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Preciosismo desde las entrañas

Barcelona. 16/06/23. Gran Teatro del Liceu. H. Purcell: Celestial Music did the Gods inspire, Z322. Dido & Aeneas. K. Lindsey (Dido), R. Dolcini (Aeneas), A. V. Leite (Belinda), M. Gnidzaz (Primera bruja), V. Thomas (Segunda bruja), J. Lawrence (Marinero), M. Loughlin Smith (Espíritu). B. Rimondi (tenor), P. Rowan (bajo). D. Brant (tenor). C. Gautier (bajo). Compañía Blanca Li: Alizée Duvernois, Coline Fayolle, Gael Rougegrez, Julien Marie-Anne, Meggie Isabel y Victor Virnot. Les Arts Florissants. Dir. Musical.: W. Christie. Dir. Esc. & Coreografía: B. Li. Coproducción Gran Teatro del Liceu, Teatros del Canal, Théâtre Impérial de Compiègne, Château de Versailles Spectacles y Les Arts Florissants. Con la colaboración del Teatro Real.

Albricias y párnaso musical para todos los amantes de la música de los siglos XVII y XVII gracias a la programación final de temporada del Liceu. Si se pudo disfrutar de un magnífico Orfeo de Gluck (1762), en versión de concierto, con unos fuera de serie Freiburger Barockorchester & RIAS Kammenchor y la batuta de René Jacobs hace pocos días, con esta versión de “ópera-ballet” del Dido y Aeneas de Purcell (1682) con Les Arts Florissants y W. Christie, y el próximo cierre de temporada con La incoronazione di Poppea de Monteverdi (1643) y un trio de cartel con los nombres de Jordi Savall, Calixto Bieito y Xavier Sabata, la felicidad musical está más que asegurada.

Sello personal del director artístico del Liceu, Víctor García de Gomar, el tener esta importante presencia de un repertorio con los mejores intérpretes que se convierte en marca de la casa de Gomar y que supone una de sus mayores y más acertadas aportaciones a la historia del Liceu bajo su mandato artístico.

Esta coproducción de Dido and Aeneas con varios teatros, se estrenó en Madrid en enero pasado en los Teatros del Canal, con una Dido diferente, allí fue la renombrada Leah Desandre, aquí en Barcelona una no menos excelsa, Kate Lindsey. Una producción con dos nombres como co-creadores de una idea que casa muy bien con el repertorio barroco y es la de convertir el Dido y Aeneas en una ópera-ballet, al más puro estilo tradicional barroco.

Si bien es verdad que la génesis de la obra maestra de Purcell, no ha trascendido históricamente como una ópera-ballet, sí lo es que en la tradición de las masques y la tragédie lyrique francesa, de la que es heredero el Purcell de Dido y Aeneas, el ballet era parte fundamental del estilo lírico-escénico. Por lo que la idea de bailar esta ópera del llamado Orpheus Britannicus, ha tenido en su plasmación por la coreógrafa Blanca Li y la ejecución musical de Bill Christie, un feliz resultado artístico.

Todavía el firmante está buscando en el programa de mano porque se hace omisión de que en esta propuesta musical y danzable, antes de la ópera propiamente dicha, se interpretó la Oda de Purcell: Celestial music did the gods inspire, Z322. Un asterisco encima del nombre de los cantantes solistas que la interpretaron poco aporta como información extra para un público que en su mayoría debieron pensar que la música formaba parte de la ópera…

Una Oda que según parece ya se interpretó en el estreno de Dido y Aeneas, a modo de pequeño prólogo musical, pues la oda no llega siquiera a los veinte minutos. Sea como fuere la Oda tuvo en la interpretación de unos excelsos Les Arts Florissants y de sus tres solistas, el llamativo y aterciopelado bajo Padraic Rowan, la estilosa Ana Vieira Leite y un punzante pero algo nasal Bastien Rimondi, unos impecables cometidos.

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Entrando ya en materia, la ópera, en su vertiente musical rozó esa extraña perfección que fluye siempre bajo la batuta preciosista y delicada de un William Christie maestro del estilo.

