Ismael Jordi Zaragoza 2020

La belleza de la madurez

Zaragoza 26/10/2020. Teatro Principal. Obras de varios autores. Ismael Jordi, tenor. Rubén Fernández Aguirre, piano.

La mayoría de las veces no es fácil hacer una reseña de un espectáculo. Por todos los medios intentas ser lo más objetivo posible (algo que, por otra parte, nunca se consigue, una crítica siempre, siempre, es subjetiva) liberándote de todo aquello que pueda alejarte del punto fundamental de tu empeño: transmitir a quien te lea, lo más fielmente que tus palabras puedan, lo que pasó en el escenario. Para narrar el concierto del pasado día 26, a cargo de Ismael Jordi y acompañado al piano por Rubén Fernández Aguirre, en el Teatro Principal de Zaragoza, tengo ahora que intentar liberarme de ciertos lastres que rodearon el evento. El principal fue la suma de dos factores ya irremediables: el Covid-19 y la aversión del público zaragozano a la buena programación lírica. Aún reconociendo las extremas circunstancias que vivimos, sorprende que nos olvidemos que el mundo cultural está perdiendo miles de puestos de trabajo, que las medidas tomadas son mucho más rigurosas que en otros sectores (los aforos están restringidísimos y el distanciamiento social garantizado). Por todo esto la cultura necesita todo nuestro apoyo para sobrevivir. Lo que ya no sorprende tanto, porque lo hemos vivido antes, es que el público supuestamente “melómano” de esta ciudad pase de largo cuando acude una figura lírica de relevancia a dar un recital (aparte de las superestrellas, que sin quitarles mérito, están muy bien apoyadas mediáticamente). Me temo que es una batalla perdida. Bien, olvidemos pues el desolado aspecto que presentaba el Principal. Olvidemos también ver como un pope musical de la capital de Aragón repasa su móvil durante toda la interpretación de la Saeta de Turina. ¿Qué nos queda? Pues uno de los másmaravillosos conciertos que he visto en muchísimo tiempo.

Ismael Jordi acaba de dar un recital en su Jerez natal celebrando sus veinte años de carrera. Está en plena madurez vocal. Ismael Jordi acaba de dar un recital en su Jerez natal celebrando sus veinte años de carrera. Está en plena madurez vocal. Siguen presentes las cualidades que siempre le han caracterizado: el bello timbre, el fraseo musical y con acentos perfectamente marcados, la impecable proyección (pocas veces he visto a nadie vencer con tanta holgura al temible espacio del Euskalduna de Bilbao como Jordi en su Lenski de Eugene Onegin de ABAO), un agudo restallante y la natural elegancia de su canto. Es  más, ahora están en todo su apogeo, como demostró a lo largo de un concierto con piezas muy bien escogidas y donde esas cualidades se pudieron apreciar perfectamente.

Comenzó (como tantos tenores) con unas canciones de Tosti, que si bien no es mi compositor favorito, reconozco su tirón de corte “salón” y que encaja perfectamente al principio de un recital. Jordi destacó tanto en los aires napolitanos de Malia como en la más lírica Non t’amo più, y admirándonos (como haría toda la tarde) con una espléndida versión de Marechiare. Continuó con tres arias operísticas ampliamente conocidas. Tanto É la solita storia del Pastore de L’arlesiana de Cilea como M’appari tutt’amor de Martha de Flotow (cantada en italiano y no en el alemán original) estuvo a la altura exigida, pero fue en Tombe degli avi miei… Fra poco a me ricovero de Lucia de Lammermoor de Donizetti donde llegó uno de los mejores momentos de la noche. La elegancia, los impecables y bellísimos cambios del forte al pianissimo (marca de la casa) emocionaron al escaso pero completamente entregado público. 

Vino después la parte dedicada a canción española y zarzuela (incluidas dos incursiones en la opereta), mundo donde Jordi se mueve con una soltura y un descaro propio sólo de los auténticos especialistas en el género. Preciosas las dos canciones de Turina (Saeta y Cantares), fabulosas por el charme con las que la cantó, en homenaje al irundarra Luis Mariano,  las dos piezas de la opereta Le chanteur de Mexico Francis López. La traca final vino con unas imponentes versiones de tres romanzas famosas de zarzuela. Si estuvo arrojado en Por el humo se sabe o Bella enamorada, dio una auténtica lección de canto en una inolvidable Adiós Granada de Los emigrantes. Estratosférico. Las propinas: un sentidísimo Pourquoi me réveiller de Werther y una vendaval con No puede ser de La tabernera del puerto

¡Qué gran acompañante es Rubén Fernández Aguirre! Supo estar siempre atento, en un segundo plano que a la vez consigue que sea un plano muy presente. Brillante en sus dos intervenciones en solitario (El bello Preludio de L’arlesiana y las estupendas Pinceladas líricas de Carlos Imaz) obtuvo del público un merecido reconocimiento.

Contra viento y marea (cuánto utilizamos esta expresión en estos tiempos), el Gobierno de Aragón ha apostado por la lírica y la danza con este ciclo (denominado Año Cero, y que esperemos cumpla muchos más), que continuará el día 3 de noviembre con la estupenda Carmen Solís, una gala de danza el 28 del mismo mes y un muy prometedor concierto de zarzuela con la Orquesta Reino de Aragón y las voces Ruth Iniesta y Celso Albelo ya en diciembre. No se acobarden los promotores por la poca respuesta del público, esperemos que corra la voz y algún otro valiente se una a los incondicionales que, como yo mismo, pasaron una de las mejores tardes líricas que recuerdan en el Principal.

Foto: © Sonia Llera