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Romanticismo, historicismo y sobriedad

Barcelona, 13 de febrero de 2024. Palau de la Música Catalana. Brahms: Ein deutsches Requiem. Balthasar Neumann Chor & Orchester. Orfeó Català. Eleanor Lyons, soprano Domen Krizaj, barítono. Thomas Hengelbrock, director. 14 de febrero de 2024. Mendelssohn: Sinfonía nº2, "Lobgesang". Eleanor Lyons, soprano. Anna Terterjan, soprano. Maximilian Schmitt, tenor.

El dia 17 el Balthasar Neumann Chor & Orchester estará en Hamburgo interpretando la misma obra que nos ofreció en la primera de sus dos veladas en el Palau de la Música Catalana: Ein deutsches Requiem, de Johannes Brahms. Acaba de hacer una estancia en Barcelona viniendo de su Freiburg materno. Esta agrupación tiene su recorrido en el repertorio barroco y esto es relevante respecto a lo que se vio en el Palau el otro día. De entrada esto conlleva consecuencias respecto a la interpretación y respecto al volumen, con una formación más bien pequeña, reducida  a unos cincuenta músicos, lo que no deja de ser la instrumentación original.

El primer movimiento del Requiem de Brahms, Selig sind die da leid tragen, se inició con tiempo ligero y dinámicas moderadas como corresponde al peso de la formación, y articulación no muy limpia sin que esto sirva de precedente. La cosa fue tomando color y el coro, un mixto entre el Balthasar Neumann Chor y el Orfeó Català, ofreció una prestación espléndida.

Denn alles Fleisch, es ist wie Gras arranco con gran concreción rítmica, finales cortos de frase (esto ya se había observado en el anterior movimiento) y la mencionada moderación dinámica. La preparación del tutti, con esos tensos intérvalos en los metales (nueve músicos en total), fue algo insuficiente (particularmente la intervención de estos últimos) y hubo un color algo monocorde a la salida del pasaje mencionado, pero a cambio se fue consolidando una pulcritud que es seña de identidad de esta orquesta y de su director, Thomas Hengelbrock. Se hubiera agradecido una mayor agresividad de los timbales, menos timidez en la entrada de coro "Aber des Herrn Wort bleibet in Ewigkeit" y mayor presencia de las maderas en la resolución.

En el tercer número, Herr, lehre doch mich, Domen Krizaj exhibió bella voz y buen fraseo en el solo para barítono a pesar de la escasa tensión emocional (el tempo influye) y la persistente discreción de los timbales. El reverso positivo lo puso la ya citada pulcritud y una ausencia de todo histrionismo muy de agradecer.

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Todo lo positivo de las cualidades de esta agrupación brillo sin trabas en el siguiente número coral: Wie lieblich sind deine Wohnungen, con un enfoque directorial excelente y muy adecuados sforzandi en las cuerdas. Las prestaciones del coro fueron excelentes durante toda la velada. En el aria para soprano, Ihr habt nun Traurigkeit, las buenas sensaciones orquestales anticipadas en el número anterior se confirmaron a pesar de la discreción de la solista Eleanor Lyons, que llevó a un clímax más bien falto de emoción.

Para Denn wir haben hie keine bleibende Statt las cosas estaban fluyendo bien y el bello enfoque clasicizante de director, orquesta y coro dio sus frutos especialmente con un coro eficiente, elegante y de gran claridad polifónica. Los metales siguieron empeñados en tomar una posición subalterna pero ello no impidió que la cosa se siguiera desarrollando en la buena dirección. Por su parte el barítono confirmo las buenas sensaciones anticipadas en su anterior solo. De aquí al final se fueron confirmando los puntos fuertes de una orquesta joven, concentrada y con una sección de cuerdas muy reseñable, y de un coro espléndido en su mezcla de las voces de casa y las de fuera.

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Todo ello se manifestó con mayor rotundidad en la noche siguiente, dedicada a Mendelssohn y su segunda sinfonía, Lobgesang, también con coro y solistas. Porque lo que se pudo ver y oir en el primer movimiento fue una orquesta joven ejecutando un Mendelssohn muy intenso y bien concertado por el maestro Hengelbrock, que con un gesto de lo más claro obtuvo de sus músicos un fraseo fluido y dinámicas bien matizadas.

En el segundo movimiento el lucimiento fue para el coro, muy brillante, y para la primera intervención del tenor Maximilian Schmitt, de voz presente, timbre heroico y fraseo convincente. No fue tan brillante su aportación en el último movimiento, ni el de las sopranos Eleanor Lyons y Anna Terterjan, que además no encontraron el equilibrio sonoro entre ambas voces en su duo. Ya en el tercero la plenitud del coro siguió ahí, inapelable, con tal brillo que dio lugar a una ovación extemporánea y valiente (es osada la ignorancia) después de una secuencia orquestal fortissimo que bien pudiera sugerir (como así lo entendió el bravo espectador) un final. En el último movimiento, curiosamente, nos encontramos a un tenor discreto y una soprano crecida. Y un éxito calurosamente reconocido por el público, que aplaudió notablemente el rigor y la sobriedad, la claridad del director, la elocuencia de las cuerdas y, como ha quedado dicho, el esplendor coral.