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La fuga como exorcismo 

Barcelona. 01/06/21. Palau de la Música Catalana. Ciclo Palau cambra. Obras de Bach, Widmann, Schumann y arreglos de Reimann sobre lieder de Schumann. Schumann Quartett y Katharina Konradi, soprano.

Original propuesta la de este concierto de música de cámara dentro del ciclo Palau Cambra en coproducción con el CNDM. Con el título de “Obras íntimas para voz y cuarteto de cuerda” el programa mezcló con audacia obras de J. S. Bach y Robert Schumann con dos compositores vivos de reconocimiento internacional como son Jörg Widmann (Munich, 1973) y Aribert Reinmann (Berlin, 1936).

Con la fuga como fórmula musical de base y según explicó micro en mano el segundo violín, Ken Schumann, al inicio del concierto, el hilo del programa era la fuga y la inspiración que esta ha ejercido en los cuatro compositores escogidos.

El título de esta crítica procede de hecho de la explicación del violinista Ken Schumann, quien al recordar la figura de Robert Schumann cuando ya en pleno proceso de locura mental, el compositor se obsesionó con la fuga y la tenía todo el rato en su cabeza. Según la explicación de Ken, la fuga y sus características musicales debió de servirle como un exorcismo artístico en un periodo de su vida donde el camino hacia la locura parece ser que no tuvo retorno. 

El Schumann Quartett, llamado así por el apellidos de los hermanos y no por el compositor, esta formado por Erik Schumann, violín, Ken Schumann, violín y Mark Schumann, violonchelo más la violista de origen estonio Liisa Randalu, tienen una envidiable carrera emergente con varios premios internacionales. El cuarteto posee un estilo y unas cualidades que quedaron ya patentes en la selección de las seis fugas escogidas del Arte de la fuga BWV 1080 de J. S. Bach en su adaptación para cuarteto de cuerda.

Control técnico, frescura interpretativa y refinamiento en la expresión y el estilo, con una lectura sobria pero no exenta de colores en los contrapunctus 1, 5, 7, 9, 11 y 14 “Unvollendet”. Esta última fuga que quedó incompleta por la muerte del compositor, se unió en el programa con el Coral Vor deinen Thron tret ich hiermit, que fue introducido Carl Philipp Emanuel Bachen la primera publicación del Arte de la fuga al año de la defunción de Bach padre. La viveza del sonido del cuarteto fue de menos a más en los contrapunctus, con un ligero tropiezo en el número 9 del que sin embargo salieron airosos y se resarcieron con una interpretación del número 11, 14 y el hermoso coral de manera excelsa.

Después de casi media hora de fugas bachianas llegó el turno de la obra Versuch über die Fuge, para cuarteto de cuerda y soprano núm. 5, de Jörg Widmann. Un notable salto de estilo y sin embargo, una continuación también. Widmann, a los que el Schumann Quartett conocen perfectamente y con quienes ha intercambiado ideas sobre como interpretar esta obra, según explicó Ken Schumann en la presentación inicial, juega a construir una fuga que nunca llega a su conclusión.

Con el inicio a cappella de la voz de la soprano solista y un texto que reza el famoso Vanitas vanitatum del Eclesiastes del Antiguo Testamento, Widmann  pone en contraste la voz y los instrumentos. Un estimulante tejido sonoro entre la futilidad vital cantada por la voz solista, se entreteje con un acompañamiento donde las cuerdas apuntan formas fugadas sin una conclusión clara en un curioso coitus interruptusmusical. Tanto la exacta y luminosa afinación de Konradi, como la sugerente creación de texturas acústicas que propone Widmann fueron imbricadas y ejecutadas por los Schumann Quartett de manera impecable. 

Después de una hora de música, que en otros programas ya hubiera significado el fin del concierto, llegó el turno de Schumann y su último Cuarteto de cuerdas, el núm. 3 en La mayor, op. 41. Con la vuelta al romanticismo en su máxima expresión, los Schumann Quartett demostraron de nuevo su vitalidad interpretativa y riqueza en los contrastes. Con un segundo movimiento, Assai agitato, dinámico y efervescente en audaz antítesis con el lirismo del Adagio molto posterior.

Los cuatro instrumentistas mostraron sus virtudes individuales. Perfección y sonido luminoso en el violín de Erik Schumann, expresión e intensidad en el arco del violín de Ken Schumann, calidez y sensibilidad en la viola de Lisa Randalu y hondura y carisma en el chelo de Mark Schumann. Una interpretación que fue in crescendo y acabó de manera ígnea y catártica. 

De alguna manera el plato fuerte llegó al final con la interpretación de las Seis canciones op. 107 de Schumann en arreglo para soprano y cuarteto de cuerda por Aribert Reinmann. Aquí se pudo disfrutar de la voz cristalina, pura y refulgente de la soprano de Kirguistán Katharina Konradi, quien demostró porqué es una de las solistas más requeridas en los Festivales de lieder y las casas de ópera de media Europa.

Konradi posee un instrumento de hermoso timbre, luminoso, bien proyectado, de gran homogeneidad en toda la tesitura con generosos armónicos en el registro agudo que brilla con especial fulgor. La técnica y la impostación inciden en un sonido natural que encandila y crea adicción pues se unen a un fraseo claro, musical, fresco y de una seductora espontaneidad. Intimista y delicada en Herzeleid, dulce y teatral en Die Fensterscheibe, con los hermosos golpes trágicos en las cuerdas del cuarteto, juguetona y cómplice en Der Gärtner con hermosos sonidos flotantes entre los solistas del Schumann Quartet. 

El arreglo de Reinmann, basado en pequeños retoques, embellecieron el acompañamiento del canto como en la sensorial y sinestésica Die Spinnerin, con golpes de arco y finos glissandi en las cuerdas, se acopló al espíritu de Schumann como un guante. Colores y texturas en Im Wald y un preciocista Abendlied final cerraron un concierto de íntima hermosura, considerable duración, dos horas, y musicalmente ejemplar.

Las ganas de seguir escuchando a los músicos no pareció decaer pues la cerrada ovación obtuvo como recompensa un bis en forma del lied. Fue Ihr Bildnis de Clara Schumann, en arreglo de Aribert Reinmann para soprano y cuarteto de cuerda. Un arreglo que dedicó el compositor expresamente para los Schumann Quartett y que cerró de manera inmejorable una deliciosa sesión de música de cámara.