La batuta del joven finlandés Mikko Franck, nacido en 1979, saltó a la palestra en Viena en marzo de 2014 al ocuparse casi de la noche a la mañana de la nueva producción de Lohengrin, en reemplazo de Bertrand de Billy, quien abandonó ese título en el mismo contexto de tensiones que provocaría poco después la polémica salida de Franz Welser-Möst. Franck había desempeñado el cargo de doble director artístico y musical en la Ópera de Finlandia desde 2007 y hasta 2013, no sin polémica también allí en torno a su nombramiento. Sea como fuere, su batuta en esta ocasión se mostró transparente pero falta de carácter, un tanto blando en la articulación y un punto tedioso en su expresividad. Aunque muy bien concertado (qué menos con esa orquesta), de fraseo nítido, pero generalmente falto de personalidad y decisión, Frank no fue más allá de una lectura académica, antojándose expositivo en demasía, por lo general falto de magia y de tensión. La Filarmónica de Viena, por su parte, respondió con un sonido apabullante, el ideal para esta partitura, cuya sonoridad casi les pertenece.
Por cierto, que hace casi cien años que se estrenó Elektra, allá por 1909. Desde entonces esta partitura ha desfilado infinidad de veces por el escenario de la Ópera de Viena, con un glorioso historial de intérpretes, incluidos algunos lujos asiáticos como la presencia del gran Max Lorenz para una parte tan pequeña como la de Egisto. En todo caso, conviene recordar que ha sido esta una ópera ligada en varias ocasiones a notables polémica en este teatro. Dos resaltan por encima de todas las demás. Por un lado, la que se produjo en torno a la nueva producción firmada por Weiland Wagner en diciembre de 1965, fue motivo de críticas furibundas, abundando Weiland Wagner, al parecer sin demasiada fortuna, en la idea freudiana del complejo de Elektra. Por otro lado, ya en fechas más próximas a nosotros, en 1989, con Claudio Abbado en el foso, tuvo lugar el estreno de la nueva producción firmada por Harry Kupfer, inmortalizada en un vídeo bien conocido y que tiene como protagonistas a Eva Marton, Cheryl Studer y Brigitte Fassbaender. Pues bien, por sorprendente que parezca, tanto Marton como Studer fueron sonoramente protestadas en aquel estreno, del que tampoco salió muy bien parada la producción de Kupfer.