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Mucho más que conmemorar a Beethoven

30/08/2020. Palacio de Festivales, de Santander. Obras De Ludwig van Beethoven. Orquesta Nacional de España. Dirección musical: Jaime Martín.

Cada festival de música clásica de este verano ha sido un parto largo, doloroso y pleno de incertidumbres. Las razones, bien las sabemos. Y lo peor es que todo parece indicar que las ediciones que surcarán el verano de 2021 van a seguir por los mismos derroteros. Vivimos un momento en el que el pesimismo oscurece cualquier expectativa a medio o corto plazo y el mundo de la música no es ajeno a todo ello.

Visitar Santander cada verano es cita obligada. El Festival vivió en la transición de los siglos XX y XXI sus momentos de gloria –y, según parece, de despilfarro- para luego entrar en un túnel largo y oscuro del que parecía comenzaba a vislumbrarse el final, momento en el que el reajuste presupuestario y la austeridad fueron las notas predominantes. En esta edición la pandemia ha obligado a reestructurar el festival, recortar el aforo y vivir con números de espectadores, ingresos y conciertos que, por ejemplo, el año pasado hubieran provocado una crisis organizativa sin precedentes.

Por eso, cada concierto es mucho más que un simple acto musical: cada uno de ellos se convierte en un acto reivindicativo por mantener viva la relación con la música clásica, en la expresión diáfana de seguir haciendo de ésta un elemento de presencia constante en nuestra vida cotidiana.

Por eso sentía que era obligación de todo melómano renovar nuestra relación con el Festival Internacional de Santander. Y visto el programa, decidí apostar por escuchar el programa Beethoven dirigido por una de las batutas más interesantes del panorama actual: David Afkham. Por desgracia, la actual situación –razones sanitarias adujo la organización en la intervención previa al concierto- también nos privó del director propuesto, asumiendo la responsabilidad apenas 24 horas antes del concierto Jaime Martín, músico de profunda relación con el FIS y natural de la misma ciudad y que desde 2019 es director titular de la irlandesa Orquesta Sinfónica Nacional RTE. Por cierto, el mismo Jaime Martín ha sido el abanderado y la figura visible de esa fase de austeridad que antes apuntábamos.

Cuesta entender que a la hora de describir la entrada de un concierto se acepte como muy buena mientras uno ve decenas y decenas de butacas cubiertas con un plástico que advierte al espectador de que tal lugar está destinado a no usarse. Cuesta aceptar tal situación, lo reconozco, quizás porque despierta elementales contradicciones en todos y cada uno de nosotros al ver otros ámbitos sociales y las medidas exigidas. En cualquier caso, buena entrada en el Palacio de Festivales sin llegar al lleno, lo que no deja de extrañar con un programa tan fácil como este: dos sinfonías de Ludwig van Beethoven.

Todos los melómanos –y algunos que no lo son- saben que este 2020 es el 250º aniversario del nacimiento de esta figura capital de la música occidental y ello justifica un programa como este. Al inicio, la Sinfonía nº 2 en re mayor, op. 36 mientras que a continuación se expuso la inmortal Sinfonía nº 5 en do menor, op. 67.

La sucesión de tales sinfonías se convirtió en una pequeña clase de historia de la sinfonía clásica pues en apenas setenta minutos pudimos observar la evolución del compositor, las diferencias en la plantilla orquestal y la distinta concepción de la sinfonía. Así, para la quinta sinfonía y en comparativa con la precedente la orquesta queda reforzada en viento y metal además de apreciarse un uso muy diferente tanto de la cuerda grave –violoncellos y contrabajos- como de la percusión, que adopta papel fundamental.

En ambos casos Jaime Martín apostó por una lectura ágil, de ritmos vivos y expuestos con gran naturalidad, lo que quedó en evidencia, por ejemplo, en el primer movimiento de la Quinta. Tiene un gesto cuando menos curioso al dirigir pero fue capaz de ofrecer al respetable versiones de enorme vitalidad y que gozaron de la entusiasta respuesta del público.

Que Ludwig van Beethoven se merece un año entero de conmemoración es indiscutible; y, si es posible, un año normal. Que programar a este compositor no requiere de ninguna fecha especial es evidente. Y que la música del genio de Bonn es eterna, también. Por todo ello este concierto de clausura de la LXIX edición, que fue un éxito musical y popular, fue mucho más que un acto de recuerdo del compositor: fue un compromiso con el futuro de todos nosotros rodeados de música.

Foto: © Pedro Puente Hoyos / Festival Internacional de Santander