El decano creador y fundador de Les Arts Florissants, tiene esta ópera en alta estima y se le nota su amor musical por la partitura, pues fluye con un lirismo y una poesía musical de arrebatador resultado. No es Christie un director que juegue la carta del contraste o la teatralidad barrocas como otros compañeros, el mismo Jacobs con su reciente Gluck, o un renovador Currentzis, quien grabó su versión de Dido y Aeneas, jugando la baza de los vértices, contrastes y una catártica dramaturgia musical.

Christie es un hedonista musical, un poeta del ritmo y un esteta del control de la instrumentación. Con él la música siempre es hermosa, delicada y parnasiana, si los contrastes en la partitura están, escena de las brujas y la hechicera, Christie las pinta siempre con una pátina esteticista que aturde e hipnotiza. Para algunos será falta de incisión y contraste, pues el barroco aun el incipiente de Purcell, bebe también de estos contrastes. ¿Una salvedad? Según gustos, pero que su dirección, concepción y resultados fueron excelsos no se lo quita nadie. 

El coro y la orquesta de Les Arts Florissants, hicieron honor a su nombre y florecieron con una belleza instrumental y vocal que casó a la perfección con una partitura que lo tiene todo, y todo condensado en poco menos de una hora.

Magníficos los tres solistas vocales protagonistas, mención estelar para la Dido de la mezzo USA Kate Lyndsey. En un estado de madurez vocal envidiable, de atractivos armónicos, color y tesitura homogénea, su temperamento teatral, la elegancia de su estilo, una efectiva proyección y un ángel teatral propio hicieron de su Dido la joya vocal de la ópera. 

No defraudó en el famoso lamento, cantado, expirado y casi susurrado con una pasmosa modernidad canora. Partiendo del estilo barroco inglés, culminó el aria como una pieza eterna y universal de sublime atemporalidad musical.

De timbre y color varonil, emisión redonda, límpida dicción y articulación sin mácula, el Aeneas del barítono milanés Renato Dolcini, regaló una interpretación llena de calidez y expresión. Supo remarcar el contradictorio carácter heroico y enamorado de Aeneas, y convenció en su doble faceta como Hechicera, una elección estilística de trasfondo dramático muy interesante y efectivo.

Por último, delicadeza infinita en su cristalina emisión la Belinda de la soprano portuguesa Ana Vieira Leite, quien supo reivindicar un personaje que puede quedar eclipsado por los dos protagonistas si no se tiene el carácter y la musicalidad necesarias. Leite desplegó un timbre y un estilo preciosista al más puro estilo Christie.

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Notable trabajo el de la coreografía de Blanca Li y bravisimo el equipo de bailarines que doblaron las voces de los cantantes, estáticos en unas torres cual monolitos, desde donde cantaron la ópera.

La danza quiso expresar las emociones canoras, una función subjetiva de resultado algo heterogéneo que sin embargo encontró en un final de gran poesía visual lo mejor de la propuesta. 

Li exhorta a unos movimientos que nacen siempre del diafragma de los bailarines, expresando esas emociones que parecen nacer de las entrañas y que contrastaron magníficamente con el preciocismo orquestal que impuso Christie desde el clave y el bajo continuo. 

La escenografía y creación de Matière-Lumière ideada y firmada por la artista Evi Keller, creó una atmósfera mítica a lo tragedia griega. El vestuario de Laurent Mercier, y una iluminación de Pascal Laaji, que conjugó a las mil maravillas con la producción, recrearon una atmósfera atemporal siguiendo la génesis musical de la obra.

Una especie de danza matérica, envuelta en una estética que cruzó los dorados de Klimt, los megalitos infinitos de Brancusi y el juego del agua y sus reflejos en un guiño quizás a la producción de Sasha Waltz y su icónico Dido y Aeneas acuático.

Solo se había programado una vez en sus 175 años de historia del Liceu esta ópera de Purcell. Su llegada con esta estimulante propuesta firmada por Blanca Li y William Christie, hace honor a una partitura que debiera verse e interpretarse más, por mucho que una sala como la del Liceu y su grandiosidad arquitectónica, quizás no sea el escenario más adecuado.

¿La volveremos a ver como nuevos espectadores del futurible Liceu Mar algún día?