les arts Don Giovanni Miguel Lorenzo Mikel Ponce Les Arts 2048x1366© Miguel Lorenzo / Mikel Ponce.

"A cenar teco" en plano secuencia

Valencia. 10/03/23. Les Arts. Mozart: Don Giovanni. Davide Luciano (Don Giovanni). Riccardo Fassi (Leporello). Ruth Iniesta (Donna Anna). Elsa Dreisig (Donna Elvira). Jacqueline Stucker (Zerlina). Giovanni Sala (Don Ottavio). Adolfo Corrado (Masetto). Gianluca Buratto (Il Commendatore). Cor de la Generalitat Valenciana. Orquestra de la Comunitat Valenciana. Riccardo Minasi, dirección musical. Damiano Michieletto, dirección de escena.

A Don Giovanni parece que le hemos dado ya todas las vueltas posibles. En nuestro país, porque somos así, cuando la tomamos con un título, lo metemos en la sopa: Jenufa, las Tudor de Donizetti... En cualquier caso, la presencia del título mozartiano está más que justificada en cualquier temporada porque ha pasado a ser, ya lo era desde su literatura, todo un clásico atemporal que, ante la desfachatez y el devenir de su protagonista, nunca, parece, dejará de estar de actualidad.

En los últimos cinco años, echando un vistazo atrás, lo hemos podido ver en ABAO (con la polémica demanda de María Bayo); en el bosque de Claus Guth,  en el Teatro Real; en la propuesta más humilde de la Asocación Lírica Luis Mariano; o en la más reciente visión de Marta Eguilior, en la Ópera de Oviedo. Y no en una (Holten), ni en dos (Loy), sino hasta en tres ocasiones (Alexandre) en el Liceu. Llegaba el turno de Les Arts de València... que ha decidido sumergirse en todo un caleidoscopio de pasillos y puertas que viene a definir la poliédrica y compleja visión de su protagonista, al mismo tiempo que retuerce la trama y las razones del resto de personajes que orbitan en torno a sus fechorías.

La propuesta de Damiano Michieletto se basa en un escenario giratorio, donde recorremos las estancias y pasillos de una casa laberíntica. Toda una apelación a sus pensamientos, complejidades decía, que se suman a una acción continua, viva y efectiva, que aporta mayor tensión al drama y, de algún modo, acota espacios temporales, que parecen dotar de mayor sentido a las sinrazones en las que caen las víctimas de Don Giovanni. El efecto es como el de un continuado plano secuencia cinematográfico. No tanto como Birdman o Victoria, sino en las coordenadas de un Arca rusa de Sokurov, con aquellos paseos por los pasillos del Hermitage, mientras asistimos al auge y decadencia de la madre Rusia... y con Gergiev dirigiendo aquí y allá... qué tiempos, qué vueltas, ¡qué vueltas da la vida! Son todas esas vueltas, muchas de ellas sin escapatorias, las que nos presenta el regista italiano, alcanzando sus mayor efectividad en los finales de acto, mientras que algunas escenas, como el asesinato del Comendador o la aparición de este último para llevar al facineroso a los infiernos, parecen perder cierto fuelle ante el encorsetamiento de las paredes.

Por lo demás, se agradece, precisamente, esa vuelta que se le otorga a todos los personajes, yo diría que, en cierto modo, dignificando a las víctimas, a sus porqués... y viniendo a mostrar que están a merced de un canalla al que nada le importa y que se las sabe todas. Llego a ver las razones, los sentimientos de todos ellos, en una ópera donde a menudo se les muestra como seres de cartón. En Da Ponte, en el clásico en sí y en la música de Mozart hay infinitos recovecos. Miren como juega el compositor con el famoso Là ci darem la mano... esa manera de dudar de Zerlina mientras entona sobre las mismas notas de la proposición del donjuan... o por seguir con Zerlina, esa forma de enmascarar la brutalidad de Batti, batti..., vistiéndola de cándidez en ese andante grazioso... Los pelos de punta. Para todo ello, desde el foso Riccardo Minasi encendió a la Orquestra de la Comunitat Valenciana, apostó todo por el drama, por la narrativa, en una lectura de corrientes y planos contrastados, más allá de pura dinámica. Empujó la obra hacia adelante también desde los atriles, que por momentos parecían arder. Hubo expresividad en el continuo, también en las variaciones, tanto en los cantantes como en los instrumentos del foso... por momentos el sonido quedó demasiado compactado y fue ardua la coordinación con lo que sucedía sobre el escenario en ocasiones, ante la conocida acústica de Les Arts, que complica la escucha entre foso y escena, y ante el coloreado, florido y bello gesto de Minasi, tan dinámico como variado.

Cumplió como el cínico y desagradable protagonista Davide Luciano, de bello timbre y formas en el decir, indispensables para su cometido. Le acompañó a similar altura el Leporello de Riccardo Fassi, muy bien caracterizado en el pobre siervo, que anda ya absolutamente desquiciado ante lo que ha de ver y hacer. Muy agradable timbre, igualmente, el de Adolfo Corrado como Masetto y correcto, encendido el Don Ottavio de Giovanni Sala (sustituyendo al inicialmente previsto Xabier Anduaga), a quien Michieletto rompe el esquema de pusilánime aquí. Impresionante el Comendador de Gianluca Buratto. Imponente, homogéneo, sonido redondeado en toda su tesitura... uno de los mejores comendadores que yo he escuchado, tanto en la versión operística como teatral... en los últimos 20 años.

Siempre dentro de esa corrección en la que Les Arts parece no fallar, apostando siempre sobre seguro y no arriesgando demasiado en todas las vertientes y disciplinas, las tres mujeres que vertebran la obra. Las víctimas sin las cuales no habría historia. Apasionada, sentida, dramática la Donna Anna de Ruth Iniesta; timbre claro y elegante el de Elsa Dreisig en la afectiva y contradictoria Donna Elvira, y vigorosa y decidida la Zerlina de Jacqueline Stucker. Muchas vueltas se le dan, decía, a Don Giovanni. Muchas llevamos dándole, también en la ópera, y con razón. Y a tenor de lo visto y escuchado en Les Arts, con una propuesta bien acertada... mejor será no dejar de girar.