LittleZamora20 produccion 

Milagro cosecha 2020

Zamora. Castillo 25/07/2020. Detrás de los párpados, de Sergio Blardony; Una persecución en la sombra, de Alberto Arroyo y Conservaba en la retina el negativo de su imagen circular, de Cesar Camarero. Marta Knörr (mezzosoprano), Raul Marcos (actor), Mario Prisuelos (piano), Javier Gregori Arriaza (violín) y Juan Aguilera (violoncello). 

Teatro Principal. 26/07/2018. Il segreto di Susanna, de Ermanno Wolf-Ferrari y Le violoneux, de jacques Offenbach. Sonia de Munck (soprano, Susana), Javier Povedano (barítono, Gil), Ruth González (soprano, Reinette), Miguel Ferrer (tenor, Pierre), Isidro Anaya (barítono, Mathieu) y Aaron Martín (actor). Duncan Gifford (piano y dirección musical) Dir. Escénica: Rita Cosentino. 

En medio del triunfo de la zozobra produce estupor que un festival como este haya conseguido este verano ver la luz. La apuesta de Zamora por la ópera de cámara si ya es, en condiciones normales, digna de todo elogio, en las actuales circunstancias roza lo milagroso. Por ello creo que es deber de todos los que hemos disfrutado de la propuesta 2020 exhibir ciertas dosis de comprensión y agradecimiento. Comprensión porque a lo presentado a primeros del mes de julio se han sucedido ciertos cambios que entendemos producto del sinvivir del momento; así, la inicialmente prevista El paraguas, de Joan Martinez Colás terminó convirtiéndose en un espectáculo que la organización dio en llamar Triopera3, un espectáculo compuesto por tres obras recientes, todas ellas estrenadas en 2018 y que proviene del Laboratorio de creación e investigación música-palabra/ EPOS del Instituto para la Formación, Investigación y Desarrollo de la Música y otras Artes.

Estas tres breves obras detalladas en la ficha inicial compusieron el espectáculo ofrecido en un lateral del castillo de la ciudad, lugar excelente para el disfrute del concierto y que, acompañado de una temperatura soberbia a pesar de comenzar cercana ya la medianoche y acompañados todos el sonido constante de las cigarras, fue excelente refugio de la música contemporánea. ¿Escuchamos tres óperas breves? Tratándose de un festival de ópera de cámara así podría entenderse pero lo cierto es que el concepto ópera nunca aparece citado en o en torno a las obras que nos ocupan, apostándose por parte de los compositores más por otro tipo de definición, como experimento para la convivencia de música y palabra, propuesta escénica para el vínculo de palabra y música y similares, pero nunca la palabra ópera

Visto y escuchado el concierto estamos ante tres obras en las que la palabra adquiere prevalencia sobre la música, y aquella es tratada bien a través de la grabación bien a través de la transmisión directa. La mezzosoprano Marta Knörr protagonizó las dos primeras, las de Sergio Blardony y Alberto Arroyo, jugando su narración y su mera presencia física un papel importante en la transmisión de la palabra. 

Sergio Blardony en Detrás de los párpados la hace total protagonista escénica al presentarla tanto en directo como, al mismo tiempo, a través de la pantalla de vídeo. La obra, sobre un poema de Pilar Martín Gila, descansa musicalmente sobre la labor del violoncelo y aquí cabe aplaudir el trabajo de Juan Aguilera

Alberto Arroyo presentó su Una persecución en la sombra, con texto de Guadalupe Grande como homenaje a la palabra, aunando sus distintas formas –la onomatopeya, por ejemplo- y nuevamente la labor de Knörr, nada sencilla, es digna de elogio.

De las tres obras presentadas en el espectáculo la que tenía mayor carácter teatral resultó ser Conservaba en la retina el negativo de su imagen circular, de Cesar Camarero, presente entre el público y que saludó al respetable. Ello ocurrió no solo por la presencia del actor Raul Marcos sino también por ser más convencionalmente identificable el desarrollo dramático de la obra (insisto en subrayar lo de dramático en tanto que la dramaturgia de esta y las dos obras anteriores tal y como la entendemos de forma convencional dentro del universo de la ópera era más bien inexistente) en torno al círculo creado por la reiteración de un texto de Menchu Gutierrez, jugando así con el tiempo que parece detenerse  ante el hecho repetitivo. Excelente la labor del actor. En definitiva, tres textos de mujeres musicados por tres compositores que nos han presentado a los oyentes distintas vías experimentales de fusionar texto concreto con música abstracta, exigiendo al oyente una disposición evidente para la escucha y disfrute de la propuesta.

