Elisabeth Leonskaja 07 1© Elvira Megías.

... Y seguir estando triste

Madrid. 01/02/23. Auditorio Nacional. CNDM. Obras de Schubert. Massimo Spadano, violín. Wenting Kang, viola. Dragos Balan, violonchelo. Rodrigo Moro contrabajo. Alba Ventura, piano. Elisabeth Leonskaja, piano.

Ser feliz. Casi nada. En la Sala de cámara del Auditorio Nacional, de la mano del CNDM, asistimos a un ensayo aspiracional del imposible, a través de la música que Schubert creó en torno al piano. Un dechado de melancolía en las piezas escogidas, en menor o mayor grado, con destellos de absoluto júbilo, despreocupación, alegría contenida o desbordada. El bienestar del recuerdo vivido y los sueños por alcanzar. En mi imaginación, Marguerite Yourcenar escuchaba este Schubert cuando escribió aquello de "se puede ser feliz y seguir estando triste". Es "(Alexis o) el tratado del inútil combate".

Concretamente en sus piezas para piano. Diría que todas, pero muy especialmente en aquellas más avanzadas en el tiempo, donde, el joven compositor, que murió demasiado pronto, alcanzó una sublime madurez en su escritura. Por algo el título de esta crítica cierra aquel que comencé hace cinco años, de la mano de Mitsuko Uchida y algunas de sus últimas sonatas. Entretanto he escuchado mucho Schubert en directo, obviamente, pero ha sido esta noche cuando, ante Elisabeth Leonskaja y Alba Ventura tocando la Fantasía en fa menor a cuatro manos, he recibido esa misma sensación, inexorable e inevitable, de cuando a uno le agitan por dentro, le mecen y le sacuden a partes iguales. Se le abre la memoria que ya parecía olvidada. Les confieso que, ya al comenzar la primera de las melodías, con el suave balanceo de las corcheas en las notas graves, me cayeron dos lagrimones. Hablándolo después con conocidos, me decían que esas lágrimas invalidaban esta crítia. O no, pienso yo. Quizá le doten de la mayor de las formulaciones. Nada de lo que pueda escribir yo aquí podrá relatarles mejor lo vivido que esa emoción, que no me abandonó en toda la pieza.

Tal fue la hondura de lo expresado por estas dos pianistas, de talla excepcional. Leonskaja con una visión más hacia la extroversión, con marcados sforzando y acidulados acentos, como vino demostrando a lo largo de toda la noche. Ventura en una línea más recogida, tal y como marcan ambas partes, en cualquier caso, con serena efusividad y una bellísima elocuencia que no renuncia, precisamente, a la felicidad de la partitura. En su unión, cantaron como una sola, expresaron, ralentizaron, presentaron una lectura tan única como cuidada y fidedigna en el decir, que supuso, en definitiva, una auténtica gozada.

Antes y después, a Leonskaja se le procuró, igualmente, la mejor de las compañías posibles de nuestro entorno musical. Con Massimo Spadano, concertino de la Sinfónica de Galicia, se ofreció la Sonata para violín "Gran dúo". Obra de (mayor) juventud en cuyo Scherzo y Andantino encontraron los artistas su mejor conexión, alcanzando el violinista su mejor afinación y dinámica a medida que avanzaba la partitura, siempre en una lectura un tanto manca en detalles, con Leonskaja relegada a un segundo plano. Se desquitó Spadano al final de la velada, con ese maravilloso Quinteto D667, de sobra conocido por todos y todas como "La trucha". Tras un primer Allegro que sirvió de encuentro y medida, el violín encontró su mejor forma cuando se replegaba en el decir a la viola de Wenting Kang, atril principal de la Sinfónica de Madrid, de bello y sutil timbre. Maravilloso conversar, viveza y expresión, tanto la del violonchelo Dragos Balan, también solista de la OSM, como la del contrabajista Rodrigo Moro, a quien acaba de contratar la London Symphony Orchestra. Gran interpretación, con absolutas maravillas en las variaciones del cuarto movimiento. Deliciosa velada, agitada por la memoria, ilusionante ante el porvenir, como sólo Schubert sabe hacer.