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Una apuesta de futuro 

Pamplona. 07/10/2021. Baluarte. Obras de Teresa Catalán y Dmitri Shostakovich. Orquesta Sinfónica de Navarra. Pilar Constancio, flauta. Alondra de la Parra, dirección musical.

Para dar comienzo a su temporada 21/22 en Baluarte, la Orquesta Sinfónica de Navarra propuso un interesante concierto bajo la batuta de la directora mexicana Alondra de la Parra e incluyendo el estreno de una obra de la compositora Teresa Catalán, El canto de Atenea, con la flautsta Pilar Constancio como solista. Tres mujeres en cartel, pues, abriendo la temporada de la formación navarra, a la sazón comandada también por una mujer, María Antonia Rodríguez, en una decidida y marcada apuesta por el talento femenino. Rompiendo barreras se titulaba el programa, no en vano.

Premio Nacional de Música de Composición en 2017 y premio Príncipe de Viana de la Cultura en 2021, la música de Teresa Catalán (Pamplona, 1951) se ha caracterizado siempre por la búsqueda de un camino propio entre la extravagancia de las vanguardias y el conservadurismo de la tradición, exagerando los extremos. Su obra se mueve en ese dificil equilibrio, intentando superar un pasado en el que sin embargo se apoya y se reconoce sin ambages. Se citaban en el programa de mano unas atinadas palabras de Patxi Larrañaga, donde glosaba el estilo de Catalán en estos términos: "Teresa Catalán se ha enfrentado al reto de asumir el legado de las vanguardias y conseguir mantener un equilibrio tenso y difícil entre la continuidad vanguardista y su revisión crítica”. Y es que ha llegado un momento en el que ser moderno, contemporáneo más bien, consiste incluso en superar la estética de las vanguardias. Y ese es un ir más allá que termina por ser un venir más aca, si me permiten el juego de palabras.

Sea como fuere, y retomando las palabras de Larrañaga, ese es el punto exacto en el que se incardina la música de Teresa Catalán, incluso la de más reciente creación como El canto de Atenea. Estructurada en dos partes (I. De las cien cabezas y II. Euríale), la partitura muestra, por encima de todo, un consumado dominio de la orquestación por parte de la compositora navarra. La propia Teresa Catalán explicaba el origen de la obra en una entrevista para El Diario de Navarra: "Quería hacer un concierto para flauta, y el mito atribuye a la diosa Atenea la invención y construcción de la flauta. Sin embargo, Atenea rechaza la flauta porque cree que le afea. Ella crea un objeto, se relaciona con él y luego lo rechaza. Por otro lado, Atenea relaciona el canto de su flauta con las Gorgonas, porque quería imitar el canto de las Gorgonas. Y concretamente, una de las Gorgonas, Euríale, es la más maternal. Yo quería dedicarle esta obra a mi madre, y entonces se cerró el círculo. Todo acabó cobrando el sentido suficiente como para que surgiera ese título, El canto de Atenea". 

A decir verdad, y aunque se presenta como una obra para flauta solista, lo cierto es que este instrumento cede a menudo el protagonismo a la orquesta, con la que ciertamente dialoga de continuo, aunque a veces la flauta queda en un segundo plano, ante el despliegue de recursos en los atriles. Lo cierto es que Pilar Constancio hizo gala de un oficio consumado, regalando una ejecución de evidente destreza en el empleo de los dos instrumentos requeridos por la obra, la flauta en do y la flauta en sol. En conjunto, una obra interesante y que bien podría incluirse en el programa de más orquestas sinfónicas de nuestro país.

Para la segunda mitad del concierto se había reservado un plato fuerte, la Sinfonía no. 5 en re menor de Dmitri Shostakovich, obra de induable significación histórica pero también de concreta hilazón biográfica en el caso de Alondra de la Parra, quien ha reconocido en más de una ocasión hasta qué punto esta música resultó determinante para su vocación como directora de orquesta. Gustará más o menos su gesto, para mi gusto un tanto alborotado e hiperactivo, pero es indudable que este Shostakovich fue una demostración de buen hacer y planificación, dejando entrever unos ensayos bien aprovechados.
 
En este sentido, bien reforzada en sus atriles, la Sinfónica de Navarra sorprendió aquí con una ejecución esmerada y segura, de ataques limpios y firmes, sin secciones que flaquearan. La directora mexicana hizo gala de un dominio bien entendido, manejándo dinámicas y volúmenes con destreza. En conjunto fue una lectura vibrante, con la dosis justa de grandilocuencia en los pasajes más cargados de percusión y metales, aunque con el debido espacio para la contemplación en el Largo
 
Quizá no fue una versión descollante pero sí fue puede valorarse como una apuesta de futuro: la Sinfónica de Navarra quiere sonar así, seducir a batutas de relevancia internacional y atreverse con repertorios variados y exigentes. Su proyecto pasa por esa ambición bien medida, de la que este concierto fue una prueba más que sólida.

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Fotos: © Iñaki Zaldua