ABAO Bilbao Opera. El rapto en el serrallo. Enero 2024 ÂE. Moreno Esquibel DSC0062 

Mozart y la emoción

Bilbao. 20/01/2024. Palacio Euskalduna. Mozart: El rapto del serrallo. Moisés Marín (Belmonte). Jessica Pratt (Konstanze), Leonor Bonilla (Blonde), Mkeldi Atxalandabaso (Pedrillo), Wojtek Gierlach (Osmin), Wolfgang Vater (Selim Basa). Coro de Ópera de Bilbao. Euskadiko Orkestra. Dirección de escena: Mariano Baudin. Dirección musical: Lucía Marín.

Parece lógico pensar que cada persona que frecuente la música de W. A. Mozart, concretamente sus óperas, tenga un acercamiento diferente a ese catálogo de obras tan diverso y variado, desde sus comienzos juveniles a esa madurez, truncada por la muerte, que suponen las óperas de la trilogía Da Ponte o La clemenza di Tito. Este punto de vista personal es del aficionado, del intérprete, del director musical, del escénico… de todos aquellos que participan en una representación. Por eso, esta crónica, como todas por cierto, se centra en mi relación con las óperas de Mozart, y concretamente con El rapto del serrallo del que estrenó ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera) una nueva producción el pasado sábado dentro de su 72 temporada de ópera. 

Dentro de ese grupo de óperas mozartianas, El rapto siempre ha sido una de mis favoritas. La alegría que transmite este singspiel (término musical para un tipo de composición escenificada que mezcla la música y fragmentos hablados, propio de los países germánicos) siempre me ha cautivado. La historia, que veremos también en obras de Rossini y otros compositores, narra las aventuras de dos parejas de “occidentales” en el cerrado mundo otomano y en el que lo exótico se mezcla con lo sensual, con un final feliz para todos. No tiene la profundidad de otras óperas del compositor de Salzburgo pero sí una de las tónicas que caracterizan ese lado diferente y genial que tiene Mozart: el trato casi igualitario que tiene la mujer frente al hombre. No estamos hablando del siglo XXI, estamos hablando del Imperio Austriaco del siglo XVIII. Desde ese punto de vista histórico las protagonistas femeninas de Mozart, y Konstanze en El rapto es una de las pioneras, tienen una presencia y una fuerza que no era habitual en la ópera de ese siglo o del siguiente. Otro de los atractivos que me acercaron a esta composición es ese aire musical “turco” tan de moda en ese Imperio Austriaco del que hablábamos y que es una nota de exotismo llena de animación.

Todo este preámbulo me sirve para explicarme a mí mismo y a mis lectores la decepción y la distancia anímica que tuve al escuchar el planteamiento musical de Lucía Marín, directora que debutaba en el foso de ABAO. Marín en casi todo momento se decantó por una lectura demasiado analítica y seria de la partitura, con tiempos excesivamente lentos, recreándose en momentos que debían tener un ritmo más vivo. El resultado, en general, fue un acercamiento frío, sin emoción (algo que con Mozart tiene que surgir siempre, sea cual sea la ópera), distante. En ciertas ocasiones esta tendencia parecía cambiar. La obertura prometía una visión que luego no cuajó y que sólo se vislumbró en algunos momentos puntuales, como en la más famosa aria de la ópera cantada por la protagonista: Martern aller Arten. Esos detalles me hacen pensar que Marín tenía una visión que mezclaba el acercamiento más contenido con alguna explosión de alegría y fuerza. Pero no mantuvo una línea recta, fue cambiando y el resultado fue una lectura que, insisto, me dejó frío y triste, porque no es fácil ver representada esta ópera y me parece que ha sido una ocasión perdida. A sus órdenes tuvo a una excelente Euskadiko Orkestra, una formación cada vez más consolidada en estos menesteres líricos y que cuenta con solistas de gran calidad y en la que esta ocasión se lució su sección de percusión.

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Encabezaba el reparto Moisés Marín como el noble español Belmonte. El tenor es un cantante habitual en las temporadas españolas y siempre su trabajo está bien resuelto y la calidad de su voz es indudable. Suele participar en papeles comprimarios y tenía ganas de verle en un papel protagonista. Se confirmaron mis expectativas positivas sobre todo en lo que se refiere a la elegancia con la que cantó (muy apropiada para este papel que parece adelantarse al Don Ottavio de Don Giovanni) y a un fiato espectacular y una proyección apropiada. Pero sus arias fueron las más lastradas por la dirección musical, y si ya son de por sí lentas, en esta ocasión se demoraron aún más. Esto, pienso, lastró el esfuerzo de Marín que tuvo alguna dificultad en el agudo pero demostró temple y clase en la zona central y grave de la tesitura. El camino de los papeles protagonistas no es fácil pero creo que el tenor tiene la fuerza y el ánimo para conseguir afianzarse en estos roles.

La gran triunfadora de la noche fue esa gran soprano que es Jessica Pratt, como Konstanze, amada de Belmonte y raptada por el turco Selim Bassa. Mozart creó para este rol las arias más impactantes y atractivas, sobre todo la ya nombrada Martern aller Arten, una de las piezas musicales más bellas y, sobre todo, más difíciles, de todo el repertorio operístico de coloratura. En el resto de sus intervenciones se mostró segura y su voz brilló en el ingrato espacio del Palacio Euskalduna. Espacio que conoce perfectamente Mikeldi Atxalandabaso, un valor seguro en cada ópera en la que participa y que aquí dibujó un criado Pedrillo simpático en lo escénico y con ese poderío vocal que lo caracteriza en lo musical.

También a gran nivel la Blonde de Leonor Bonilla, una de las más destacadas sopranos españolas que se lució especialmente en la pastoral Durch Zärtlichkeit und Schmeicheln, gracias a esa voz en la que destaca la facilidad en el agudo y la la belleza del timbre. Wojtek Gierlach debutaba en ABAO como Osmin, el sirviente de Selim. El desempeño del bajo polaco fue un poco decepcionante porque no era su voz, más cerca de lo baritonal que de las de un bajo profundo, la que se exige para este papel. Tiene gran intervención en la ópera y pese a esas dificultades en el grave su trabajo se puede calificar de estimable. Bien el actor Wolfgan Vater que representó con profesionalidad el papel no cantado de Selim Bassa. Cumplidor el Coro de Ópera de Bilbao es sus dos cortas intervenciones.

Mariano Baudin firma esta nueva producción de ABAO que carece de cualquier atractivo artístico o dramático y es completamente inane (como diría un compañero y amigo). Ni la dirección de escena (dejada muchas veces al libre albedrío de los cantantes) ni la rancia escenografía  que firma Nicola Rubertelli pasan de lo mil veces visto en un teatro de provincias con pocos recursos y es, a mi parecer, impropia de una entidad con la categoría de ABAO. Se me dirán las dificultades que tiene siempre la Asociación con las producciones más complicados por tener que montar y desmontar todo para cada ensayo, pero esto no es óbice para presentar cuatro paneles, dos torreones de donde entran y salen los protagonistas como si esto fuera una comedia de Arniches y un video con un oleaje marino. Una lástima. 

Mozart raras veces naufraga, pero una dirección musical mal planteada y una producción sin atractivo estuvieron a punto de hacerle zozobrar. Los cantantes salvaron el barco. 

Fotos: © E. Moreno Esquibel