Lugansky Chris Christodoulou

Duelo de pasiones e ideas fijas

Madrid. 23/09/2016. Auditorio Nacional de Música de Madrid. Temporada de la Orquesta y Coro Nacional de España. Obras de Messiaen, Prokofiev y Berlioz. Sergei Lugansky, piano. Orquesta Nacional de España. David Afkham, dirección.

A lo largo de la historia de la música, dos de los motores para componer más empleados han sido el de la pasión y el sentimiento del creador, que se deja llevar en un corriente de sensaciones internas hasta llegar a un puerto que es la obra. Así, la música se convierte en un lienzo en el que el artista muestra una creencia, una forma de crear o una historia apasionante. Podría decirse que la intención de la Orquesta y Coro Nacionales de España fue hacer honor al título de la Temporada 2016/17: Locuras, desde el punto de partida de la misma con un programa salpicado de emociones y locuras artísticas. Resulta interesante ver como los títulos escogidos para este inicio suponen una metamorfosis sonora para el oyente, yendo de la creencia más pura tan característica de la música de Olivier Messiaen hasta la pasión desenfrenada de Hector Berlioz, pasando por la exigencia técnica (y por qué no, locura) de Sergei Prokofiev. Lo que tienen en común los tres es el hecho de que en algún momento de sus carreras fueron tachados de dementes por muchos en un impulso por enmascarar su verdadera condición de visionarios progresistas, cada uno a su estilo propio. Este paso por diferentes etapas suponen un desafío para todo intérprete, ya que éste ha de cambiar de mentalidad según la situación en la que se encuentre para lograr, así, defender la partitura de la forma más cercana a lo que el autor pudiera idear.

La sensación de haber escuchado un gran concierto revoloteaba en el interior de más de uno que salía del Auditorio Nacional como si de unas mariposas amorosas en el estómago se tratasen. Sin duda alguna, la Orquesta Nacional ha sabido poner el listón alto de cara a siguientes actuaciones, salvando un repertorio que no es, para nada, sencillo. El misticismo que requiere Les offrandes oubliées, de Olivier Messiaen, se mantuvo latente en todo momento, regalando al público una auténtica experiencia sonora que, para muchos, puede ser primitiva si se tiene en cuenta la trayectoria compositiva del autor francés, algo que es de desechar si tenemos en cuenta que esta es la primera obra que Messiaen estrenó en público. Sin duda alguna, uno de los protagonistas fue el pianista Nikolai Lugansky, el cual ejecutó un Concierto para piano y orquesta nº 2 de Prokofiev con una intensidad y una soltura que dejaron al público boquiabierto, el cual correspondió al pianista con una gran ovación final. Pareciera por momentos que Lugansky intentase mostrar al oyente que la partitura es sencilla a través de sus movimientos, producto del dominio de la obra, ocultando lo enrevesado de la escritura para el solista.

Para algún que otro espectador, al programa le sobraban dos de las tres obras del programa, algo en parte comprensible si tenemos en cuenta que la última pieza era la Sinfonía fantástica de Hector Berlioz, un título con gran peso para el público. No es para nada reprochable la admiración que reside en el respetable hacia la obra del maestro decimonónico francés, ya que estamos hablando de una partitura de una calidad inmejorable. La Orquesta supo sacarle partido con una ejemplar interpretación, permitiendo al oyente recrear en su mente la historia que Berlioz propone con su música. La descripción es un elemento clave de la obra, algo que se respetó a través de un discurso que en momentos rozaba lo teatral, empleando un extenso catálogo de dinámicas que crearon un espacio por el que entraba y salía la idée fixe de la amda de Berlioz. Cada vez que aparecía producía un pequeño revuelo interno en el espacio escénico en el que se convirtió el oído.

Sin duda alguna, David Afkham puede llegar a ser tachado de mago de la música. Sin emplear batuta alguna (algo muy criticado y elogiado por expertos en la dirección orquestal), el director se convirtió en un excelente elemento de transmisión a los músicos gracias a sus movimientos incansables y a su refinado gesto, haciendo ver como si con sus manos tocase la melodía. Podría decirse que, a día de hoy, Afkham se ha convertido en una pieza clave de una Orquesta Nacional que ha progresado con el paso del tiempo, dejando atrás etapas oscuras ya olvidadas.

Más que locura, el inicio de temporada se convirtió en un aspersor de sentimientos y pasiones que suponen un más que correcto comienzo. Un largo calendario se nos sitúa de aquí a junio, una interesante programación asalta nuestros oídos. Hasta entonces… Dejemos que la idea fija nos maneje a su parecer.

Foto: Chris Christodoulou.