Macbeth Liceu escena 

Pálidez verdiana

Barcelona. 11/10/2016. Gran Teatro del Liceo.Verdi: Macbeth. Luca Salsi (Macbeth), Tatiana Serjan (Lady Macbeth), Alessandro Guerzoni (Banquo), Teodor Ilincai (Macduff), Anna Puche (Dama de Lady Macbeth), Albert Casals (Malcolm), David Sánchez (Médico), Marc Canturri (Sirviente/Sicario/Heraldo). Dir. escena: Christof Loy. Dir. musical: Giampaolo Bisanti.

Siendo como es Verdi el compositor más programado y visto en la historia del Gran Teatre del Liceu, un teatro por cierto que nació en 1847, el mismo año del estreno de la primera versión del Macbeth de Verdi, parece más que acertado la elección del título para la inauguración “oficial” de la Temporada 2016/17. Además, dentro del año Shakespeare 2016, cabe recordar que Verdi le dedicó tres de sus óperas: Macbeth, Otello y Falstaff, que hacía tiempo que no se escenificaba en Barcelona, después del Otello visto el pasado enero/febrero, y el Falstaff visto en diciembre del 2010. La última vez que se pudo ver el Macbeth en el Liceu fue en los meses de marzo/abril del 2004, con un reparto encabezado por Carlos Álvarez y Maria Guleghina.

Bienvenido pues este título verdiano, con una música explosiva, llena de fuerza y con un dibujo de los personajes de los más descarnados y psicológicamente complejos dentro de la fecunda escritura del compositor, una obra atractiva y difícil sobretodo para los dos protagonistas, Macbeth y Lady Macbeth. Curioso reparto alternativo el otorgado a dos intérpretes famosos precisamente por este título, sobretodo por el barítono italiano Luca Salsi, especialista del rol, quien además afirma que es su ópera favorita y la también reconocida Lady de la rusa Tatiana Serjan, quien desde su debut italiano en 2002 con este rol lo ha cantado en numerosas ocasiones, entre ellas con Riccardo Muti en Salzburgo en 2011. Esto significa un gran contraste con el reparto de la pareja programada en el reparto del día del estreno, considerado primer reparto, protagonizada por el barítono francés Ludovic Tézier y la soprano rusa Martina Serafín, ambos debutantes en los roles de Macbeth y Lady Macbeth respectivamente. 

La oferta y la variedad están servidas pues, y hay que reconocer que lo mejor de este Macbeth son precisamente las interpretaciones de Tatiana Serjan y de Luca Salsi. Serjan sirve una Lady llena de aristas, vocalmente intachable, usando los colores de un instrumento que se pliega perfectamente a una escritura vocal salvaje y llena de escollos que la rusa solventa con una técnica impoluta y una seguridad sin fisuras. Un timbre algo velado y cierta tendencia a cubrir demasiado el registro agudo no empañan una interpretación que va de la contundencia del primer acto, la sibilina maldad del segundo hasta una magnifica escena del sonambulismo final, la mejor aria de una Lady Macbeth servida con guante de seda y un dominio vocal impecable. Quizás su teatralidad no sea muy maléfica, abogando más por una mujer dominante pero cautelosa y cerebral. 

A su lado el Macbeth de Luca Salsi contradice algo el cliché que sitúa al personaje como uno de los malvados más despiadados de Shakespeare, debido a la humanidad del timbre que desprenden el barítono italiano. Vocalmente recuerda por sus cálidas irisaciones a otros ilustres roles verdianos como Nabucco, el atormentado Rigoletto o incluso al severo pero noble Germont padre, componiendo un protagonista lleno de melancolía, víctima de una ambición descontrolada manipulada por una esposa de insaciable ansias de poder. Salsi declama, frasea y cincela un Macbeth atractivo y más sencillo que poliédrico, pero no por ello menos atractivo. Con su aria final, Pietà, rispetto, onore, (elección de la edición crítica de 1965), Luca rubrica una actuación redonda donde la elegante herencia del belcanto, en la linea del gran Renato Bruson, se impone frente al tormento vocal más proclive del romanticismo escogido por otros ilustres Macbeth como podría ser en los últimos años el enfoque de un Leo Nucci. 

