Erik Nielsen BOS 

Wagner en pequeñas dosis

Bilbao. 06/05/2022. Auditorio Euskalduna. Richard Wagner: Siegfried (acto III). Rachel Nicholls (soprano), Okka von der Danerau (mezzosoprano), Clay Hilley (tenor), Simon Bailey (barítono) y Orquesta Sinfónica de Bilbao. Dirección musical: Erik Nielsen.

Mientras la temporada oficial de ópera de Bilbao ha apostado por el repertorio más tradicional, es decir, lo italiano del siglo XIX, mostrando con ello una visión reduccionista, acomodada y simple de la ópera, los aficionados más curiosos tienen que refugiarse en la programación alternativa de otras salas bilbaínas con el objetivo de poder escuchar la otra ópera, esa que también existe. Así, en apenas dos semanas hemos podido ver y escuchar Erwärtung, de Arnold Schönberg en el Teatro Arriaga y ahora este acto III de Siegfried, de Richard Wagner dentro de  los conciertos de abono de la Orquesta Sinfónica de Bilbao. En apenas dos semanas podremos también disfrutar de un estreno, Borderland, de Igor Escudero y así, al menos, se podrá escuchar en Bilbao algo distinto.

La última ópera de Richard Wagner en la capital vizcaína fue Der fliegende Holländer en enero de 2020 y la anterior nos retrotrae hasta octubre del 2011, lo que es difícilmente justificable. Esta es la triste realidad por lo que la oportunidad, aunque sea mutilada –solo el último acto- y en versión de concierto de escuchar música de la tetralogía no podía ser desaprovechada. Y lo cierto es que tenemos que comenzar diciendo que la función fue muy disfrutable.

No es habitual presentar en ciclos sinfónicos el acto III de Siegfried en solitario pero, al menos, la BOS se atrevió y presentó un gran reparto en el que destacó con luz propia el tenor Clay Hilley. Nos enseñó un protagonista de voz fresca, quizás algo musculosa pero con agudos resonantes y un volumen nada despreciable. En el diálogo con Wotan mostró una seguridad pasmosa mostrando el carácter de un joven insolente y descarado; más tarde dibujó un héroe asustado y temeroso del primer encuentro con una mujer. Fue lo mejor de la noche aunque convenga aceptar que el timbre no es heroico por falta de oscuridad y gravedad. Su amada, la despertada Brünnhilde fue una suficiente Rachel Nicholls, de voz central adecuada pero con agudo demasiado tirante y con afinación dudosa en alguna ocasión. 

El resto de participantes también brillaron a buen nivel. Simon Bailey comenzó algo apagado por el excesivo volumen orquestal y le costó hacerse notar para ir luego mejorando y dando presencia al dios. Bailey cantó con un parche en el ojo, en un guiño claro al personaje. Y la voz de la Erda de Okka von der Damerau fue, quizás, la más wagneriana de la noche, dando a su papel una gran dimensión; una voz oscura, una dicción perfecta y plena identificación con el personaje.

Erik Nielsen apostó claramente por el brillo orquestal y quizás ahí residió el único pero de la noche, al crearse más de un problema entre los planos orquestal y vocal, colocados físicamente en la misma altura pero al dar a la orquesta demasiado realce obligó a las voces a pelear por hacerse un hueco sonoro. En cualquier caso, una velada maravillosa y una oportunidad que los aficionados wagneriano –que haberlos, haylos- no quisieron perderse. La respuesta del público presente fue efusiva, con bravos tanto a los cantantes como al director y su orquesta.