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Más inacabada que grande

Barcelona, 6/10/2022. Auditori de Barcelona. Obras de Schubert. Le Concert des Nations. Jordi Savall, dirección musical.

Jordi Savall y Le Concert des Nations presentaban para la ocasión su reciente abordaje de la obra sinfónica de Schubert. Lejos de empezar por las primeras sinfonías, lo cual hubiera tenido sentido para ir calentando y también para trabajar con las obras de mayor influencia clásica, Savall ha atacado la cuestión por donde quema, y en el Auditori nos presentó las últimas (y también las más populares) de su autor.

La primera parte se dedicaba a la famosísima sinfonía “Inacabada”, con instrumentos de época y poco más de cuarenta músicos. Ya la atmósfera inicial, con la famosa frase de la cuerdas graves y la presentación del tema principal, fue de una gran belleza, de manera que el público se vió inmediatamente inmerso en la obra. Un precioso cantabile, ligereza, precisión, concreción y bello fraseo.

La lectura destacó por su claridad polifónica y un discurso camerístico nada caprichoso, plástico y bien articulado. Muy notoria la calidad y equilibrio de los metales durante toda la ejecución, sólo se pudo echar en falta una mayor presencia de las cuerdas graves en ciertos momentos decisivos del segundo movimiento y algunos ataques feos de las maderas, tal vez consecuencia de la propia mecánica de los instrumentos. Todos ellos hechos anecdóticos ante la general fantasía y delicadeza y la iluminadora atención al papel polifónico de los vientos y a grandes ideas en el fraseo que completaron una “Inacabada” soberbia.

En la segunda parte venía la última gran sinfonía con la cual Schubert trataba de alcanzar el dominio sinfónico de su gran referente (y referente absoluto del género) Ludwig van Beethoven. La cosa no iba a transitar por caminos tan vibrantes como los de la primera parte. La timidez de las trompas iniciales lo anunció. El discurso siguió siendo delicado y detallista, pero falto de cierta tensión épica, por ejemplo en esos pasajes que evocan reminiscencias melódicas del este.

Faltó en general la concentración y la tensión emocional de la primera parte, siendo la ejecución de esta 9ª Sinfonía (que ya no es una devoción personal del que escribe) mucho más aburrida que la anterior. Por elegir un referente historicista, Gardiner ofrece de ella una interpretación más intensa. Savall no dio luz a la grandeza de la obra, quedando claro que el detallismo de la Inacabada le sienta mucho mejor. Cierta frialdad y unas contorsiones dinámicas no muy convincentes reforzaron esa sensación.

No hay que deducir de ello que esta 9ª Sinfonía fuera ningún desatre ni mediocre en ningún sentido, pero el contraste no ayudaba a dar al concierto la progresión necesaria. Hubo aportaciones valiosas derivadas de la singularidad tímbrica de las maderas utilizadas para la ocasión, aunque quedaran puntualmente sepultadas por las cuerdas y exhibieran alguna entrada dubitativa. Y, como en la primera parte, la sección de cuerdas demostró que tiene un sentido excelente de las dinámicas.

Después de una actuación que, con todos los matices, fue de gran nivel general, el maestro se dirigió al público con un discurso humanista completamente prescindible por su vacuidad (referencias a Iran, Afganistán y Ucrania incluidas) que combinó hábilmente con un pequeño publireportaje sobre la actividad de Le Concert des Nations. Con él quiso introducir un bis que Savall calificó de “plegaria” con la pretensión poco fundada de que la belleza podría conjurar al mal. Se trataba de un avance del próximo proyecto de la agrupación, centrado en la obra de Mendelssohn. Es así como pudimos disfrutar, de propina, del segundo movimiento de la sinfonía “Italiana” del mencionado autor.

Pese a que la labor crítica obliga a atender a los detalles, también a los menos gloriosos, cabe decir que como presentación del enfoque de Savall sobre la obra sinfónica de Schubert la velada resultó muy satisfactoria y cumplió su función promocional, consistente en generar un interés muy justificado por el Schubert de Le Concert des Nations.

Foto: © Fundación CIMA | Pau Canivell