Urmana Breslik Schubertiade GmbH1© Schubertiade GmbH.

El piano y una obra maestra

Schwarzenberg, 25/08/2022. Angelika Kauffmann Saal. Mahler: La canción de la tierra. Violeta Urmana, soprano. Pavol Breslik, tenor. Marc-André Hamelin, piano.

Aunque no es la primera vez, no suele estar la obra de Schubert fuera de la programación de la Schubertiade. Pero había buenas razones para hacer una excepción. Se presentaba una de las grandes obras vocales del mundo musical no lírico: Das Lied von der Erde (La canción de la tierra) de Gustav Mahler. Esta obra maestra del genio austriaco (Bohemia pertenecía al Imperio Austro-Húngaro cuando él nació) es una verdadera expresión del sentir de uno de los compositores más geniales. Mahler, director de ópera durante muchos años, nunca escribió una. Pero sí que, después de 1907, un año difícil, después de renunciar a la dirección de la Ópera Imperial de Viena por las presiones políticas y antisemitas (pese a que Mahler se había convertido al catolicismo), de la muerte de su hija Marie y de ser diagnosticado de una enfermedad del corazón y de un viaje a Nueva York invitado por la Filarmónica de la ciudad norteamericana, Mahler, en el verano de 1908, mermado de fuerzas físicas y anímicas comienza la composición de una obra indefinible en su género. Mucho se ha discutido si es una especie de ópera sin dramaturgia, una sinfonía con seis canciones en cada movimiento, otra cosa… ¿Qué más da? La canción es un grito de esperanza y de desesperación a la vez, la obra de un genio que era capaz de renacer de sus cenizas para dar lo mejor de sí mismo.

El origen de los lieder que ocupan las seis partes de la obra es el libro Die chinesische Flöte (La flauta china) una antología de poemas chinos recopilados y traducidos por Hans Bethge. Seleccionó siete de los ochenta textos y los modificó para adaptarlos al curso musical. En su retiro veraniego de Toblach, en los años 1908 y 1909 creará esta a veces denominada Lied-Symphonie. Pero ese proceso creativo llevó varias fases. Es evidente que hizo primero una versión a piano (en la que trabaja también en invierno) que luego orquestó de la manera que se hizo inmortal. Pero ¿la versión de piano era sólo una “base”sobre la que luego elaborar La canción o Mahler siempre pensó en dos versiones. una orquestal y otra para piano? Nunca lo sabremos, aunque hay bastantes datos que indican que él quería modificar la versión para piano una vez estrenada la de orquesta. La versión orquestal la estrenó su discípulo y amigo Bruno Walter el 20 de noviembre de 1911 en Múnich. La versión para piano fue celosamente guardada por Alma Mahler y no fue publicada hasta 1989 por Universal Edition en Viena como parte de la Edición Crítica Completa de las obras de Gustav Mahler.

Aunque la obra es sobradamente conocida, quería compartir la investigación sobre el origen de esta versión que para mí era completamente desconocida como entidad propia, más allá de un esbozo de la pieza sinfónica. Y he de decir que es una obra sorprendente y cautivadora. No tiene, claro está, la grandiosidad de la versión llamémosla “oficial” pero gana en intimidad, en cercanía con el público, en transmitir ese sentimiento tan personal que todos los estudiosos de Mahler consideran que volcó en la elección de los versos que musicaría. Quizá también influyó la increíble labor al piano del excelente pianista Marc-André Hamelin. Su versión mezcla a partes iguales inteligencia, sensibilidad, atención a las voces y destreza técnica. Fue sin duda el más aplaudido (lógico su titánico trabajo) y fue el alma del concierto.

El tenor Pavol Breslik fue el encargado de cantar los movimientos impares de la obra, comenzando con Das Trinklied vom Jammer der Erde (Canción báquica por la miseria de la tierra), ese canto que mezcla de tremendismo y exquisitez, y en la que pudo lucir su poderosa voz y el bello timbre que le caracteriza. Su intervención supo buscar las medias voces y la ligereza que canciones como el tercer movimiento, Der Pavillon aus Porzellan – El pabellón de porcelana – (que lleva en la versión orquestal el título de Von der Jugend – De la juventud –) requieren. También estuvo valiente y arriesgado en los agudos de Der Trinker im Frühling (El borracho en primavera). Gran actuación de la mezzo Violeta Urmana que desplegó oficio, elegancia y escuela clásica para abordar sus intervenciones. Si en Der Einsame im Herbst (El solitario en otoño) fue cantado con una delicadeza exquisita, con ese halo de tristeza que los versos de Chang-Tsi destilan. También supo darle el tono adecuado a Von der Schönheit (De la belleza) con ese toque oriental en la declamación al que acompaña la excelente melodía mahleriana. Pero la demostración de que sigue una de las mezzos más importantes de su generación fue la grandeza con la que cantó el largo tema que cierra La canción: Der Abschied (La despedida). Con poemas de Mon-Kao-Yen, Wang-Wei y notas de él mismo, Mahler crea un movimiento lírico difícil de igualar. Urmana estuvo a la altura del reto propuesto y nos brindó una versión muy estimable. Para el recuerdo la infinita belleza con la que canto los Ewig…Ewig…Ewig (Eternamente…eternamente…eternamente) que cierran Das Lied von der Erde.