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Alucinaciones barrocas

Munich. 20/07/23. Bayerische Staatsoper. Prinzregententheater. G. F. Händel: Semele. B. Rae (Semele), M. Spyres (Jupiter), J. J. Orlinski (Athamas), E. D’Angelo (Juno), J. Soy (Cadmus/Somnus), N. Karyazina (Ino), J. Hacker (Apollo), M. Siljanov (Gran Sacerdote). Gianluca Capuano, dirección musical. Claus Guth, dirección de escena.

Duración wagneriana y altísima calidad musical para esta nueva producción de la ópera-oratorio Semele de Händel para la edición 2023 del Münchner Opernfestspiele. El director de escena alemán Claus Guth, articuló una lectura inteligente, con sus afamados recursos estéticos basados en el blanco y negro, para crear una producción basada en la psicología de una protagonista que escapa a su realidad.

Guth acierta en transmutar el fondo mitológico de la historia. La lucha interior de una mujer, Semele, que quiere escapar de una realidad que no le gusta. Adentrándose en un mundo paralelo, donde la metáfora de unos pájaros negros, águilas o cuervos según se mire, la llevan a exorcizar sus miedos internos, la presión social de una familia que no la entiende, y la liberación psicológica que justifica una partitura de melodías memorables y de una dificultad solo al nivel del Händel más exigente.

En ese sentido hay que subrayar las prestaciones de la soprano estadounidense Brenda Rae, quien en su debut rol, demostró una madurez canora y una prestación escénica solo al alcance de una cantante en un punto de madurez artística personal óptimo. Y aún así la exigencia del rol se notó en algunos momentos, por una mejora de la proyección y emisión que fueron de menos a más en los dos extenuantes actos. Rae posee un registro superior de ligera fácil y de agudos refinados, que pierde algo de cuerpo sobretodo en el registro central-grave. Con todo la construcción de su personaje, milimetricamente apuntado por una dirección de actores primorosa, sello Guth, dio como resultado una Semele camaleónica, de recursos vocales artificiosos dignos de una diva barroca que controló su instrumento con convicción y un resultado musical memorable. Ahí quedó al celebérrima Myself I share adore, situada ya casi al final de la ópera, que cantó con una seguridad técnica, variaciones sobre la zona aguda y un porte de soprano de gran clase digno de admiración.

A su lado brilló con la luz de los artistas consumados el Júpiter de Michael Spyres. El afamado baritenor, como parece gustar autodenominarse el mismo, demostró la finura de una técnica supina, la facilidad innata de unos agudos brillantes y proyectados con primor, la redondez de un registro que suena siempre firme en los graves, pleno y redondo en el centro. Su interpretación del aria Where'er you walk, fue uno de esos momentos donde el tiempo pareció pararse, pues su uso de la media voz, los piani y una emisión sedosa y nacarada, consiguieron la que seguramente fue la ovación de la velada.

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Sobresalió también en su doble papel de Cadmus/Somnus, el bajo-barítono canadiense Philippe Sly. De voz redonda, con unos graves de preciosa y pulposa sonoridad, con un estilo barroco de elegante fraseo, y una vis actoral que conectó enseguida con el público. Dotada de un timbre oscuro y penetrante, la Juno de la mezzo Emily d’Angelo fue otro punto fuerte de un reparto lleno de voces atractivas. D’Angelo cantó la famosa Hence, hence, Iris hence away! con una solvencia, control del registro, y un timbre azabache siempre presente y natural que dejó al público con ganas de escucharla en un rol de mayor enjundia.

Favorito de una gran parte del público, el contratenor polaco Jakub Jósef Orlisnki, fue un Athamas perfecto en lo actoral, con escena de baile break-dance, especialidad de la casa incluido. Vocalmente volvió a demostrar inconsistencias en una emisión irregular, de agudos apretados y huecos. Suplidos con un estilo refinado que gana en las arias da carácter contemplativo, donde una notable musicalidad equilibra los desajustes de color de un instrumento irregular.

Correcta la Ino de la mezzo Nadezhda Karyazina y rutilante la soprano Jessica Niles como Iris. Un nombre a seguir por la frescura de un timbre brillantísimo y un instrumento de futuro prometedor. Llamó la atención el bajo Milan Siljanov como Gran Sacerdote, pues aún demostrando un canto de estilo poco adecuado, la voz es de una calidad, color y proyección notables. 

Mención de honor al coro de la Bayerische Staatsoper, quienes abordaron su particella acoplándose con brillantez al periodo de madurez compositiva de Händel. Una escritura que tiene aquí en esta mezcla de ópera-oratorio, un protagonismo especial. El gran coro del del segundo acto, con solo de órgano incluído, uno de los grandes corales de un Händel en la cima de su arte: Bless The Glad Earth… fue interpretado de manera magnífica por las huestes corales muniquesas.

Bravo también a los cuerpos estables de los Opernballet de la Staatsoper pues esta exigente producción de Claus Guth les da un protagonismo especial que bordan con una mezcla de disciplina y profesionalidad dignas de elogio.

Por último y no menos importante en el éxito indiscutible de estas funciones, brevísima la lectura desde el podio del maestro Gianluca Capuano. Preciocismo en las variaciones, un bajo continuo de hermosos ribetes, un estilo barroco depurado y muy teatral, con la chispa necesaria para hacer justicia a una obra de duración de casi tres horas, hicieron las delicias del público para una orquesta en estado de gracias pese a no ser una formación especialista en el barroco. El criterio musical, de un historicismo adaptado a una orquesta moderna, fue preciso, de una vitalidad contagiosa y un resultado fantástico para unas funciones que merecen ser grabadas para un futuro DVD.

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Foto: © M. Rittershaus