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Música y pedagogía

Villanañe. 10/07/2021. Santuario de Nuestra Señora de Angosto. Schubertiada de Valdegovía. J. S. Bach: Variaciones Goldberg, BWV 988. Varvara (piano) y MUSIca ALcheMIca: Lina Tur Bonet (violín). Elisabeth Gex (viola). Oleguer Aymamí (violonchelo).

Salir de la capital alavesa en dirección al pequeño pueblo de Villanañe, concejo del municipio de Villanueva de Valdegobía/Gaubea, de apenas 90 habitantes, nos da la oportunidad de recorrer una de las zonas más despobladas de la provincia y, por ende, de la Comunidad Autónoma. Carreteras estrechas, señalizadas con cierta penuria en las cuales uno espera encontrar más fácilmente un jabalí que a Johann Sebastian Bach. Sin embargo, desde 2018 es una realidad que en distintos pueblos de este municipio viene celebrándose un festival de música que, ya lo he dicho alguna vez, me parece uno de los más emocionantemente disparatados encuentros de música clásica que imaginarme pudiera. Lo que una capital como Vitoria-Gasteiz es incapaz de hacer, unos pocos ilusionados son capaces de organizarlo en tierras que sufren despoblamiento y desconocimiento. Ir a Villanañe, donde está situado el Santuario de Nuestra Señora de Angosto es, por lo tanto, más un ejercicio de busqueda de tranquilidad, paz y sosiego y ahí sí, en ese contexto mirar a la música de Bach encuentra más significado que  nunca.

La IV Edición de la Schubertiada de Gaubea se ha iniciado con un concierto de planteamiento curioso; curioso y pedagógico al mismo tiempo pues es harto infrecuente enfrentarse en un único concierto a la misma obra interpretada en dos versiones bien distintas. Un planteamiento original y de fuerte carácter pedagógico el que nos ofreció la organización y que nos hizo disfrutar con una de las obras canónicas de la música clásica occidental: las Variaciones Goldberg, BWV 988.

Sabido es que la obra se compuso para ser interpretada en clavicordio aunque exista una fuerte tradición de interpretación en pianoforte; si nos referimos a las grabaciones discográficas, por ejemplo, desde que en la década de los 40 del siglo pasado Claudio Arrau hiciera la primera y pasando por las históricas e inevitables de Glenn Gould en los años 50 y la postrera de 1981 hasta nombres más recientes como Tatiana Nikolayeva, Grigory Sokolov o András Schiff gran parte de los más afamados pianistas de los últimos cien años se han enfrentado a esta referencia absoluta de nuestra música. La originalidad consistía en que tras la más tradicional interpretación a piano se proponía sin solución de continuidad volver a escuchar la obra en la transcripción para trío de cuerda realizada por Dimitri Sitkovevsky en 1981. Nacido en 1954 este violinista soviético-ruso es, como compositor, conocido sobre todo por la transcripción que nos ocupa aunque ha desarrollado a lo largo de su vida prolija actividad como artista de cámara, fundamentalmente.

El resultado final es de una hermosura artística indudable aunque, en mi modesta opinión, dado el carácter pedagógico de la experiencia, no hubiera estado de más hacer frente al concierto con un trabajo previo: hubiera sido deseable para quien firma estas líneas una presentación de la obra y las dos versiones. Intuyo que para alguno de los espectadores el concierto resulta demasiado austero en las circunstancias en las que se ofrece y si los mismos artistas u alguna persona de cierta autoridad enmarcara la obra en su contexto histórico y explicara sucíntamente el origen de la misma, su importancia en nuestra tradición y la singularidad de la transcripción, creo que el posterior concierto sería algo más accesible. Acéptense estas líneas como simple y sincera aportación constructiva.

El recinto es un condicionador importante en el desarrollo del concierto: conocedor de sus peculiares características elegí una localidad en la parte  trasera y, sin embargo, el sonido, sobre todo el del registro agudo del piano, llegaba algo saturado y se necesitaban unos mínutos para asumir la forma en cómo nos llegaba la brillante interpretación de la pianista rusa Varvara que, sin partitura alguna, transmitió la brillantez de la obra sin que quepa reproche alguno.

El trío MUSIca AlcheMIca, con los componentes citados en la ficha introductoria y bajo la dirección de la violinista Lina Tur Bonet, tras un breve descanso utilizado sobre todo para retirar el piano, abordó la misma obra apenas diez minutos despues y pudimos hacer un ejercicio de contraste de sonidos al recibir la misma música en forma sustancialmente distinta. Una vez más el recinto jugó contra los intérpretes quedando, por ejemplo, el sonido de la viola más apagado que el de sus dos acompañantes, perdiéndose por ello el necesario equilibrio entre los instrumentistas. Nada que reprochar a la interpretación aunque uno cree que la versión pianística se corresponde mejor con el espíritu austero de una obra que, no olvidemos, no deja de ser un libro de ejercicios de clavicordio para un intérprete avezado.

El público llenaba la iglesia y el comportamiento del mismo durante las casi dos horas de concierto fue ejemplar; ya podrían aprender en otros lugares lo que es respetar a músicos y aficionados. Los aplausos y el reconocimiento a los artistas fue tan sincero como merecido y de forma brillante se dio inicio a la cuarta edición de esta peculiar Schubertiada. Curiosamente, en ninguno de los concierto en los que he asistido en estos cuatro años  me ha tocado escuchar música de Franz Schubert. Esperemos que los cambios realizados en el Ayuntamiento de Gaubea y que afectan directamente al primer dinamizador de este festival no hipotequen el desarrollo de un encuentro con la música que hacemos unos pocos aficionados en un entorno tan maravilloso como desconocido.

Foto Tur Bonet: Michal Novak.

Foto Varvara: Jordi Roca.