, Brahms y especialmente Schubert. Siempre tuve preferencia por la música romántica desde niño.

En ocasiones se piensa que es necesaria cierta experiencia vital o emocional para leer con sentido según qué partituras ¿Con qué estado de ánimo se enfrenta a lecturas tan distintas como Berg o Mozart?

Depende de la obra y de la profundidad o la imaginación que puedo encontrar en ella. Por ejemplo, si pienso en la Sonata en si bemol de Liszt, intento sentirme muy tranquilo al tiempo que un poco depresivo y melancólico, oscuro. Se trata de una obra muy profunda y dramática que habla sobre la vida y otras cuestiones que también encontramos en Fausto o Mefistófeles. El amor y la muerte, cuestiones tan vitales que cuando acabo de tocar termino realmente agotado. Sin embargo, también en Mozart, sea un concierto o una sonata, siento que es alegre y sensible, a veces lírico y obviamente más ligero que una sonata de Liszt, pero aún dentro de esa alegría casi juguetona hay mucha sensibilidad y emociones mucho más complejas de lo que podamos imaginar. Si pienso en el Segundo de Liszt que voy a tocar, ahora, por ejemplo, me aproximo a él como una gran obra sinfónica muy cercana a Strauss y que fue concebida como una totalidad separada por movimientos. Es libre, romántico, lleno de imaginación y de referencias a la música de cámara, así que, además, me resulta tremendamente divertido tocarlo.

Y sin embargo sus contemporáneos lo criticaban por falta de profundidad, por hacer del piano un simple artificio, sólo un vehículo para mostrar el virtuosismo del intérprete…

Bueno, es que Liszt tiene también esa lectura. Por un lado la exhibicionista, la virtuosística y otra profunda en emociones. Liszt era muy religioso, como se muestra en la Sonata Dante, o la Sinfonía Fausto. A mí personalmente no me gusta demasiado el Liszt tan virtuoso, no toco las rapsodias húngaras, que a pesar de que contengan un material folclórico valioso, para mí no dejan de ser un show.

¿Siente en este sentido a algún pianista como referencia a la hora de afrontar (o evitar) según qué repertorio?

Normalmente no suelo escuchar muchas grabaciones, pero encuentro pianistas como Bruno Leonardo Gelber, un argentino poco conocido, muy amigo de Martha Argerich. Pero no quiero escuchar grabaciones de otros pianistas porque quiero ser yo mismo, encontrar mi propio estilo, aunque eso no quita que escuche mucha música sinfónica de Mahler, Bruckner, Berlioz… que me da referencias para tocar según qué obras al piano, muchas veces inspiradas en el lenguaje orquestal.

Dentro del nuevo álbum se incluyen la Fantasía Wanderer, Sonata en si bemol de Liszt y la Sonata, op.1 de Berg. ¿Cómo relaciona estéticamente a estos compositores?

A Liszt le encantaba la obra de Schubert, hizo un muchas transcripciones de sus lieder. La Fantasía Wanderer estoy seguro de que influyó en Liszt para componer su Sonata, por eso la estructura de ambas es tan similar. No hay descanso entre movimientos y el último en ambos casos es como una gran fuga… la Wanderer es muy difícil de tocar y lo más complicado es cómo expresar, a través de una técnica complicada, esa sensibilidad en los momentos líricos tan característicos de Schubert. Es uno de mis compositores favoritos porque su música es muy personal y habla mucho de sí mismo y nos hace confesiones muy íntimas. Eso es es lo que me hace sentir tan cerca de Schubert, que era muy humano. Quizá más que un genio era un compositor muy sincero con su música, sólo hay que escuchar sus lieder, su Winterreise donde habla de sí mismo y se dirige directamente a la emoción humana. Era alguien normal, ni rico, ni demasiado guapo, ni muy carismático, pero era feliz componiendo. Parece que no hizo nada nuevo, pero realmente logró un sonido muy característico en el uso de la armonía, y más si tenemos en cuenta lo joven que murió…me parecen increíbles algunas de las innovaciones de su música.

¿Cómo nos va a contar usted la Wanderer?

