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El otro flamenco

Barcelona. 18/03/23. Palau de la Música Catalana. Obras de Robert Gerhard, Enrique Granados y Manuel de Falla. Textos de Federico García Lorca. Joana Jiménez, cantaora; Belén Cabanes, castañuelas. Orquesta Sinfònica del Vallès. Xavier Puig, dirección musical.

Corría el año 2010 cuando atónitos, los españoles asistíamos, en pantalla grande, a unos Sanfermines en plena Sevilla, una de las escenas más icónicas de la vertiginosa Noche y Día. Por supuesto, en aras de la acción y el entretenimiento, la mayoría pasamos por alto aquella incongruencia con simpatía, y porque ver a Tom Cruise y Cameron Díaz en moto perseguidos por veinte toros, se hacía, como mínimo, curioso de ver. Algo parecido ocurrió también con Cruise de protagonista, cuando se arregló cierto pastiche cultural, mezclando Fallas y Semana Santa, para la segunda entrega de Misión imposible (2000).

Ya que el mantra de “es lo que vende”, dentro o fuera del cine, lleva muchos años instaurado en la industria del turismo –el sector que mejor rentabiliza la cultura– se podría pensar que el flamenco en Cataluña es poco más que otro colorido suvenir, sin justificación geográfica, que decora los locales de la Ramblas. Lo cierto es que, como ya ocurría en tiempos de Falla y Granados, y especialmente en la década de los treinta, Barcelona siempre ha tenido una fuerte raíz flamenca cultivada en los tablaos y en los recovecos de la ciudad. Periódicamente, El Palau de la Música, incluye actuaciones de flamenco destinadas, eso sí, a un sector mayoritariamente turista. Sin embargo, la actuación del sábado 18, abarcó una de las mayores citas de ese flamenco orquestal –también poético y cantaor– de la temporada y llevábamos tiempo sin ver en la Ciudad Condal. 

Con Xavier Puig al frente, la Sinfònica del Vallès comenzó este integral folclórico que discurrió entre textos de Federico García Lorca, a los que puso voz un inspirado Jordi Brau, y obras sinfónicas de alto renombre. Así pues, abrieron boca dos perlas de Gerhard, evocando picaresca y jaleo con su Divertimento flamenco que calentaron motores de una orquesta que se auguraba en perfecta forma. Hizo escena la genial Belén Cabanes para entrelazar sus castañuelas con los versos de Lorca y musicalizar sus “escarabajos sonoros” antes de dar paso a la Danza gitana de Granados, donde el arte de Cabanes se inmiscuyó de manera tan gratificante con el todo orquestal que arrancó la primera ovación espontánea de la velada. También de Lorca, las Canciones españolas antiguas, brillaron en la sala con la incorporación de guitarra y laúd, y con la colosal cantaora Joana Jiménez, destacando la Nana, arreglo por Lluís Vidal y Los cuatro muleros, por Joan Albert Amargós, en las que Puig gestionó a la perfección todos los elementos. 

Le siguió la guinda del pastel, nada más y nada menos que el monumental Amor brujo, con todos los protagonistas implicados en ese desgarrador drama de aquella lejana y pasional Andalucía, que Pastora Imperio estrenó en 1915. Eludiendo algunas escenas al tratarse de la versión de 1925, sobresalieron, cómo no, los clásicos inmortales de ese híbrido entre zarzuela y gitanería. Entre ellos, la Canción del amor dolido, la Danza del terror –o popularmente, del fuego fatuo– y especialmente, la archiconocida Danza ritual donde Puig supo perfilar bien esos icónicos crescendi, desde la lejanía hasta el fortissimo, con los que Falla nos sumerge en ese trance embrujado. En lo escénico, la cantaora se mostró cómoda en un registro teatral limitado, circunscrito al poco espacio disponible, que mejoró la narración tras solventar algunos problemas iniciales de microfonía. Ya con la esperada ovación atronando en la sala modernista, la OSV y Palau dedicaron un “espontáneo” cumpleaños feliz al director Xavier Puig. La propina final fue un Anda jaleo, escrita y compuesta por el mismo Lorca, que supuso un formidable dueto entre Jiménez y Cabanes, cante y castañuelas, dos titánicas del género al servicio de ese flamenco de alta cultura, ese otro flamenco.      

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