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Solo una idea

10/7/2022. Stadium de Vitrolles. Festival de Aix-en-Provence. Mahler. Sinfonía nº 2 (Resurrección). Golda Schultz (soprano). Marianne Crebassa (contralto). Coro y Orquesta de París. Romeo Castellucci, dirección de escena. Esa-Pekka Salonen, dirección musical.

Romeo Catellucci, encargado por el el Festival de Aix-en-Provence de dramatizar la Segunda Sinfonía (Resurrección) de Gustav Mahler, plantea una única idea a lo largo de toda la representación escénica de la obra maestra del compositor bohemio. Considera Castellucci que hay otras resurrecciones en las que no hay que esperar hasta el final de los tiempos. Desgraciadamente a lo largo de los últimos decenios (aunque sea una práctica ancestral por distintos motivos), en las diversas guerras que asolan nuestro mundo o también a consecuencia de matanzas por motivos políticos o sindicales, han aparecido fosas comunes, donde los criminales de turno han depositado sin ninguna piedad a decena de cadáveres. El desenterrar esas víctimas de la memoria histórica, el sacar a la luz los crímenes muchas veces impunes considera el director italiano que es una resurrección en este mundo, sin esperar, como decía, al otro. Es una reivindicación de los que han sufrido esas masacres que no nos haga olvidar la locura humana.

Bien, acepto la idea. Pero no cómo se desarrolla en escena, porque lo que vemos los espectadores durante casi una hora es a un grupo de forenses y su ayudantes, desenterrando en un gran espacio de tierra una fosa común, descubierta por casualidad por una granjera cuando se le escapa su caballo. Se identifica la zona, se van desenterrando los cadáveres, se colocan en bolsas, se recogen y todos se van. ¿Es impactante la imagen? Para mi no, porque es una realidad que desgraciadamente está presente constantemente en los diarios. ¿Es dolorosa? Lo es cuando pasa en Srebrenica o Oaxaca, no en el bunker del Estadio de Vitrolles. No me creí a Castelucci, no me caló en absoluto (consiguió hacer tediosa una tragedia) la realización práctica de  una idea que podía tener sus posibilidades y, sobre todo no entendí por qué se hizo en ese espacio donde la maravillosa música de Mahler reverbera, donde se oyen los aviones que aterrizan o despegan del cercano aeropuerto de Marsella y donde es imposible disfrutar por la incomodidad y estrechez de los asientos (en Bayreuth se hace pero es una religión).

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Las razones de la utilización de este espacio las explica ampliamente en las web del Festival el director del mismo, Pierre Audi. No me convencen y son argumentos que constantemente se utilizan para abrir la ópera a otros públicos, sacarla de los sacrosantos teatros, modernizarla y otras razones utilizadas por muchos gestores musicales para justificar una decisión que, a mi parecer, en esta ocasión es fallida. Porque el Stadium de Vitrolles no está preparado para eventos de este tipo (y de ninguno, desde 1998 estaba abandonado después de polémicas políticas y deportivas y cuatro años de actividad), y aunque se han acometido obras de acondicionamiento, las gradas tienen tal pendiente que muchos de los espectadores sufrieron para subir y bajar de sus localidades (bajar lo hicieron algunos sentados dado la peligrosidad que tiene el desnivel de las escaleras). Quizá Audi consiga público joven pero aquellas personas que tengan un mínimo problema de movilidad no creo que vuelvan a nada que se programe allí.

La mayor víctima de esta ubicación fue la música de Mahler. Aunque el consagrado y magnífico director Esa-Pekka Salonen realizó un trabajo espléndido, con tempi ajustados, la maravillosa sinfonía mahleriana sonaba demasiado brillante, con puntuales reverberaciones y desajustes entre coro y orquesta. Esta obra oída en un espacio adecuado con los mismos protagonistas hubiera sido todo un éxito. Porque el timbre de la contralto Marianne Crebassa es bellísimo y la soprano Golda Schultz realizó un trabajo estupendo. Ambas solistas sonaron amplificadas. La excelente Orquesta de París sonó metálica y al coro de la misma orquesta, pese a bordar sus intervenciones, también sonó raro. Una sola idea de Castellucci y una muy mala de Audi. No creo que este sea el futuro. Pero igual, como tantos críticos a lo largo de la historia, me equivoco.

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Foto: © Monika Rittershaus