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El apabullante poder de la voz 

Bilbao 17/02/2024. Palacio Euskalduna. Rigoletto. Verdi. Amartuvshinn Enkhbat (Rigoletto), Sabina Puétolas (Gilda) Ismael Jordi (Duque de Mantua), Carmen Topciu (Maddalena), Emanuele Cordaro (Sparafucile). Bilbao Orkestra Sinfonikoa. Dirección de escena: Miguel del Arco. Dirección musical: Daniel Oren.

Solo las grandes voces consiguen ganar unánimemente a los teatros. Solo un instrumento excepcional mezclado con un talento poco común logra que un público, generalmente frío, se rinda sin paliativos y con un entusiasmo unánime. Solo una voz como la de Amartuvshinn Enkhbat consigue, en su primera aparición en las temporadas de ABAO (Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera), dejar perplejos, boquiabiertos y tremendamente felices a los espectadores que acudieron al estreno de Rigoletto de Giuseppe Verdi en el Palacio Euskalduna bilbaíno. La intervención del barítono mongol es de las que crean un antes y un después, de las que emocionan y hacen sentir la tremenda belleza de eso que llaman ópera. Este comentario, lo sé, es pura hipérbole pero me resulta casi imposible parar porque el de Enkhbat fue el Rigoletto que cualquier verdiano sueña: elegante, intenso, emocionado, bellísimo en los matices, con un timbre noble, hasta hacer heroico a su desgraciado personaje, simplemente perfecto si eso existe. Todas sus intervenciones fueron espectaculares pero los dúos con Gilda consiguieron los momentos más intensos de un trabajo inolvidable.

Y ahora, atropelladamente, deberían ir los comentarios sobre la maravillosa Gilda de Sabina Puértolas, la galanura de Ismael Jordi o la impagable dirección del maestro Daniel Oren que hizo con su batuta auténtica magia. Porque ellos también formaron parte del triunfo de la noche, y aunque Enkhbat nos impactó, estos tres grandes artistas estuvieron sublimes en su trabajo. Pero hay que caminar por una crónica poco a poco y no con el loco entusiasmo que yo, creo, estoy transmitiendo. Vayamos por partes, pues.

Sabina Puértolas es de esas cantantes que lo dan absolutamente todo en el escenario. Y esta vez no fue la excepción. Increíbles fueron sus coloraturas en Caro nome…, estremecedora su narración del rapto en el segundo acto y sobre todo, sus dúos con el barítono durante la obra, especialmente la espectacular cabaletta (en la que la navarra nos regaló unos agudos estratosféricos) que cierra ese segundo acto y que los dos cantantes bisaron para el delirio del público. La conexión entre ambos era evidente y Puértolas demostró, una vez más, que es una Gilda de referencia.

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Todo el mundo conoce La donna è mobile, pero ¿quien la canta con la elegancia, el dominio de la voz, el tercio agudo limpio y la nobleza de Ismael Jordi? Yo diría que muy pocos. Aún siendo la más conocida de las intervenciones del tenor en la ópera a mi me gustó especialmente en Parmi veder le lagrime con su cabaletta Possente amor mi chiama. La experiencia y el buen canto estaban bien claros ahí.

A muy buen nivel la Maddalena de Carmen Topciu, que debutaba en ABAO. Una clara voz de mezzo, de agradable color y que conformó con sus otros tres compañeros un gran momento de canto en esa joya que es Bella figlia dell'amore. De menos a más el Sparafucile de Emanuele Cordaro al que le faltó más seguridad en las notas graves. Y gran trabajo del resto de comprimarios, destacando la Giovanna de Marifé Nogales, el Monterone de Fernando Latorre y el Marullo de José Manuel Díaz. Gran noche de la parte masculina del Coro de Ópera de Bilbao que, siguiendo las sabias indicaciones del foso, consiguió empaste y lucimiento de sus voces.

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Nada hubiera sido igual en esta noche tan especial sin Daniel Oren. El poder de la voz que indicaba en el título estaba allí pero se canalizó a través de la maestría del director israelí que realizó un trabajo impresionante, de auténtico especialista en la obra verdiana. Optando por tiempos más bien lentos en las partes más líricas, supo “exprimir” el potencial que había en escena, sacando lo mejor de cada cantante y del coro. Su gesto (pude verlo de cerca) es imperioso y amable a la vez, entusiasta, entregado y contundente, y consiguió una de las mejores intervenciones que le recuerdo a la Orquesta Sinfónica de Bilbao, estupenda en todo momento. Sin duda su Rigoletto es referencial. 

Llegaba con ecos de polémica desde el Teatro Real  la producción de este Rigoletto que ABAO comparte con el coliseo madrileño, el Maestranza Sevillano y la Ópera de Tel Aviv y que firma el experimentado director teatral Miguel del Arco. En Bilbao no llegó la sangre al río y el público, entusiasmado con la parte musical, recibió con cariño al equipo técnico en los saludos finales. Del Arco nos presenta un Rigoletto sin una definición temporal concreta que podamos localizar gracias al vestuario (muy buen trabajo de Ana Garay) o la escenografía (bien lograda y firmada por Sven e Ivana Yonke), pero con una profundización en el drama gracias a una excelente dirección de actores. Nunca hay que olvidar que cada teatro de ópera es distinto a la hora de cantar y que el Euskalduna requiere un esfuerzo suplementario a las voces. No se olvidó el director de esto y supo como manejar la escena para que los cantantes se sintieran cómodos. Tildada de feminista, esta producción respeta bastante la imagen de la mujer y nos define, claramente, cuál es la situación de una mujer como Gilda. Quizá sea su mayor acierto, la reivindicación de la figura femenina en un mundo de hombres, sin que, en ningún momento el papel del protagonista, ese Rigoletto que queremos y odiamos, se desvirtúe. 

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Fotos: © E. Moreno Esquibel