Si como se reproduce en el libreto de mano, sobre un fragmento del una carta autógrafa de Verdi, el tercer protagonista de la ópera es el coro de las brujas, sin duda alguna hay que felicitar al coro del Liceu: equilibrio entre las secciones, limpieza del sonido, homogeneidad. Desde la titularidad de Conxita García el coro del Liceu ha conseguido un grado de excelencia que lo sitúa entre lo mejor de las funciones en las que participa. Mención de honor para el celebérrimo Patria oppressa, donde el grado de ejecución y profundidad expresiva hicieron de él en uno de los mejores momentos de la velada. 

Alessandro Guerzoni fue un Banquo algo gris, quien abordó su aria estrella con seguridad y solvencia pero sin la belleza y hondura que la particella ofrece, gustó al publico, así como el jovial Macduff del tenor rumano Teodor Ilincai. Recordado por su segundo premio masculino en la edición 2011, del concurso de canto Francesc Viñas, Ilincai abordó su Ah la paterna mano con aplomo pero mostrando preocupantes colores áridos en su tesitura, algo que puede alarmar teniendo en cuenta que todavía tiene una joven carrera y ha perdido algo de la belleza y frescura de un timbre que se recordaba atractivo y fácil. Desinhibido y bien proyectado el Malcolm del tenor catalán Albert Casals, y segura y de voz presente la Dama de la soprano Anna Puche, quien se supo hacer escuchar en los finale de acto con notable solvencia. Muy acertado escénicamente en su triple papel de Sirviente/Sicario y Heraldo el barítono andorrano Marc Canturri.

A veces la historia se impone sin haber una razón específica, o así parece lo que se ha convertido en tradición exclusiva de maestros italianos musicales al podio de este título en el Liceu. Así es como solo batutas de la bella Italia han dirigido durante todo el s.XX y XXI la ópera Macbeth en el teatro de las Ramblas, así pues: Nicola Rescingo (1983), Paolo Carignani (1997), Riccardo Muti (2001) y Bruno Campanella (2004), han sido los ilustres predecesores al debutante en el Liceu, Giampaolo Bisanti (Milán, 1972). Su lectura fue atenta a los detalles, con nervio y nunca tapando a las voces solistas, peligro al que se tiende con una orquestación tan salvaje y vital como esta. Un trabajo general desde el podio muy correcto pero algo falto de colores e imaginación, quizás contagiado del blanco y negro omnipresente de la producción. Bisanti quedó algo gris en momentos clave como el brindis del segundo acto, pero supo enfocar otras escenas con elegancia y efectividad como en el mencionado coro Patria oppressa o las dos últimas arias de los protagonistas. 

La producción de Christof Loy cambia la historia original de época, trasladándola a una Escocia de los años 40/50 del siglo XX, con una escenografía monumental, presidida por una gran escala central y una gran chimenea como únicos dos elementos omnipresentes en escena. La referencia a la película Rebeca de Hitchcock, parece más buscada que evidente, a pesar del sabio uso de una iluminación que da el protagonismo a los cantantes y el coro, o la efectiva resolución de las escenas del finale del segundo acto, con una mesa kilométrica o la aparición de los reyes-espectros en cajas de cristal cual museo de cera, en el tercer acto. La búsqueda de una historia psicológica, desde el flashback inicial, con un preludio protagonizado por la aparición de una Lady Macbeth sonámbula que recuerda más a Lucia di Lammermoor, candelabro en mano…o el intento de mostrar a un Macbeth siempre alucinado que parece recrear una historia proyectada de su mente no acaba de convencer. Así y todo hay momentos conseguidos como la caracterización andrógina del coro de brujas, o el transformar el icónico coro del Patria oppressa, en una especie de requiem en el funeral de la familia de Macduff asesinada por orden de Macbeth. La sensación final es más bien gris, ya que el uso de un blanco y negro omnipresente de buscado efecto cinematográfico, eclipsa más que ayuda a una ópera llena de vida y fuerza explosiva. Increíble que en esta elección de la versión de la ópera que Verdi retocó para su estreno francés de 1965, de la que se excluye la música de ballet, pero no un pequeño cuerpo de ballet en escena, no se diga en ningún sitio del programa de mano, quienes son los bailarines. Pálida producción para una de las partituras de Verdi más espectaculares de su catálogo.