los narciso teatros canal© Pablo Lorente.

Familia disfuncional se sienta a la mesa

Madrid. 15/09/22. Teatros del Canal. David Acero, Yolanda Barrero, Remei Domingo, Lucía Fernández, Daniel Morillo, intérpretes. Pablo Peña, música y espacio sonoro. Helena Martín, dirección y coreografía.

La mesa es lugar de encuentro, incluso en las mejores familias. En ellas se cuenta, se narra, se comparte. Es donde uno se desahoga y encuentra consuelo... y donde acabas por renegar de todo lo que una vez sentiste como tuyo. Este es el punto de partida que plantea Helena Martín en Los Narciso, una familia disfuncional, como todas las familias al fin y al cabo, por mucho que nos cueste aceptarlo, a través de una versión muy libre del Dido & Aeneas de Purcell.

Asistimos al paso del tiempo y el devenir de la propia vida, que trae buenas nuevas, sillas vacías en las que aún se siente la figura perdida... y tragedias. Ya no tanto de Virgilio, sino del día a día. La propuesta de Martín pivota en un espectáculo de danza-teatro, con dos mitades bien diferenciadas. Una primera más teatral e inmersiva, introductoria, con una mesa siempre protagonista, en torno a la cual se presentan y desarrollan los cinco personajes que se dan cita en una velada que no termina. En una segunda, la danza cobra mayor protagonismo, a medida que los acontecimientos - y el drama -  se aceleran. Se recurre para ello, sí, a la música de Purcell, pero termina, me atrevería a decir, siendo lo de menos. Suena el imprescindible lamento final que escribiese para Dido, en varias versiones diferentes: una más actual, en términos líricos; una grabación a pizarra y un crossover. Son los momentos más claros, lumínicos, aún siendo referentes directos del dolor y aceptación (o no) de la muerte. El resto, se nos presenta con músicas y sonidos que juegan a buscar la saturación, la opresión de personajes y público.

Martín crea sobre todo ello toda una panoplia gestual, reiterativa en ocasiones, sin renunciar a mayores formalismos y embebido todo de flashes más clásicos (pas de deux de las figuras masculinas), así como extraordinarias miradas a la danza española (duo entre Dido y Aeneas). No renuncia, tampoco, a momentos más livianos, al humor en la cotidianidad del personaje de Belinda, realmente expresivo y al dolor y falta de comprensión de una madre que necesita controlar y entenderlo todo. Cada personaje en su lugar, gracias a la sobresaliente labor de los cinco intérpretes. Todo en su lugar, con una fuerza plástica que termina por redondear la propuesta, en tonalidades de bodegón barroco, gracias a la iluminación de Gloria Montesinos y Keith Yetton, y el vestuario de Marta Otazu, Víctor Donoso y la propia Helena Martín, quien ha sabido crear todo un espacio, una narrativa y una expresividad para hacernos sentir el dolor de la pérdida en una familia disfuncional, no tan disfuncional, cuando se sienta a la mesa.