Schubert concibe esta obra como alguien que merodea por el mundo. Hay soledad, desamparo… casi desorientación, así que es muy triste. No dramática pero sí íntima y melancólica. El segundo movimiento se relaciona con el lied Wanderer y el tercer movimiento es un vals muy elegante, noble e ingenioso. Es una obra muy compleja y con muchísimos componentes dentro de esta fantasía.

 

 

Y Berg, ¿cómo encaja en esta selección?

Yo siento que la música de Schubert era muy adelantada para la época de la Primera Escuela de Viena. Berg era de la Segunda Escuela de Viena y su música es muy distinta a la de Schoenberg o Webern. Es más indomable. A veces lo siento romántico, misterioso y también un poco dramático. Y todo esto en un solo movimiento, igual que hicieron Liszt y Schubert, así que este es el vínculo entre estas tres obras. Me pareció muy buena idea incluir esta obra de Berg en el álbum. Si escuchas las últimas sonatas de Schubert, las armonías que usa son muy extrañas, lo mismo que Berg. Ambos representan el futuro. 

¿No le parece que Berg se distancia estéticamente del público en comparación con Liszt y Schubert?

Pasa como con los solistas, si piensas mucho en lo que le tiene que agradar al público entonces corres el riesgo de no ser tú mismo. No hay ningún músico que le guste a todo el mundo, y si intentas convencer al público de lo contrario, podrías perder tu identidad. Tenemos que ser nosotros mismos y ser muy firmes con eso. 

A día de hoy, ¿qué cree que es lo que un pianista no debería hacer?

(Risas) Bueno… como he dicho antes, creo que no perder su personalidad. A veces está bien escuchar consejos de otros músicos, profesores… pero hay que ser riguroso en seguir tu instinto, que te mostrará el camino por el que tienes que ir. No hay que obsesionarse con la reacción del público, estas cuestiones pueden llegar a ser peligrosas.

A veces hay una manera de moverse ante el piano para añadir expresión y significado, otras veces la gestualidad se subordina exclusivamente a cuestiones técnicas. ¿Hasta qué punto involucra su actitud corporal a la hora de interpretar?

Para mí todo tiene que ser natural. Cada pianista tiene diferente posición, algunos se mueven demasiado, algunos casi nada como Horowitz... Lo importante es sentirse cómodo y que tus movimientos colaboren a mejorar el sonido. Seguramente hay gente a la que le molesta que el solista se mueva demasiado (risas) y lo comprendo. Yo, cuando necesito fuerza para atacar el teclado en un fortissimo es inevitable que me levante.

Si tuviera que escoger entre tocar con orquesta o en solitario, ¿con qué se quedaría?

Mmm… es difícil escoger. Creo que los recitales tienen algo especial porque en este caso el piano es un instrumento decididamente válido para tocar solo. Controlas el escenario, que es tuyo, y esa sensación es… indescriptible. Yo soy más bien una persona introvertida, no tengo muchos amigos, pero cuando toco así me siento muy cómodo y seguro de mí mismo.

A veces se percibe cierta preocupación por atraer público joven a la música clásica. ¿Podría sugerir algo en este sentido?

¿Te puedes imaginar el mundo sin música? No es posible. Me da igual clásica, pop o la que sea… siempre ha habido música, no me puedo imaginar un mundo sin ella. Como pianista me encantaría que hubiera muchos amantes de la música clásica, pero es difícil porque a la gente joven, incluyendo a mis amigos, le gusta una música más dinámica: pop, rock… y no los culpo. Hay muchísimas opciones y por supuesto lo entiendo. La música clásica es difícil comparada con las demás, primero porque es más lenta y después porque los títulos tampoco son muy atractivos: “Sonata en si bemol opus 35” (risas). Así que es una música difícil de aprender, pero le pasa como al vino, que para apreciarla más tienes que conocer algunas cosas: si es un rioja, si es un francés… es decir, que no necesariamente todo el mundo ha de conocer la calidad de, por ejemplo, un rioja, pero cuanto más aprendes, más interés a su vez te despierta. Ahí veo mucha importancia en el rol de los padres, que quizá deban dejar a sus hijos experimentar con libertad y acercarlos a todo tipo de conciertos, y si algo les gusta, entonces tendrán interés en seguir aprendiendo sin necesidad de forzarlos.

¿Qué opina de las intervenciones comentadas del solista durante el concierto?

