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Como ninguna otra tarde del mundo

Peralada. 31/07/2023. Iglesia del Carmen. Festival Castell de Perelada. Obras de Guillaume Dumanoir, Marin Marais, François Couperin, Jean-Féry Rebel, entre otros. Le Concert des Nations, Jordi Savall, viola da gamba y dirección.

El ecuador del esperado Festival de Peralada ha contado este año con la inestimable presencia del maestro Jordi Savall, que, tras dos décadas sin actuar en el emblemático evento ampurdanés, acudía por tercera vez, ante la mirada de fieles seguidores –y alguno de la esfera política– con Le Concert des Nations y la garantía de ese “sonido original”. La expectación era máxima, no solo por el hito que supone el regreso de un gran erudito de ochenta y un años (al día siguiente, cumplió los ochenta y dos), sino por su reciente incursión operística en la casi polémica L'incoronazione di Poppea, especialmente por la puesta en escena –no por la música–. En cualquier caso, el programa propuesto era un viaje al Versalles de los tres Luises, XIII, XIV y XV de Francia; noventa minutos de repertorio de viola da gamba y barroco francés o, en otras palabras, la especialidad de Savall. 

Incluso para un intérprete e investigador tan docto como el catalán, vale la pena señalar las dificultades de interpretar un instrumento tan antiguo, en concreto, una viola Barak Norman, reliquia de 1697 y representante de esa variedad francesa de siete cuerdas, tan apta para realzar el contorno del continuo como para interpretar melodías –o evocar la voz humana en sus siete etapas, tal como explicó Savall– y que, al igual que el resto del conjunto, requirió afinación recurrente entre pieza y pieza.

El primer plato del menú fue una suite de Guillaume Dumanoir (1615–1697) de la corte de Luís XIII, donde destacaron la Fantasie y la segunda Sarabande, sin olvidar los destellos del incondicional Manfredo Kraemer al violín en la Hungaresca. Los de Savall consiguieron equilibrar bien las texturas y sintetizar una percusión muy proporcional y atenta, en las manos del habitual Pedro Estevan.

El itinerario real prosiguió con la corte del Rey Sol, centrado en la dualidad maestro-alumno de Monsieur de Sainte-Colombe (ca.1640–ca.1601) y Marin Marais (1656–1728), con ecos indisociables de Todas las mañanas del mundo, película musicalizada por el propio Savall en 1991. No faltaron, naturalmente, duetos de viola con su colega Philippe Pierlot en el concierto para dos violas, Le Retour, y momentos de gran delicadeza entre viola y la suave tiorba de Enrike Solins, aunque la fuerza de las célebres Folías de España, que revelaron la espléndida forma de las manos del director, hizo valerle al conjunto la primera gran ovación espontánea de la velada. El último capítulo de Luís XIV se centró en el maestro para tecla François Couperin, donde Kreamer y Charles Zebley al traverso, dibujaron los contornos de la suite Les Concerts Royaux sobre un afelpado basso continuo bien construido.

Ya por último, en la cámara de Luís XV, resonaron Les Élements, de Jean-Féry Rebel (1666–1747), obra de popularidad creciente y que gozó de un considerable cuerpo sonoro en las piezas más pomposas, sin sacrificar la intimidad barroca en las lentas. La Sonata VIII o à Trois finalizó el programa con la bella música de Jean-Marie Leclair (1697–1764), no sin exigir precisión en los adornos y sin que el capitán del barco surcara las partes más difíciles. Los aplausos en pie tuvieron de propina una danzante bourrée de la época de Luís XIII y una delicatesen de Philippe Rameau, donde Kraemer y Marco Vitale al clavecín divirtieron al público con gestos y miradas, cerrando una velada muy especial, una tarde, como ninguna otra en el mundo.

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