Jaho Butterfly Maestranza21 

Una mujer, un compositor, un drama

Sevilla. 3/10/2021. Teatro de la Maestranza. Puccini. Madama Butterfly. Ermonela Jaho (Butterfly), Jorge de León (Pinkerton), Gemma Coma-Alabert (Suzuki), Damián del Castillo (Sharpless) Coro del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección de escena: Joan Anton Rechi. Dirección Musical: Alain Gingal.

Pocos compositores (quizá ninguno) haya conectado con ese género teatral, trasladado al mundo operístico que es el melodrama, como Giacomo Puccini. El maestro de Lucca nos legó una pléyade de heroínas (sus personajes femeninos dominan y gobiernan sus obras) que luchan contra la adversidad casi siempre sin conseguir sobrevivir a ella. Un ejemplo paradigmático de estas situaciones es Madama Butterfly, una historia de la que es muy difícil mantenerse ajeno o indiferente. Estrenada en febrero de 1904, el fondo de la trama, la idea de la mujer engañada y utilizada por un hombre sin escrúpulos, sigue conectando con el público actual, sobre todo si la soprano protagonista asume la tragedia de Cio-Cio San como casi propia. Entonces ese milagro que hace de la ópera un espectáculo único tiene lugar y hay una atracción hipnótica entre público y cantante. Hoy por hoy Ermonela Jaho es la Butterfly ideal.

En el plano teatral Jaho es tremendamente expresiva, se introduce completamente en el papel, de tal modo que cantante y personaje son inseparables; y en el plano musical sus condiciones vocales le permiten dibujar esa mujer tímida, entregada y feliz del primer acto, en contraste con la mujer, expectante y esperanzada primero y destrozada después, de los dos últimos actos. La sooprano albanesa tiene una tesitura perfecta para el papel, con agudo brillante, espectacular y con una zona grave que se mantiene sin problemas. Entre sus muchas virtudes que despliega en el escenario, para mi la más destacada es ese proverbial fiato y los pianissimi que consigue con él, transmitiendo esa desesperación, esa sensación de como se le escapa la vida con cada nota, que nos transporta al trágico final. Ya recibió calurosos aplausos en esa joya que es Un bel dí vedremo pero el público, que llenaba el Teatro de la Maestranza, rugió cuando salió a saludar sola, aún casi en trance, al final de la obra. Grande Jaho, grande Puccini.

El tenor Jorge de León sustituía al anunciado Amadi Lagha en tres de las funciones de esta Butterfly hispalense. Como siempre, el cantante canario es una garantía de profesionalidad y entrega. Pinkerton se encuentra entre los personajes más despreciables de la historia de la ópera y no es fácil empatizar con él. Puccini musicalmente no lo trató mal pero favoreció sin miramientos a su protagonista femenina. Aún así, hay momentos de lucimiento para el tenor, quizá el más intenso el dúo romántico del primer acto, cuando Butterfly y Pinkerton se quedan solos y este canta, para iniciar la escena, esas bellísimas palabras, llenas de intención: Bimba dagli occhi pieni di malìa. Junto al fácil agudo, De León atesora un centro noble y de bello color. Estas dos características de su voz se pudieron apreciar en un estupendamente cantado Addio fiorito asil.

Gemma Coma-Alabert es una avezada Suzuki que no tuvo ningún problema con el papel de la amiga más que sirvienta  de Cio-Cio San. Destacó el dúo con ella que casi cierra el segundo acto. De buena línea canto y timbre agradable pero sin demasiada expresividad actoral y falto de proyección y volumen (pagó como otros cantantes el, a veces, alto volumen que marcó el director desde el foso) fue el Sharpless de Damián del Castillo. Excelente el Goro de Moisés Marín, uno de los cantantes que mejor se oyó y muy bien el resto de comprimarios.

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El Coro del Teatro de la Maestranza volvió a demostrar que es una de las formaciones corales más sólidas de los teatros de ópera españoles. Esta vez les tocó lucirse a la parte femenina en esa maravillosa escena de la llegada de Butterfly a la colina donde vivirá su amor con Pikerton (eso dice el libreto, otra cosa es la que piense el director de escena) y a todos en el celebérrimo coro a bocca chiusa que cierra el segundo acto. 

El maestro francés Alain Guingal desde el foso del Maestranza hizo una lectura canónica de la partitura, buscando el detalle en los frecuentes momentos líricos y cargando las tintas en los más melodramáticos. Esto causó más de un problema a los cantantes que tuvieron que luchar para que su voz saltara la orquesta. Una orquesta, la Real Sinfónica de Sevilla, que estuvo espectacular en su trabajo. Puccini sonó con una claridad y una belleza exquisitas, con todas las familias instrumentales sobresalientes y unas cuerdas especialmente brillantes. Es un lujo siempre oír este conjunto, de lo mejor que se puede oír en un foso nacional. 

Bastante decepcionante la producción presentada, coproducción entre el Festival Castell de Peralada y la Deutsche Oper am Rhein y firmada por Joan Anton Rechi. Está bien que  se innove en la concepción teatral de las óperas, que se busquen caminos diferentes, pero hay que tener mucho tiento para que los cambios no chirríen y terminen siendo fallidos. La idea de situar la acción en los momentos previos al ataque japonés a Pearl Harbor en el primer acto y situar el segundo y el tercero en un desolado Nagasaki posnuclear puede tener su interés, sobre todo que se contrasta la alegría de Butterfly antes de casarse y su drama después de tres años esperando a Pinkerton. Pero ni que ese primer acto tenga lugar en lo que se supone es el Consulado Estadunidense en la ciudad japonesa (aunque por sus dimensiones y columnas parezca el Congreso de Washington) ni los cascotes ni el refugio hecho con la bandera norteamericana en los que se desarrolla el resto de la obra resultan convincentes.

La idea está bien planteada pero no se lleva a buen término: si el libreto no coincide con lo que se ve, asúmelo y no saques flores de plástico de la nada (Butterfly y Suzuki son dos refugiadas de la debacle nuclear, que se supone que ha acabado con todo, lo artificial y lo natural) para preparar la llegada de Pinkerton u ofrezcas una caja de puros, milagrosamente salvada del desastre para agasajar al cónsul americano. Se puede transgredir y ser fiel en detalles a la historia. No funcionó. Tampoco molesta. La historia es tan fuerte, tiene tanta personalidad que puedes abstraerte de esos detalles. Destacar, en lo técnico, la muy buena iluminación de Alberto Rodríguez.

Por último darle la enhorabuena al Teatro de la Maestranza que inaugura su temporada con un plantel musical de primer nivel y que pese a las dificultades de todo tipo y teniendo en cuenta, además que no es, desgraciadamente, de los teatros más favorecidos por las subvenciones ni los patronazgos, ha preparado una temporada con títulos operísticos poco frecuentes y atractivos como pueden ser I Capuleti e I Montecchi de Bellini o el Pelléas et Mélisande de Debussy.

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Fotos: © Teatro de la Maestranza