Der Freischütz amsterdam serebrennikov Bart Grietens 12

Der Freischütz a jirones

Ámsterdam. 14/06/2022. Opera Nacional de Holanda. Weber: Der Freischütz. Johanni van Oostrum (Agathe), Benjamin Bruns (Max), Günther Groissböck (Kaspar,un Eremita), Ying Fang (Ännchen), James Platt (Kuno), Michael Wilmering (Ottokar, Kilian) Odin Lind Biron (The Red One). Coro de la Opera Nacional de Holanda. Orquesta Real del Concertgebouw. Patrick Hahn, dirección musical, Kirill Serebrennikov dirección escénica.

Kirill Serebrennikov es un director de cine y teatro que proviene del Teatro Gogol de Moscú y, bajo su liderazgo, se convirtió en el bastión del teatro liberal. El historial del director viene marcado, porque en 2017 fue arrestado acusado de malversación de fondos estatales. A principios de 2022, después de veinte meses de arresto domiciliario y una prohibición de viajar por tres años, inesperadamente, se le permitió ir a Hamburgo a ensayar, y Serebrennikov no regreso a Moscú. Su última película, La esposa de Tchaikovsky compitió recientemente por una Palma de Oro en Cannes, y el próximo mes, el director ruso abrirá el Festival de teatro de Avignon con un Chejov. No cabe duda de que, con estos datos, el director ruso se está convirtiendo en uno de los nuevos enfant terrible de la escena actual. Serebrennikov, en teoría, y para el nuevo montaje de Der Freischutz en Holanda, y sobre un escenario que refleja lo que es una simple sala de ensayo, pretende examinar el equilibrio de poder en una compañía de ópera. Como la superstición juega un papel y que poder ejercen la tradición y el entorno: colegas, críticos y público. Qué significa el bien y el mal, Dios y el diablo, en una perspectiva actual; y qué tentación puede emanar de un demonio moderno, y si el tal diablo todavía está del lado del llamado “mal”.

En el Der Freischütz de Weber, el ambicioso joven cazador Max, tiene que ganar un concurso de tiro para poder casarse con su gran amor, y eso justo en el momento en que falla con más frecuencia que acierta. Debido a su inseguridad, es tentado a hacer un pacto con el diablo. Serebrennikov aprovecha esto, para montar un paralelismo con los cantantes que supuestamente ensayan la obra, y reflejar que ellos también están atormentados por el miedo a perder notas y prueban la superstición para controlar un mundo incierto. Hacen todo lo posible para lograr y mantener su felicidad en la vida, una carrera exitosa, sometiéndose al director musical, quien, como un dios y demonio a la vez, en esta propuesta del director, tiene todo el control.

Der Freischütz ha sido considerada como una de las principales piedras angulares de la ópera romántica alemana. Cuenta una historia faustiana, y Weber se basó en un libro perteneciente a la llamada Schauerromantik, un movimiento literario que puede verse como el equivalente alemán de la novela gótica. Es un género conocido por sus historias de terror, y surgió del romanticismo temprano tan afín al compositor. En el contexto de bosques oscuros y peligrosos, los personajes luchan con poderes sobrenaturales y malignos. En contraposición, Las chicas son puras y virginales, dan el "blanco" adecuado a toda esa negritud, aunque siempre en forma casi de cuento. La ópera es un Singspiel con sus diálogos hablados, pero Serebrennikov, considera que estos no están muy integrados con la ópera y los cambia por diálogos completamente nuevos en ingles. El director, para conseguir plasmar sus intenciones, utiliza la famosa obertura de la ópera para contar de forma condensada y rápida toda la historia original del Der Freischütz, para después cambiarlo todo para desarrollar las supuestas premisas antes anunciadas. Introduce un personaje nuevo llamado The Red one en forma de demonio contemporáneo todo vestido de rojo, que hace de vínculo entre el escenario y el público y, en cierto sentido, hace de narrador intentando aclarar lo que está sucediendo, y conectando la historia original de la ópera y la música de Weber -que queda así completamente aislada- con la supuesta nueva trama. The Red one no es el único que rompe la llamada cuarta pared, los personajes de la ópera también hacen esto en breves monólogos hablados en los que se dirigen directamente a la audiencia. Además de todo esto, Serebrennikov mete una banda de swing en el escenario e introduce canciones de The Black Rider de Tom Waits, que es una obra de teatro musical que se estrenó en 1990 y que cuenta la misma historia que la ópera de Weber.

La realización de todo esto no cabe duda de que lleva detrás una gran cantidad de horas de trabajo, alguna buena ocurrencia en los diálogos, y algunas ideas interesantes, como utilizar el mismo cantante para los papeles de Kaspar y el Eremita, y así representar las dos caras de la misma moneda en cuanto a maldad y bondad, pero utilizando el Eremita como el personaje que tiene la última instancia, el poder de cambiar el final, y para ello el personaje lo saca del mismo público, que es el que compra los tickets, y que, con su programa en la mano, sale a escena y propone el happy end.

Por lo demás, aparte de que la arias y números musicales de Weber quedaron aislados y descontextualizados, el resultado de la propuesta de Serebrennikov rompe en mil pedazos la coherencia y unidad de la ópera, y la aleja completamente del universo romántico tan inherente a la obra. El resultado banaliza considerablemente el todo, y consigue incluso contagiar de esto a la mismísima Orquesta del Concertgebouw, que, como suele hacer cada temporada de ópera, baja por una vez al foso a tocar. Cada número de la ópera de Weber pesa muerto en el maremágnum propuesto, e incluso hay veces que se interrumpen números musicales para meter diálogos -algunos muy poco afortunados- y, a la postre consigue lo peor: que aparezca el aburrimiento. Momentos como el que protagoniza el tenor contando como su esposa le pide que ponga voz de barítono en la cama, o la superstición que cuenta otro consistente en depilarse las piernas antes de una representación provocan sonrojo, pero nada detiene al director en su afán de cambiar lo escrito para su, supuesta, según él, mejor actualización de la obra.

El previsto director musical Riccardo Minasi se cayó del proyecto, según el comunicado de prensa por motivos de salud, y fue reemplazado por el joven de 26 años Patrick Hahn, quien debutaba en la Opera Holandesa y con la Orquesta del Concertgebouw. El alemán, después de una obertura chata y sin relieve, demostró maneras un tanto inseguras y tensas, y desaprovechó el comodín de contar con una de las mejores orquestas del mundo que, como decía antes, se comportó, desgraciadamente influida por todo el banal ambiente reinante en la representación, sonando con mas imprecisiones y "rebabas" de lo que suele ser normal en la excelsa formación holandesa.

Los cantantes dieron, todos, una verdadera lección de profesionalidad, y sacaron adelante los diálogos propuestos de manera general brillante y comprometida. La sudafricana Johanni van Oostrum destacó vocalmente sobre los demás con su timbre rico de lírica plena y sus bonitas intenciones de canto recogido, como demostró en su escena “Wie nahte mir der Schlummer”, y protagonizó los mejores momentos, a pesar de su incomodidad en los pasajes rápidos, y su cierta tensión en la última franja del agudo. El tenor Benjamin Bruns como Max, estuvo valiente y decidido en su aria del primer acto, pero se fue diluyendo a lo largo de la representación, y Günther Groissböck demostró una vez más su canto mas bien rudo y engolado, y de timbre áfono. Correctos James Platt como Kuno y Ying Fang como Annchen, y mate vocalmente Michael Wilmering como Kilian y Ottokar.

Foto: Bart Grietens.