El recinto, preparado para un centenar de espectadores, estaba lleno aunque hay que reconocer ciertas deserciones no ya durante los breves descansos entre obras sino en el centro de la interpretación de la segunda. Un espectáculo nada cómodo para un oyente convencional pero que vuelve a colocar a Little Opera como referencia ineludible de la escena contemporánea pues en todas las ediciones ha sabido hacer un esfuerzo por ofrecer espectáculos de rabiosa actualidad. A modo de aportación puedo señalar que no hubiera estado de más que los nombres de los compositores, los títulos de sus obras y los intérpretes hubieran sido mencionados ya en un pequeño panfleto informativo ya en la brevísima introducción oral que se hizo al inicio del espectáculo.

Al día siguiente un servidor pudo acercarse al Teatro Principal de la ciudad para abordar un programa sustancialmente más convencional: la ópera de cámara de Ermanno Wolf-Ferrari Il segreto di Susana y la opereta francesa Le violoneux, de Jacques Offenbach. Sorprendentemente el teatro presentaba una ocupación que rondaba el 20% del mismo, desconociendo quien firma estas líneas hasta qué punto tal situación respondía a la falta de respuesta popular o a la situación creada por la normativa surgida en torno al Covid-19. En cualquier caso, una pena ver tan poca gente en un teatro para un espectáculo que a su finalización, podemos afirmar que supuso una bocanada de aire fresco, de simpatía y de buen hacer.

La primera parte se ocupó con la obra de Ermanno Wolf-Ferrari, ese compositor que en sí reúne las dos tradiciones operísticas del romanticismo del siglo XIX, a saber, la germana y la italiana. La propuesta escénica de Rita Cosentino fue convencional –biombo, gramola y alfombra central delimitando el espacio escénico- pero muy eficiente, a lo que coadyuvó la excelente labor de Aaron Martín como Sante, el criado de la casa y que se convirtió en auténtico deus ex machina del desarrollo dramático. Vocalmente las prestaciones de los dos solistas fueron notables en el caso de la soprano Sonia de Munck, pizpireta y provocativa, de volumen limitado pero caracterizando muy bien el personaje mientras que el barítono Javier Povedano constituyó toda una agradable sorpresa al enseñar una voz grande y bien proyectada, que sonaba en el pequeño teatro como un cañón. Un nombre a retener para encuentros futuros.

La segunda parte se completó con toda una sorpresa: Le violoneux (El violinista), de Jacques Offenbach. Un servidor no tiene problemas en reconocer que ni siquiera conocía de su existencia hasta conocer su programación en Zamora. Esta opereta, que alterna partes cantadas –en el original francés- y habladas –en traducción al castellano- cuenta una historia muy convencional, donde un viejo violinista guarda en el instrumento que siempre porta encima un documento secreto que le haría dueño de castillo del pueblo donde vive, a lo que renunciará por falta de ambición. De forma paralela los jóvenes Reinette y Pierre viven una historia de amor que puede quedar trastocada por ello del llamamiento a filas del muchacho, cuestión que puede quedar solventada con el pago de una nada despreciable cantidad de dinero. Como se imaginará el lector, todo acaba bien para la pareja, que verá despejado el camino hacia su unión.

Una suerte poder conocer esta obra que quedó, sin lardes, suficientemente representada en la voces de la soprano Ruth González (Reinette), el tenor Miguel Ferrer como su enamorado y el bajo-barítono Isidro Anaya como el violinista. Sin alcanzar la brillantez del Wolf Ferrari, la alegría natural, los ritmos propios y las pegadizas melodías de Jacques Offenbach quedaron bien expuestas en sus cuarenta minutos de duración.

Por aquello de las limitaciones del Covid-19 la habitual orquesta fue sustituida en esta edición por la labor del australiano Duncan Gifford que, desde el piano, asumió la labor de dirección musical. Más expresivo en Il segreto di Susanna que en la parte francesa, llevó las riendas con acierto y fue muy aplaudido por el público. Este pareció disfrutar mucho con el espectáculo que me pareció cargado de dignidad, de buen hacer y de ilusión lo que, dadas las circunstancias, es algo que se acerca al milagro. Esperemos que la VI edición supla las carencias que en esta se han padecido y, una vez más, la ópera de cámara encuentre su hueco en nuestras agendas musicales.