ChristianMacelaru 

Un homenaje inesperado

Barcelona. 28/4/17. Auditori. Bach: (Orquestaciones) Tocata y fuga en re menor, BWV 565. Komm süsser Tod..., BWV 478. Pequeña fuga en sol menor, BWV 578. Preludio y fuga en mi bemol mayor, BWV 552. Fuga en do sostenido menor, BWV 849. Fuga en sol mayor, BWV 577. Komm, Gott Schöpfer, heiliger Geist, BWV 631. Fantasía y fuga en do menor, BWV 537. Passacaglia y fuga en do menor, BWV 582. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña y Orquesta Sinfónica de la Escuela Superior de Música de Cataluña. Dirección: Cristian Măcelaru.  

Peculiar ejercicio el de presentar un programa íntegro con orquestaciones de obras de Bach, para el que la OBC se acompañó en todas las secciones de la Orquesta de la ESMUC, que permitió sobredimensionar el dispositivo orquestal. Una buena iniciativa por otra parte, que facilita a los estudiantes participar puntualmente de una dinámica profesional. El programa recibía la esmerada justificación en las notas al programa en base al recorrido histórico que describía (y en las que inexplicablemente no se hacía mención alguna a la recuperada fuga orquestada por Enric Granados, me atrevo a decir que el principal factor de interés del programa) pese a que la justificación dentro de la temporada de la OBC quedaba algo en el aire, si bien se reconoce el valor histórico que tienen estos trabajos, no sólo para identificar detrás la soberbia mano de Granados como de Leopold Stokowski, Arnold Schoenberg o Edward Elgar, sino la dura y ardua labor de reivindicación estética de la obra del compositor de Eisenach, a la que sin duda colaboró este género. 

No podía comenzar pues, más fiel a ese espíritu el programa, con la celebérrima y exuberante orquestación de Stokowski de la Tocata y fuga en re menor, que en la espumosa batuta de Cristian Măcelaru trasladó plásticamente el auditorio a los momentos más memorables de Fantasía, y después con la delicada Komm, süßer Tod... que padeció algún desajuste puntual en los vientos. A las versiones de Stokowski le siguió una más que cuestionable orquestación de la Fuga en sol menor BWV 578 de Lucien Cailliet, a la que la batuta del rumano agregó todavía más adornos al pastel, haciéndolo estridente e incómodo. Fue quizás en esta, junto a una sobrecargada transcripción de Ottorino Respighi –mucho más equilibrada la de Stokowski sobre la misma– en la que flaqueó ostensiblemente alguna de las maderas, los momentos más olvidables del concierto. Aún así fue también en esta misma cuando sobresalió el espléndido sonido, cálido y de proyección espontánea, de la habitual asistente de viola que en este caso sustituyó al solista habitual.

La recepción de Bach es en muchos aspectos la piedra de toque de la escritura musical, y las orquestaciones de su obra constituyen un fiel espejo de quien las acomete. Tal es el caso del analítico Preludio y fuga en mi bemol mayor, que Schoenberg orquestó en 1928, el mismo año en que dirigía su mirada al pasado con su arreglo para coro mixto de tres canciones populares alemanas de los siglos XV y XVI, poco antes de que Alban Berg y Wilfried Zillig profetizaran que la música alemana debería ser comprendida desde Bach hasta Schoenberg. De él se escuchó una correcta lectura, favorecida por la elasticidad en el fraseo y el vigor en las cuerdas, en ocasiones excesivamente acusada por una dirección poco detallista. Fue ya en la segunda parte cuando llegó una sosegada lectura del pequeño Komm, Gott Schöpfer, heiliger Geist... –uno de los dos preludios corales orquestados junto a Schmücke dich, o liebe Seele que el compositor envió a la Filarmónica de Nueva York– en el que se logró mantener a raya siempre que se pudo el difícil equilibrio entre metales y cuerdas.  

En líneas generales, la interpretación dejaba mucho margen de mejora en el primero de los tres conciertos del 20º programa de la OBC, que tuvo una muy buena entrada. Dejamos para el final lo más importante: sucedió al inicio de la segunda parte, cuando le llegó el turno a la Fuga en do sostenido menor perteneciente al primer volumen de El clave bien temperado, orquestada en 1900 por Enric Granados para flauta, oboe, clarinete, dos fagotes, trompeta, trompa y quinteto de cuerda, con motivo del primer concierto de la Orquesta de la “Societat de Concerts Clàssics” en el Teatre Líric. Sensible a su época, el compositor fue un destacado testigo del lugar que debía ocupar Bach en el proyecto regenerador pedrelliano, que apuntaba por una parte a asumir el legado del compositor alemán en cuanto a su escritura contrapuntística, y complementariamente a poner de manifiesto el valor de una obra que tardó en integrarse en el canon musical de los conciertos barceloneses. En este caso se trata de una partitura que estaba depositada (olvidada) en el fondo Granados del Museo de la Música de Barcelona (sus partichelas en la Biblioteca de Catalunya), recuperada gracias al trabajo de Joaquim Rabaseda. La versión que pudimos escuchar nos reveló un trabajo de una belleza y oficio indiscutible. Se inicia con un solemne pasaje en el que el fagot –abordado por un solista de fraseo elegante y articulación muy cuidada– tiene un importante peso en la presentación del tema antes de la incorporación de las cuerdas que ofrecen un colchón enriqueciendo la textura instrumental, cuando será en la flauta en la que Granados deposite el peso principal. Poco se puede objetar a una soberbia intervención, aquí sí, de los vientos, que recibieron el relieve sonoro que exigía la partitura. Un homenaje inesperado a la figura del compositor leridano, de quien tras el centenario de la muerte en 2016, se cumplen el próximo 27 de julio 150 años de su nacimiento, con muchas cuentas pendientes todavía hacia su legado como sigue sucediendo con gran parte del patrimonio musical de nuestro país.