Bernard Hatink blanco negro 

El fin de una era

Como sucediera en en enero de 2020, al hilo del fallecimiento de Mariss Jansons, el director español Gustavo Gimeno* ha tenido a bien compartir en unas líneas con Platea Magazine su recuerdo y sus vivencias con el recién desaparecido Bernard Haitink.

Ayer al atardecer recibía un mensaje informándome del fallecimiento de Bernard Haitink, lo cual me produjo una tristeza y melancolía inmediata. Tales sensaciones me recordaban al fallecimiento de Claudio Abbado y Mariss Jansons, y sin duda, a partir de ese momento comence a sentirme más solo y pensé si acaso su desparacion significaba el final de una era.

Yo crecí leyendo su nombre en la serie de discos  de Philips que tenía mi padre en casa mientras escuchaba sus interpretaciones al frente de la Orquesta de Concertgebouw y de la Filarmónica de Londres. Recuerdo con que emoción, sentado junto a mi padre, veíamos los videos de Haitink dirigiendo y cuánto nos impactaba la sobriedad de sus gestos, ese movimiento tan característico suyo con la mano izquierda (o con el puño cerrado y alzado cuando crecía la tensión), la determinación en su mirada, y el impacto que tenía en su rostro y en su cuerpo la llegadas a los puntos álgidos en una sinfonía de Mahler. “Que tío…!” solia exclamar mi padre lleno de admiracion. Sí, tambien me acordé de mi padre ayer…y me imaginé llamándole para comentar el triste fallecimiento de "Haitink”, que es como nos referiamos a él. 

Bernard Haitink era único, singular, inimitable, un director y ser humano especial, que hacía y sentía las cosas de una manera tan característica y propia, que no podemos compararlo a otros, y que por tanto ocupa un lugar privilegiado en la historia. Fue admirado y querido  por colegas directores, por músicos, solistas y orquestas a ambos lados del Atlántico, las cuales tocaban no solamente para la música sino que era palpable que tocaban siempre para él.

Marco Borggreve Haitink blanco negro

Representaba uno de esos misteriosos casos en los que su presencia condicionaba inmediatamente el ambiente y cambiaba el sonido de una orquesta en un ensayo. En ocasiones yo mismo he podido comprobar cómo de manera evidente el sonido se transformaba en unos pocos minutos… siempre que se le preguntaba al respecto, reaccionaba con una mezcla de perplejidad, felicidad, sorpresa e incomodidad: "No sé lo que decir, no sé…”. Haitink creaba un 'espacio' donde todos querian estar y daban lo mejor de ellos mismos. Y desde luego era una persona tremendamente emocional. Cuando te acercabas a su lado inmediatamente tras un concierto, te parecía que su presencia seguía, aun estando en el camerino, irradiando emociones que te afectaban y condicionaban el ambiente.

Su mundo interior era rico, profundo y complejo, persona y músico lleno de dudas por una parte pero con una determinacion histórica, un músico natural, orgánico, tremendamente emocional en sus comienzos, comedido, digno y elegante en su epoca de madurez, pero siempre sincero, honesto, dedicado, respetuoso y generoso. No he dudado nunca de que le reconfortaba el reconocimiento, pero parecia sufrir tambien los cumplidos. Su carácter profundamente holandés no le permitía osar considerarse superior o diferente y de hecho se comportaba siempre con tremenda humildad. Nunca se atribuía el éxito a si mismo, preferia ensalzar a los musicos o quien le hubiera ayudado en el proceso.

Como adolescente, era un sueño para mí tocar bajo su dirección. Por suerte fueron muchas. Luego tuve el honor de acompañarle como director asistente en un par de proyectos y siempre fue amable, cariñoso y generoso conmigo. Cuando de manera inesperada se produjo mi debut con la Orquesta del Concertgebouw, al día siguiente recibí una llamada con prefijo suizo. Lo ultimo que me podía imaginar era escuchar al otro lado del telefono “Hello Gustavo , it’s Bernard!”. Así era Haitink, o quizás,  mejor dicho, Bernard, que es como a él le gustaba que le llamaran.

Estoy seguro que somos muchos los directores y músicos que al inicio de nuestras carreras hemos recibido y sentido su apoyo. Yo, en general, opté por no molestarle o reclamar su ayuda, pero sabía que estaba ahí por si lo necesitaba. De hecho recuerdo que supo calmarme con sus consejos cuando le comentaba mis dudas cuando tenía que afrontar mi primera colaboración al frente de una orquesta americana.

Queda grabada en mi mente esa media sonrisa, esos ojos entornados de persona buena y agradecida por todo lo que le ha dado la música y la vida. Como agradecidos le estamos todos los que amamos la música. Gracias Maestro. Gracias Bernard por tanto. D.E.P.

* Gustavo Gimeno es el director titular de la Toronto Symphony Orchestra y de la Orchestre Philharmonique de Luxembourg.

Fotos: © Marco Borggreve © Warner Classics