Minkowski 

Navidades avanzadas

Barcelona. 16/11/2016, 20:30 horas. Palau de la Música. Palau 100. El Cascanueces de Chaikovsky.  Les Musiciens du Louvre. Marc Minkowski, director.

Suspendido el concierto con fecha del 27 de octubre, en el que iba a tocar la Orquesta Juvenil Teresa Carreño, Palau 100 tuvo la gran idea de llamar a Marc Minkowski y su orquesta de Les Musiciens du Louvre y programar la música íntegra del ballet del Cascanueces (1892), como atractivo recambio. Lástima que la respuesta del público, que no llenó la sala, no estuviera a la altura del acontecimiento musical, puesto que este precioso ballet de Chaikovsky rara vez se puede disfrutar en su integridad; en cambio sí se suele tocar la Suite escrita por el propio compositor. 

Marc Minkowski es un director musical de visión siempre atractiva y teatral, formado con el repertorio barroco, desde el cual ha dejado una considerable discografía con su inseparable formación, Les Musiciens du Louvre; un catálogo donde siguen todavía imbatidos algunos hitos como el Ariodante de Händel con una fantástica Anne Sophie von Otter como protagonista. Pero la visión siempre inquieta y curiosa del director y fagotista francés lo ha llevado a dejar constancia de otras obras del clasicismo con referencias ineludibles en la discografía, caso de su Gluck, con la versión francesa para tenor del Orphée et Eurydice o sus DVD de operetas de Offenbach, siempre chispeantes y llenas de contagioso ritmo. 

No es de extrañar pues su elección del último ballet compuesto por Chaikovsky, una obra icónica que contiene de las melodías más conocidas del compositor de El lago de los Cisnes (1877) y La bella durmiente (1890), como uno de sus programas esta temporada con su formación. A esto hay que sumar la importante tradición francesa por el ballet, genero venerado desde la época barroca y que para los músicos franceses supone poco más que un abc obligatorio en su formación y desarrollo. 

Empezó la batuta del maestro francés inquieta y se diría hasta precipitada con la obertura del primer cuadro y el posterior primer número: La decoración del árbol de Navidad. Cierta sensación de ritmo acelerado y algo sucio, que por suerte se disipó rápido. 

Les Musiciens du Louvre tienen unos instrumentistas excelentes que saben contagiar con su sonido limpio y carácter entusiasta, la partitura que interpreten, y si como en este caso, es una obra de una riqueza e imaginación melódica desbordante, la fiesta sonora no puede ser más placentera. Rápidamente se fueron pasando las escenas de este cuento fantástico donde la niña Clara, tiene una aventura mágica con un Cascanueces, regalo de Navidad, que cobra vida y con el comparte mil y una aventuras. 

Minkowski jugó su reconocida carta del ritmo trepidante y la búsqueda de dinámicas y colores tímbricos, con momentos de gran efectividad teatral como La Marcha, la atmósfera nocturna y onnírica del episodio de La Noche o la sinuosidad casi cinematográfica del capítulo de Clara y el Cascanueces con ese final majestuoso de sonido tan ruso.

De la orquesta, siempre cómplice entre las secciones, destacaron la flexibilidad de las cuerdas, el sonido dulce y acaramelado de las maderas, oboes y clarinetes, pero también los vientos con unas flautas vivas y juguetonas. Minkowski se recreó en la gran orquestación chaikovskiana y sus múltiples recursos, creando un gran fresco sonoro, rico y caleidoscopio, donde la partitura casi se podía ver dibujada frente al espectador con sus mil y un matices. 

Hay que destacar con justicia el final del segundo acto, con el celebérrimo Vals de las flores de nieve y la intervención mágica del Cor de Noies de l’Orfeó Català. Inevitable no pensar en las BSO de Danny Elfman y las películas de Tim Burton, no en vano este número chaikovskiano se adelantó a su tiempo y se revela como un efectivo capítulo de gran fuerza sugestiva. 

La segunda parte se desarrolló con la batuta de un Minkowski entregado en cuerpo y alma a una lectura ampulosa, siempre cómplice con los trucos y colores de la partitura, jugando las cartas de la mágica historia, con una lectura ensoñadora. Precioso el momento sinestésico de la caída de los copos de nieve, rabioso brío en la Danza rusa, contagiosa elegancia cantabile en el Vals de las flores, o el recurso mágico que parece remitir al Mozart de Die Zauberflöte, con el uso de la Celesta y ese sonido que remite al carillón de Papageno.

Un publico entregado ovacionó a la formación y su director, quienes regalaron dos bises de la Suite L'Arlésienne de Geroges Bizet, otra especialidad de la casa como quedó demostrado con un ritmo irresistible que invitaba a seguir bailando sin levantarse de la silla.