Rosenkavalier Munich16

Teatro in musica

Múnich. 05/01/2017. Bayerischen Staatsoper. Richard Strauss: Der Rosenkavalier. Anne Schwanewilms (La Mariscala), Günther Groissböck (Barón Ochs), Angela Brower (Octavian), Markus Eiche (Faninal), Hanna-Elisabeth Müller (Sophie von Fanifal). Dir. escena: Otto Schenk. Dir. musical: Kiril Petrenko

La extensa correspondencia entre Strauss y Hugo von Hofmannsthal no hace sino demostrar cómo el éxito de Der Rosenkavalier no fue fruto de la casualidad, sino de un meditado trabajo entre el compositor muniqués y el literato vienés, que cosechó sus merecidos aplausos desde la primera representación en la Semperoper de Dresde, el 26 enero de 1911. El lenguaje de Hofmannsthal logra que cada personaje se retrate no solo así mismo, sino a su rango social, como el propio autor se demandaba: la simplicidad de la Mariscala, la concisión de Octavian, el artificio de Fanifal… y todo ello con un siempre importante espacio para la espontaneidad. El texto es sin duda una de las joyas de la literatura operística, no descubrimos nada, pero también hay que saber lidiar con la excelencia. Como señaló Adorno, “la espontaneidad straussiana deriva solamente de la técnica”, y este título es quizás también una de las pruebas más elocuentes de la maestría de Strauss, quien logra en todo momento traducir la “atmosfera rococó que circunda el libreto”, teniendo presente a Mozart, tal y como declaró, pero siendo al mismo tiempo “fiel a sí mismo”.

En casi todos los campos es recurrente la sentencia de que “nunca llueve a gusto de todos”, sin embargo, en pocas ocasiones ha conseguido una puesta en escena tantas alabanzas como la que, hace ya decenios, Otto Schenk ideó para este virtuoso título. La apertura del telón del segundo acto fue abiertamente ovacionada, y créanme que lo seguirá siendo mientras se siga proponiendo. Por lo que a mí respecta, es de esas puestas en escena que perpetuaría, sin adulterar, casi perfecta en su concepción, con pequeñas rugosidades (la posada del tercer acto), que por su contraste con la idoneidad llegan incluso a convencer.

La sintonía entre Strauss y Kirill Petrenko es ya conocida y este título es una evidencia más de la hermandad entre ambos, amén de los idilios que acumulan, incluidas versiones concierto de este título, como la realizada en el Théâtre des Champs-Élysées en 2014. No nos debe tampoco extrañar pues esta Kömedie für Musik lo tiene todo para encandilar a un director que mima el material con el que trabaja. Moldea el tempo hermanando música y teatro. Quien ama y devora los libretos con los que trabaja no puede sino encontrar en Der Rosenkavalier la mejor oportunidad para mostrar por qué todos le quieren, y porqué Múnich le añorará. Que la orquesta de la Staatsoper responda a sus exigencias tampoco es noticia, de nuevo se mostraron impecables a la hora de seguir su concienzuda voluntad. 

Anne Schwanewilms es siempre sin duda una apuesta segura y no defraudó. Posee un instrumento contenido, sutil, más que adapto para especular las cualidades de la Mariscala, desde su elegancia a su resignación. Más complicada fue la tarea de Günther Groissböck. El barón Ochs tiene conocidas exigencias, desde vocales a actorales, y pese a intentarlo en ninguna de ellas sobresalió, al menos no como sus compañeros. Le lastra quizás una voz no particularmente acorde con el papel (basso profondo) y una cierta falta de sintonía estética con aquello que imaginaron los autores para él, más próxima sin duda a la que en su día mostró Franz Hawtala en la Festpielhaus de Baden-Baden.

Angela Brower sigue empeñada en hacerlo bien, si hace pocos meses su Cherubino fue prácticamente impecable, no lo es menos su labor con el conde de Rofrano (Octavian). Administra a la perfección su voz y su talento teatral para afrontar la pasión que el caballero de la rosa derrocha y la comicidad de Mariandel.

Durante su afiliación muniquesa (como parte del ensemble de la Staatsoper hasta este año) Hanna-Elisabeth Müller no ha dejado a nadie indiferente y su Sophie se muestra como un excelente broche a su formación por estas tierras. Presencia, emisión y justa osadía caracterizan a la soprano de Mannheim, preparada sin duda para a afrontar a este año sus esperados debuts en el MET (Fidelio, Marzelline) y La Scala (Don Giovanni, Donna Anna). A Markus Eiche (Faninal) le encuentro una virtud que bien podría convertirse en defecto, es simplemente correcto. Merecería la pena que tomase algún riesgo y nos mostrase hasta dónde puede llegar, porque con hacerlo bien uno no sale de donde ya se halla.

Ahora solo nos queda esperar a que la repongan, méritos acumula, confiando en que la Staatsoper vuelva, en líneas generales, a acertar con el reparto y a seguir cerrando el círculo.