Yo nunca lo haría porque mi voz no es fuerte (risas). Estaría mucho más nervioso que tocando el piano. Pero tampoco quiero mostrar una actitud soberbia ante la audiencia, es seriedad y respeto ante una obra que tuvo que haber llevado mucho tiempo al compositor. 

A los veinticinco años el mundo es suyo, ¿ha pensado alguna estrategia para conquistarlo? 

Ya alcancé todo lo que soñaba. Toqué con la Filarmónica de Berlín, en el Carnegie Hall (que era mi sueño desde niño), así que creo que en ese sentido lo tengo todo conquistado… sólo quiero continuar mi carrera (y mi modo de vida) porque me encanta tocar por todo el mundo. Lo que más me importa es hacerlo bien y cada vez mejor, así que tendré que practicar. Me parece que lo que puede hacer peligrar la carrera de un pianista es precisamente pensar demasiado en ella. Antes de la estrategia es más importante tocar bien, sentirte feliz y sano. Respeto a quienes consideran la carrera como lo más importante, hay diferentes maneras de entender la felicidad, así que no puedo decir que esté mal, pero para mí, desde luego, no es lo más importante.

¿Con qué criterios selecciona su repertorio?

Depende de mi estado de ánimo. En el recital de ayer de Oporto estaban las Klavierstücke op. 118 de Brahms, Prelude, choral et fugue de Franck, la Sonata op. 1 de Berg y la Sonata en si menor de Liszt.  Es un programa muy fuerte y lo decidí hace casi dos años, cuando estaba tocando con el barítono Matthias Goerne un concierto que incluía Wagner, Strauss y este tipo de cosas... y me encantó aún siendo muy denso porque es muy,  muy emotivo. Busqué un tipo de repertorio en esta dirección, cargado de emoción, profundo y con muchas historias que contar… y de ahí mi selección para el programa del pasado concierto. Puede que el público piense que es muy pesado o largo… pero no me importa, porque realmente me entusiasma.

Tiene que acabar cansado usted también...

Mucho. Y me encanta.

¿Qué hay más allá de la técnica para ser un buen pianista?

Es difícil contestar porque hay muchos grandes pianistas en el mundo…

Bueno, quizá muchos, pero grandes no hay tantos…

Cierto. Conservar tu identidad y personalidad respetando la escritura del compositor es lo más complicado más allá de la técnica. Si pensamos en la vieja escuela lo interesante es que cada uno aportaba personalidad. Quizá no se trata tanto de ser un excéntrico como Glenn Gould para ser original. Mi pianista favorito es Radu Lupu y no es el estilo de Glenn Gould para nada, pero se pueden identificar perfectamente las interpretaciones de Lupu y ahí reside la originalidad, sin necesidad de ser “demasiado algo”. Tocar con tu propia voz, sin forzar o sobreactuar,  igual que un tenor nunca puede pretender ser un bajo. 

Entonces, así no habría casi lugar para el intérprete-creador.....

En según que composiciones hay margen para la creación. Es decir, las partituras de Bach dejan hueco a cierta libertad interpretativa en dinámicas y demás. Otros como Beethoven ya dejaron mucho más clara su intención en las partituras

Sí, pero ¿es realmente eso posible? ¿dejar claros todos los matices por escrito? ¿es tan precisa la escritura musical?

Yo desde luego intento seguir la partitura todo lo que puedo, luego ya depende mucho de la obra, del autor… de hecho detesto a aquellos pianistas que interpretan con libertad, sin pensar en la intención del compositor. 

¿Hay alguna reflexión que quiera hacer llegar a los lectores?

La música es importante porque hace pensar a la gente y tiene la capacidad de cambiar las emociones de quien la escucha. Hay quien dice que la música es capaz de cambiar el mundo, yo no diría tanto, pero sí es capaz de cambiar a quien puede cambiar el mundo. Sólo me gustaría que la gente le restara seriedad a la música clásica y le diera una oportunidad. Tristemente, parece que todos están demasiado ocupados trabajando duro y no hay tiempo para la música. Así es como pasa en Corea del Sur, al menos. Entiendo que a veces es difícil sacar tiempo para ir a un concierto, pero animo a todo el mundo a que pruebe, al menos una vez.

Foto: Christoph Köstlin.