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Expresivo y virtuoso 

Zaragoza. 12/02/2017. Auditorio de Zaragoza. Obras de Sor, Bruch y Beethoven. Daniel Hope, violín. Orquesta de Cadaqués. Dir. musical: Jaime Martín.

En el marco del XXVII Ciclo de Introducción a la Música, la Orquesta de Cadaqués regresaba una vez más a la Sala Mozart del Auditorio de Zaragoza. Lo hacía en esta ocasión bajo la batuta de Jaime Martín, su director titular tras la desaparición del gran Sir Neville Marriner, y en compañía del violinista sudafricano Daniel Hope, en el marco de una pequeña gira por la península y de cuyo concierto en Barcelona y dimos cuenta en estas páginas.

La Orquesta de Cadaqués está en buena forma, se diría que atraviesa un momento dulce, de sonido confiado y firme. Prueba de ello es que con un orgánico reducido, apenas cuarenta músicos, nos brindaron un programa variado, desde Sor a Beethoven pasando por Bruch y sin percibir en ningún momento flaqueza alguna en el sonido. La obra de Ferrán Sor ha estado presente en los conciertos de la Orquesta de Cadaqués desde muy temprano y ahí está la grabación de sus oberturas para recordarlo. El concierto matinal que nos ocupa abría de hecho su propuesta con dos de éstas, la de la ópera Telemaco nell´isola di Calipso y la de la Cantata a la Duquesa d´Albufera. Una buena propuesta para abrir boca, un buen aperitivo, donde la Orquesta de Cadaqués hizo gala de un sonido equilibrado y grácil.

Aunque no fue pluscuamperfecto, más expresivo que virtuoso, Daniel Hope brindó una convincente recreación del Concierto para violín y orquesta no. 1 de Max Bruch, una partitura que el gran Joseph Joachim hizo suya y que amalgama pasajes de gran virtuosismo técnico con otros de honda expresión, en la senda típica del postromanticismo. Tal y como confesaba en una reciente entrevista, Daniel Hope lleva interpretando este concierto desde que tenía diez años y el dominio de la partitura es obvio en sus manos, más allá de alguna nota que bailó aquí y allá, muy puntualmente. De hecho Hope grabó el concierto en 2011, en el álbum The romantic violinist con la Royal Stockholm Philharmonic Orchestra y el director Sakari Oramo. Cabe poner en valor la sintonía entre Hope y la batuta de Jaime Martín, en lo que fue un verdadero diálogo, con un fraseo cuajado de continuos intercambios entre solista y orquesta. Brillantísima, puro virtuosismo, la propina ofrecida por Daniel Hope, con una obra de Ravi Shankar.

La segunda parte del concierto proponía la Sinfonía no. 7 de Beethoven, un clásico exigente cuanto más programado y conocido. Por lo general convenció el hacer de Jaime Martín en el podio, con un gesto preciso, nítido y elegante, sin aspavientos. Quizá faltó un punto de inercia, una sensación mayor de fluidez e impulso, pues la versión de Jaime Martín privilegió una óptica más esquemática, analítica por momentos, dando a menudo -y con acierto- protagonismo a las maderas sobre las cuerdas, sumamente solventes en tanto que reducidas casi a la mínima expresión. El concierto se remató con el bello Valse triste de Sibelius a modo de propina.